sábado, 16 de marzo de 2013

Mientras tanto, en la izquierda

Ajustes en la izquierda

Raymundo RivaPalcio


PRIMER TIEMPO: Si se llevan, se aguantan. Si el presupuesto para el Distrito Federal, se mantuvo inercial, con un incremento de tres por ciento, y el gobierno federal inyectó recursos para el transporte público capitalino, como lo había solicitado la administración capitalina, y además dispuso de más dinero para fortalecer el abasto de agua de manera unilateral para sus habitantes, ¿por qué tendría que pelearse con el presidente Enrique Peña Nieto? Sobre todo, ¿por qué hacerlo si quien lo está pidiendo es el vocero oficioso de Marcelo Ebrard, su predecesor, René Bejarano? Miguel Ángel Mancera, jefe de gobierno del Distrito Federal, finalmente, explicó públicamente sus motivaciones. Hace una semana, en una reunión privada del PRD, Bejarano lo increpó abiertamente por su “cercanía” con el presidente Peña Nieto, y Mancera lo refutó. Cercanía no era lo mismo que diálogo con todos, particularmente cuando esa estrategia le estaba dando frutos concretos a la ciudad de México. Este jueves en su reporte a 100 días de gobierno, Mancera socializó la réplica, cuando afirmó que ni la izquierda tenía dueño, ni ser de izquierda era una atadura. Palabras codificadas, con destinatarios precisos. El Auditorio Nacional, donde fue el evento, estalló en una ovación. Bejarano estaba presente, pero Ebrard no. Ebrard quiso jalar reflectores cuando, en pleno discurso, comenzó a enviar mensajes por Twitter que apoyaba la legalización de la mariguana, en una peculiar forma por llamar la atención. Bejarano, que quiso cobrar caro no haber saboteado la campaña electoral de Mancera, guardó silencio. Mancera ha sido cuestionado por modificar la relación con el Presidente con quien cohabita en la ciudad, y enfrentado las críticas de estar demasiado cerca de él, incluso de personas vinculadas al líder de la izquierda social, y también ex jefe de gobierno, Andrés Manuel López Obrador.





Pero el discurso de Mancera no fue dirigido a él, quien a diferencia de Ebrard, le mandó el mensaje que cada gobernante en su momento y circunstancia. Problemas con Mancera no tiene. Los tiene con Peña Nieto y con quien quiera en nombre del PRI, romper el bastión que la izquierda tiene en la ciudad de México, desde 1997. Y también con Ebrard y Bejarano, quienes lo han desafiado. O sea, dos izquierdas, la de Mancera y la de López Obrador, contra el oportunismo renovado. La conclusión probable, no será de pronóstico reservado.

- SEGUNDO TIEMPO: En busca de una segunda oportunidad. En diversas pláticas que ha tenido en las últimas semanas, Marcelo Ebrard pregunta, con un lenguaje cálido, aunque cargado de paternalismo: “¿Qué le pasa a Miguel, que es un gran tipo?”. Se refiere a que no ve a un Miguel Ángel Mancera, como jefe de gobierno del Distrito Federal en actitud beligerante ante el poder federal, como él lo fue a través del simbolismo de negarse hasta el final del sexenio a retratarse en público junto al entonces presidente Felipe Calderón —a quien vio varias veces en Los Pinos en secreto—, y que busca mellar con su mensaje la autoridad de su sucesor. Los dos se han reunido unas tres veces desde que Mancera lo relevó, pero las relaciones, contra lo que las dos partes digan en público, parecen casi rotas. La clave la da inopinadamente la ex jefa de oficina de Ebrard, su incondicional Marcela Gómez Zalce, hoy directora del canal del gobierno capitalino Capital 21, a quien sólo hay que leer en Twitter para saber que el ánimo entre ellos no es nada cálido. Ebrard quiere ser candidato a la Presidencia en 2018, y con la maestra Elba Esther Gordillo en la cárcel, sus posibilidades de ser el abanderado de Nueva Alianza se esfumaron, por lo que sólo le queda el PRD. Ya perdió una vez la oportunidad, en 2011, cuando prefirió vivir la épica de su romance, matrimonio y luna de miel, que atender la contienda por la candidatura contra Andrés Manuel López Obrador. Ebrard se dice hoy arrepentido y quiere recuperar el tiempo perdido. Antes de candidato, quiere ser presidente del PRD, pero cuando pidió adelantar la elección, los líderes del partido, la corriente de Los Chuchos, que antes fueron sus aliados, le respondieron que no coma ansias, pues la verdad, ni fichas tiene para cambiar en el tablero. Ebrard sigue en el limbo, en espera que alguien lo rescate políticamente.


- TERCER TIEMPO: Ayer por mí, hoy por ti. La política es de momentos, contextos, condiciones y oportunidades. En el pasado reciente, como jefe de gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard rescató del bote de la basura pública a René Bejarano, lastimado en su imagen por la percepción que se tiene de él como un político corrupto, pero habilidoso operador. El envión de Ebrard, que no le dio sin embargo para ganarle la candidatura presidencial a Andrés Manuel López Obrador, sí le alcanzó a Bejarano para convertirse en la segunda fuerza dentro del PRD, que ahora ha puesto a disposición de Ebrard para sus aspiraciones futuristas. Bejarano no es bien agradecido, aunque nadie puede negarle esa posibilidad. Pero en la política, las coyunturas se presentan. Bejarano lucha contra la corriente de Los Chuchos, que tienen mayor poder que él en el partido, y está indignado con el jefe de gobierno Miguel Ángel Mancera porque no sólo no le dio las ocho secretarías que quería en la administración capitalina, sino que le cerró fuentes de financiamiento del erario. Para quien ha vivido de la izquierda en el Distrito Federal, pues se puede decir, coloquialmente, que eso calienta. Sin el respaldo de López Obrador, que tuvo hace una década, no le queda más que la figura de Ebrard para enfrentar a sus adversarios, Los Chuchos y Mancera, y ver si con la amenaza permanente de movilizaciones callejeras en la capital y amagos en la Asamblea Legislativa puede doblegarlos. Hasta ahora no ha sucedido nada de eso, pero con Bejarano y sus intenciones, nada es seguro hasta que es pasado.

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