lunes, 20 de mayo de 2013

Raymundo Riva Palacio - Daño (político) colateral

A nadie debería extrañar que el choque de grupos dentro del PAN haya subido un grado más en su escala de virulencia. Que el líder nacional del PAN, Gustavo Madero, amenazara con destituir a Ernesto Cordero como coordinador panista en el Senado, no es algo nuevo. Desde hace meses, el alfil de Madero en el Senado, Héctor Larios, mide sus fuerzas para encontrar el momento para descabezar a Cordero, que no ha sido posible por la falta de consenso dentro del partido para que Madero liquide a Cordero y dé un tiro de gracia al calderonismo, cuya cabeza actual es el senador.

Madero ha sido un líder marginado desde la campaña presidencial, al ser congelado por el entonces presidente Felipe Calderón y relegado por la candidata Josefina Vázquez Mota. Sobrevivió el desastre electoral porque la derrota se le acreditó a Vázquez Mota, por ser una candidata mediocre, y a Calderón, porque la crisis económica de 2009 y la guerra contra las drogas, les quitaron votos y lealtades. Tomó fuerza al cambio de gobierno porque invirtió todo su capital político en ayudar al presidente Enrique Peña Nieto a convertir en ley las reformas prometidas.


Madero comprometió el apoyo del PAN al Pacto por México, que es una especie de gobierno alterno donde se procesan iniciativas de ley que salen pre-aprobadas hacia las cámaras. Cordero siempre se ha opuesto al Pacto, como también muchos otros calderonistas. El propio Calderón se negó a recibirlo en vísperas de dejar el poder, para explicarle el mecanismo. No ha sido el fondo, sino la forma, de lo que se han quejado, que sintetizó este domingo Juan Ignacio Zavala, cuñado de Calderón y crítico más abierto de Madero, a quien llamó “pusilánime”.

La manera como se acusan de incompetentes, ignorantes y traidores en forma recíproca, llevó al propio Calderón a pedir recato. Poca autoridad moral tiene al exigir prudencia, cuando él mismo fue génesis de conflicto y descalificación de sus correligionarios, pero llama la atención su iniciativa, a sabiendas que carece de liderazgo en el partido. ¿Qué está sucediendo realmente en el fondo de este choque de tono onomatopéyico? Si se reduce el ruido y se disipa la tolvanera que provocó Madero con su amenaza, la incógnita es cómo él, que no se distingue por ser un bravucón de barrio, optara por aparentemente dirimir una diferencia con Cordero utilizando el lavadero como la arena para su discusión. Aparentemente, porque no es nueva ni era desconocida. ¿Por qué acelerar la contradicción de la pugna?

En el fondo se encuentra algo muy claro y público: la negativa de Cordero a que se abra un periodo extraordinario para discutir la reforma financiera. Para el PAN, discutirla ahora o en el siguiente periodo ordinario, en otoño, no es estratégico, como sí lo es para el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, que no quiere que se junten las reformas financiera y de energía en el siguiente periodo porque, quizás, el Pacto por México ya no tenga la fuerza para impulsar dos iniciativas de ese tamaño. El secretario de Hacienda, Luis Videgaray, a petición de los gobernadores, está de acuerdo en que la financiera -que tratará el tema del IVA- se posponga para evitar costos electorales, sin importar que vaya junto con la de energía a la prueba de fuego parlamentaria.

La visión de Osorio Chong es la que está representando deliberadamente o no Madero, quien desató los demonios azules por razones inexplicables todavía, pero que cuando se le coloca el contexto por el que atraviesan las reformas, sí luce como un ariete del secretario de Gobernación en el corazón del PAN, y da razones a sus críticos para acusarlo de haberse entregado al gobierno y al PRI, impulsado en el mejor de los casos, como lo acusó Zavala, por “un cúmulo de rencores mal procesados”.

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