jueves, 23 de mayo de 2013

La noche promete- David Faitelson

En el escenario romántico, todo supone estar en su sitio ideal: estadios delirantes, dos grandes plantillas, dos pueblos hambrientos y dos equipos que reclaman gloria para su rica historia. En el escenario real y frío, hay demasiado en juego y ninguno de los dos se puede equivocar.

América y Cruz Azul han provocado una semana de palpitaciones extrañas en los aficionados, largas jornadas de comentarios, de retos, de llevar el futbol a un nivel superlativo en la vida cotidiana de una ciudad y de un país que parece tener otro tipo de preocupaciones más importantes que un juego de futbol. Hoy, para nuestra tranquilidad y nuestro orgullo propio, el futbol ocupa un sitio preponderante.



Ahora y siempre, todo dependerá de los actores.

Durante el proceso para llegar a esta Final, América y Cruz Azul no solo mostraron argumentos futbolísticos, también otro tipo de características alejadas de su espíritu en los últimos años y causantes del prolongado ayuno que han sostenido ambos en cuanto a la obtención de trofeos.

Gracias al trabajo de su entrenador y al de algunos de sus jugadores, el América ha recuperado la memoria genética de su futbol. Es, nuevamente, aquel equipo que no se guarda nada, que cuando tiene a modo al rival, “lo mata”, “lo aniquila”. La historia habla de que el América siempre fue un “protagonista caliente” de las finales. Cuando llegaba a una de ellas, salía a la cancha con un cuchillo entre los dientes y no paraba hasta recoger el trofeo. Miguel Herrera ha vuelto a transmitir ese mensaje a sus futbolistas.

Y Cruz Azul, por momentos, es un equipo irreconocible. Puede que en las últimas décadas siempre mantuvo cuadros de gran trascendencia y de un comportamiento regular en la cancha, pero éste tiene otro tipo de argumentos. Este Cruz Azul se desboca, se desprende de los estribos y corre por la llanura a una velocidad que sus fanáticos más acérrimos desconocen. Los calificativos de “pecho frío”, de “sangre fría”, de “equipo sin espíritu” quedaron en el amargo pasado.

Bajo esas nuevas condiciones, dos “equipos grandes” saldrán a luchar por el trofeo a partir de este jueves. El futbol es, finalmente, una manifestación del carácter y del capricho humano. Puede andar bien y puede ser un tanto, lento o precavido, pero bajo la necesidad de ambos y el inminente regreso a su genética futbolística antigua, la noche vaya que promete

Fuente: Milenio

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