Ciudad de México, 29 de mayo (SinEmbargo).–
El bajo rendimiento en matemáticas no es un conflicto de incapacidad de aprendizaje, sino de métodos de enseñanza mecánicos e inflexibles. Generaciones completas han sido marcadas por la memorización para resolver una raíz cuadrada o una ecuación a través de procesos que, muchas veces, ni el profesor comprende. Mientras en un salón de clases la importancia de las matemáticas se enfoca en desarrollar una suma y una resta para saber cuántas monedas devolverá el chofer del autobús, en el mundo externo las ciencias exactas son parte de la vida cotidiana sin que la sociedad lo perciba.
En la arquitectura, en el control del tráfico, en el recuento de papeletas electorales, en los pronósticos del tiempo, en la medicina, en la biología, en la naturaleza, en el control de la contaminación urbana, en la telefónica, en la tecnología y hasta en la música hay matemáticas, explica Luis Montejano Peimbert, presidente de la Sociedad Matemática Mexicana. “Todos los problemas técnicos y sociales requieren de una solución matemática que no requiere de mucho esfuerzo.
Con las matemáticas es sencillamente relativo solucionar problemas que como sociedad nos parecen urgentes”, afirma. Aunque las ciencias exactas son una herramienta fundamental para desenvolverse en el mundo revolucionado por la tecnología, de acuerdo con los niveles que juzga la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en México los jóvenes carecen del conocimiento necesario para sobrevivir en este mundo moderno. José Antonio de la Peña, director del Centro de Investigación en Matemáticas (Cimat), explica que con base en los resultados del Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes (PISA), 70% de los estudiantes de 15 años “no son capaces de resolver problemas con una regla de tres”. “En la tienda me cobran 10 pesos por comprar cuatro plumas, ¿cuánto pagaré si compro tres?.
Problemas de este tipo no los pueden desarrollar. Esta falta de cultura científica es una de las múltiples manifestaciones del grave problema de preparación y rendimiento escolar de los jóvenes mexicanos”, lamenta el especialista a través de un comunicado tras participar en la mesa “Hacia dónde va la enseñanza de las matemáticas”, realizada el pasado abril. Las matemáticas son el instrumento que ayuda a la mente humana a tener un pensamiento ordenado y sistemático no sólo al momento de resolver un problema a papel y lápiz en el salón de clases, sino también, en la vida cotidiana, resalta Carlos Prieto de Castro, investigador de tiempo completo del Instituto de Matemáticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Para el experto, el bajo rendimiento en matemáticas está relacionado con la falta de preparación de los profesores, “son los que juegan un papel fundamental de enseñar y entusiasmar a los chicos”, un problema de formación y capacitación en el sistema educativo. Aunque los profesores tienen la necesidad de justificar que su enseñanza tiene una utilidad inmediata, es una realidad que muchos de los problemas matemáticos resultan “tan ajenos al estudiante como la mecanización”, lo que evita un razonamiento ordenado, sostiene el libro Algunos problemas de la educación en matemáticas, coordinado por José Antonio de la Peña, presidente del Cimat. MATEMÁTICOS POR NATURALEZA El contacto con las matemáticas entre los estudiantes no debería de ser un calvario, científicamente está comprobado que “todos nacemos con una habilidad numérica innata”, explica Fiacro Jiménez Ponce, neurocirujano del Hospital Ángeles del Pedregal. Sin embargo, todo depende del desarrollo y la estimulación que se reciba, “ahí está el reto de la educación en México, sí tenemos el aparato, pero no nos ensenan cómo utilizarlo”, dice enfático.
