viernes, 19 de abril de 2013

Raymundo Riva Palacio - La suerte del General


Cuatro años después de haber sido jubilado del Ejército al cumplir 65 años -como marca la ley, pero inusual cuando el militar tiene el rango de subsecretario de Defensa-, el general Tomás Ángeles participó en un foro organizado por la Fundación Colosio, durante la campaña presidencial en mayo de 2012, donde las fuertes críticas a la estrategia de seguridad del gobierno de Felipe Calderón reventaron tímpanos en Los Pinos. Calderón le pidió al secretario de la Defensa, Guillermo Galván, que le explicara por qué, si había sido parte de la misma estrategia, Ángeles ahora hablaba en contra. De acuerdo con quienes conocieron de esa plática, el general Galván le respondió que ya antes le había dado informes sobre las deslealtades del ex subsecretario.

El general Galván tenía tiempo de estar molesto. A espaldas de él, el general Ángeles buscó mediar con el EPR tras los bombazos en instalaciones de Pemex en represalia por la desaparición -hasta hoy en día-, de dos de sus jefes, Gabriel Cruz Sánchez y Edmundo Reyes Amaya. En este mismo espacio se publicó el 18 de mayo de 2012: “El punto de quiebre fue en 2007, (cuando) ofreció al entonces director del Cisen, Guillermo Valdés, sentarlo a negociar con el EPR. El propio secretario Galván ofreció todo el apoyo al general Ángeles para servir de puente con la guerrilla y tener un canal de comunicación alterno para resolver el problema de los desaparecidos y evitar futuras acciones militares.





“La primera reunión fue un fracaso, pues de entrada, a quien Ángeles llevó como jefes del EPR dijeron que ellos no pertenecían al EPR sino a otro movimiento no clandestino. Desconcertados sus interlocutores, Ángeles se defendió y explicó que no les habían tenido confianza, por lo que se arregló otro encuentro. Fue lo mismo. Entendieron que el aún subsecretario de Defensa los había timado. No duró mucho más el general Ángeles en el cargo pues fue destituido y congelado. Al mismo tiempo… en la Secretaría de la Defensa Nacional comenzaron a recuperar viejas líneas de investigación sobre datos de inteligencia que lo vinculaban presuntamente a la delincuenciaorganizada, y le empezaron a armar un expediente. El general Ángeles no se inmutó”.

El presidente Calderón, que lo llegó a considerar como secretario de la Defensa ante el apoyo de quien fue su asesor más confiable, Juan Camilo Mouriño, no sólo estaba desconcertado por las palabras del general Ángeles, sino indignado. En ese foro en la capital potosina, el general Ángeles respondió a una pregunta: “No tenemos una estrategia de seguridad nacional. No tenemos un apropiado marco de referencia sobre seguridad nacional; no tenemos una base de partida”.

Ante la molestia de Calderón por las declaraciones del ex subsecretario, y como sucede con los presidentes y las salidas plausibles, no hubo necesidad de dar una orden expresa para que se alistara el viejo expediente que hacía raíces en el despacho del Secretario de la Defensa. Una semana después, de acuerdo con personas que conocen detalles del episodio, la ex procuradora Marisela Morales recibió una llamada de Lomas Sotelo para decirle que le llevaban detenido al general Ángeles para que procediera en su contra. Toda la acción legal la habían hecho militares, pero ella tendría que darle la cobertura civil. Morales, muy cercana al Ejército -vivía dentro de la Primera Zona Militar-, procedió en su contra por presuntos nexos con el narcotráfico. El general Ángeles se dijo siempre inocente de los cargos y aseguraba que las acusaciones provenían de la cúpula del Ejército, que lo veía como candidato al cargo en el siguiente sexenio.

El general Ángeles vio en la cárcel la llegada de un nuevo gobierno en México, y en vísperas del relevo se comenzó a aflojar su caso. Descongelaron sus cuentas y regresaron bienes inmuebles a su familia. Once meses después fue puesto en libertad porque la PGR se desistió por falta de pruebas que sustentaran los dichos de testigos protegidos, y en el inicio de un nuevo episodio, pero no de narcopolítica, sino del probable uso faccioso y discrecional de la justicia, utilizada de manera estomacal, en el gobierno de Calderón.


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