domingo, 28 de abril de 2013

Duarte, el gobernador incómodo- Jorge Zepeda Patterson

¿Será Javier Duarte de Veracruz el góber precioso de este sexenio? Difícil decirlo a estas alturas, pero está haciendo todos los méritos para que no extrañemos a Mario Marín, el impresentable ex gobernador de Puebla.

En poco más de dos años Duarte se las ha arreglado para saltar a las ocho columnas de la prensa nacional por lo menos en tres ocasiones, que no es poca cosa, cada ocasión en circunstancias más penosas que la anterior. El viernes 28 de enero la Policía Federal detuvo en el aeropuerto de Toluca a funcionarios del estado de Veracruz con dos maletines que contenían 25 millones de pesos en efectivo, un traslado en condiciones oscuras e irregulares.




Posteriormente el gobierno de Veracruz argumentaría que el dinero estaba
destinado a financiar la organización del festival de Tajín y obtendría
el correspondiente reembolso, pero el affaire le costó el puesto al
tesorero de Duarte, Tomás Ruiz, quien nunca pudo justificar las razones
para un envío clandestino y en efectivo, en lugar de hacerlo por cheque
o transferencia bancaria. La factura que “amparaba” tal egreso fue
emitida 19 horas después de haber sido incautado el dinero.

La persecución del gobierno de Javier Duarte a periodistas veracruzanos
ha provocado denuncias de organismos internacionales e indignación en la
prensa nacional. Durante su gestión, Veracruz se ha convertido en el
estado de mayor riesgo para ejercer el periodismo, por las amenazas
reiteradas, el asesinato y las desapariciones. Nueve reporteros han sido
asesinados y hay dos desaparecidos. Un puñado de profesionales ha tenido
que emigrar del estado frente a la hostilidad abierta de las
autoridades. Si bien algunas de las agresiones a la prensa proceden del
crimen organizado, Duarte ha tenido el mal tino de encabezar una cruzada
en contra del periodismo crítico y ha impuesto una rígida ley en contra
de la prensa que acabó con dos periodistas en la cárcel. El reclamo
nacional e internacional le obligó a introducir enmiendas a su
autoritaria ley para poder extraer a los periodistas de la prisión, pero
la belicosidad ante los medios de comunicación independientes no ha
menguado.

El último incidente es el más bochornoso y sin duda el más costoso para
el PRI. El audio que muestra la utilización de la estructura de la
Sedesol para apuntalar el voto en favor del PRI en las elecciones
veracruzanas paró en seco los acuerdos del Pacto Político que habrían de
firmase en torno a la reforma financiera esta misma semana. Si bien las
baterías críticas se orientaron en contra de Rosario Robles, titular de
la Sedesol, el papel de los funcionarios de Javier Duarte no es menos
comprometedor.

Javier Duarte se ha convertido en una rémora para el PRI de Peña Nieto,
que intenta lavarse la cara y vender la noción de un PRI modernizante y
empático con la transparencia y la tolerancia. Justo los atributos
opuestos que hoy exhibe Duarte. En el sexenio anterior Mario Marín en
Puebla y Ulises Ruiz en Oaxaca fueron los gobernadores incómodos y
terminaron costando al partido la derrota en las elecciones en esas
entidades.

Pero la factura de un gobernador impresentable es ahora mucho más alta
que eso. Peña Nieto ha tenido la enorme fortuna de contar con una
oposición moderada. La firma del pacto político fue en buena medida una
muestra de capacidad política del PRI, pero también resultado de una
buena estrella: la salida de López Obrador del PRD, que permitió a los
dirigentes participar en una firma que el tabasqueño no habría abortado
de haber seguido en el partido. De igual forma, la confrontación de
Madero, presidente del PAN, con los calderonistas, opuestos a esa firma,
permitió a Peña contar con el apoyo de la derecha.

Pero los abusos de Javier Duarte torpedean la posición de Los Chuchos y
de Madero en la dirigencia del PRD y del PAN, respectivamente. El
gobernador de Veracruz da la razón a los radicales dentro de la
oposición, quienes argumentan que apoyar a Peña y al pacto lleva a
fortalecer al PRI que ha comenzado a implementar las viejas artes de la
manipulación y la compra de votos para sostenerse en el poder.

Desde el sexenio de Carlos Salinas ningún presidente ha sido capaz de
deshacerse de un gobernador incómodo. Ernesto Zedillo lo intentó con
Roberto Madrazo, en Tabasco, y fracasó. Peña Nieto tendrá que decidir si
prefiere erradicar de un zarpazo este foco de incertidumbre o aguantar
cuatro años más de ocurrencias del gobernador veracruzano con los costos
que ello representa. Haga sus apuestas.

www.jorgezepeda.net

@jorgezepedap

Economista y sociólogo

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