Mientras no exista un daño neurológico provocado por la falta de oxigenación al nacer, o alguna lesión en el lóbulo frontal del cerebro, quizá el principal centro de control cognitivo involucrado con actividades mentales superiores, “cualquier persona”, puede desarrollar actividades numéricas. Diferentes estudios científicos sustentan que a partir de los primeros meses de vida, cualquier bebé es capaz de distinguir entre conjuntos de uno, dos y tres elementos, “los números juegan un papel muy importante porque es la primera abstracción matemática a la que nos enfrentamos”, Carlos Prieto, investigador de carrera del Instituto de Matemáticas de la UNAM.
Una teoría sustentada desde el siglo XIX por matemático alemán, Leopold Kronecker, quien decía “Dios creó los números naturales, y todo lo demás es obra del hombre”. Si bien, el papel que desempeñan las matemáticas en la cultura científica y educativa es primordial, al igual que el resto de las ciencias no ha logrado permear en el inconsciente colectivo, al considerarse como un conocimiento “reservado para mentes privilegiadas”, sostiene Teresa Rojano, especialista en Matemática Educativa del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (Cinvestav). “Hay un miedo a ese conocimiento. Un miedo a no ser capaz de adquirirlo y eso empieza un poco en entre la familia y se refuerza en la escuela.
Es una fobia heredada”, asegura en entrevista con SinEmbargo. Si los padres no tuvieron un acercamiento positivo con las matemáticas, los hijos tampoco lo tendrán. Sufrirán presiones, regaños y castigos sino obtienen buenas calificaciones, así que la experiencia con las ciencias exactas no será agradable entre una generación más. “A esos niños serán adolescentes, jóvenes y adultos que no les gustarán las matemáticas. Entonces, desertan de la escuela o cuando salgan a trabajar no le van a encontrar un sentido práctico a la vida”, asegura Jazmín Juárez Ramírez, candidata a doctora en Educación Matemática del Instituto Politécnico Nacional (IPN).
Pero, ¿hasta dónde es culpa del profesor y del sistema educativo? Sin duda, hay que atender asuntos de formación y de capacidades de los maestros, pero también se requiere de una modernización en los contenidos curriculares que se adapten a los nuevos tiempos, explica. Para los especialistas la solución se encuentra en las buenas prácticas docentes, aumentar el número de programas que profundicen en la enseñanza matemática y revisar las políticas educativas relacionadas con esta disciplina, lo cual, dará resultados dentro de dos o tres décadas, resalta José Antonio de la Peña, presidente del CIMAT, “es un problema de educación estructural y antiguo en la sociedad mexicana, por lo que ningún programa que se ejecute en este año mejorará los resultados para el siguiente año”.
EN BUSCA DE TALENTOS Luis Montejano Peimbert aún recuerda el discurso que dio cuando tomó posesión como presidente de la Sociedad Matemática Mexicana: “Deberíamos empezar una cruzada para convencer no sólo a los niños y los maestros, sino a toda la población en general, que pensar es extraordinariamente satisfactorio”, lo repite siempre que tiene oportunidad en su oficina. El especialista afirma que esa es la única manera de romper el círculo vicioso al que se enfrentan profesores que tienen la intención de ofrecerles a los alumnos un conocimiento matemático sólido, “hay que inculcarles a los niños que pensar es maravilloso.
Que se puede aprender matemáticas jugando”. A pesar del bajo nivel de aciertos que México obtiene en pruebas nacionales e internacionales, Peimbert descarta que sea una situación generalizada, pues “los pocos niños que no son destrozados por el sistema son buenísimo”. “No se trata de garbanzos de a libra o que sean mejores que el resto de los niños, sino que por alguna razón, que no entendemos cuál, se salvaron de ser aplastados por el sistema. Quizá los padres, quizá la escuela. No sé. Es algo que no entendemos”, bromea.
Mientras Estados Unidos y algunos países europeos realizan programas especiales para detectar jóvenes talentosos para ser canalizados con personal capacitado que los impulse a desarrollar su potencial, en México los programas ponen poco énfasis en impulsar el proceso de aprendizaje aplicable a otros niños, y así facilitar su gusto por las matemáticas y las ciencias en general.
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