México reaccionó con entusiasmo a la propuesta de Barack Obama de duplicar el número de jóvenes que estudian en ambos países. Antes de hablar sobre el futuro de esta excelente idea comentemos el pasado.
En 1958 los venezolanos, irritados por el apoyo que la potencia había dado a un sanguinario dictador, se amotinaron contra la visita a Caracas de Richard Nixon, en aquel momento vicepresidente de Estados Unidos.
Cuando poco después triunfa la Revolución Cubana, John F. Kennedy erradica -por algunos años- la indiferencia hacia América Latina y fusiona en una ley la educación con la seguridad (National Defense Educational Act). Para enfrentarse al comunismo y reducir el antinorteamericanismo, incrementan las becas para que estadounidenses estudien y entiendan lo que pasaba en América Latina. La iniciativa tuvo consecuencias inesperadas que dejo para otra ocasión.
Medio siglo después, otro presidente demócrata, Barack Obama, resucita la idea en un contexto radicalmente diferente. La influencia estadounidense disminuye en la región y el mundo y Obama lo reconoce proponiendo un intercambio equitativo de estudiantes. Ancla la idea en su creencia de que en el largo plazo el poderío de su país dependerá de la producción de conocimiento original y el respeto a los Estados Unidos vendrá del diálogo entre sociedades. El argumento proviene de la escuela que resalta la importancia del “poder blando” (soft power).
La propuesta de Obama fue recibida con entusiasmo en México porque ¿hay alguien que reniegue en público de una educación de excelencia o de la centralidad del conocimiento?
Aprovechar a plenitud esa propuesta requerirá cambios monumentales. El primero lo plantea Blanca Heredia: en intercambios académicos “debemos saber lo que hay y qué tanto funciona lo que hay” (“La Razón”, 3 de mayo de 2013). En otras palabras si en los últimos 40 años hemos enviado decenas de miles de personas a formarse en el exterior, ¿por qué estamos tan lejos de Corea y otros países que siguieron el mismo camino?
Formar a las élites en el exterior es una estrategia vieja. Se aplicó con gran éxito en el Japón posterior a la Restauración Meiji (1866). En México se institucionaliza en 1970 con la creación del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología por el presidente Luis Echeverría.
Esa institución ha becado a decenas de miles de jóvenes para ir a formarse al exterior. En la actualidad sólo apoya a mil becarios de los 14 mil mexicanos que se preparan en el país del Norte.
En cambio, este año China tiene en Estados Unidos a 194 mil estudiantes, India a 100 mil y Corea del Sur a 72 mil.
Para que la estrategia funcione debe ser parte de un proyecto integral de largo plazo. ¿Para qué formar jóvenes en el exterior cuando el país no se preocupa por crear los espacios para integrarlos al aparato productivo o al entramado educativo?
El país ha estado formando investigadores que terminan yéndose al exterior a buscar los trabajos y oportunidades que el país les niega. Según un estudio del prestigiado Pew Research Center, en los Estados Unidos hay 450 mil mexicanos con grados de maestría o doctorado.
Padecemos una fuga de cerebros porque la Reforma Educativa evitó a la educación superior donde hay un panorama preocupante. La planta docente envejece pero no deja sus plazas a los nuevos investigadores. Permanecen porque no quieren perder hasta 70% de sus ingresos cuando se jubilen (el salario para calcular la pensión es bajo, los ingresos vienen por estímulos que se pierden con la jubilación).
Otro problema es la baja calidad de la educación superior pública y privada. La mitad de quienes tienen estudios universitarios en México se dedican a actividades en otros campos y 40% tiene ingresos menores de cuatro salarios mínimos, sin prestaciones ni controles.
Barack Obama llamó a su programa “La fuerza de cien mil en las Américas”. Lo anunció en su país el 22 de abril y lo presentó formalmente durante su visita a México. Con ese trasfondo llegó al acto con 800 jóvenes mexicanos que se entusiasmaron con el carisma y la sonrisa de Obama y con la posibilidad de formarse en el exterior.
Nuestra juventud es competitiva, pero el tercer acuerdo (plasmado en un Foro binacional de educación superior, innovación e investigación) tendrá pleno significado cuando nuestras élites económicas y políticas se decidan a darle valor a la educación de excelencia y al conocimiento de calidad. ¿Se atreverán a hacer una reforma a fondo de la educación superior?
La miscelánea
¿Por qué le tiene tanto odio a los peatones la izquierda que gobierna la capital? En San Jerónimo la construcción de la Supervía Poniente (una decisión de Marcelo Ebrard avalada por Miguel Ángel Mancera) sacrifica en el altar de la ganancia fácil a quienes caminan. En Luis Cabrera dos empresas depredadoras (Copri y OHL) achican las banquetas -tanto que hay lugares por donde no circula una silla de ruedas-, destruyen árboles y hacen trizas el urbanismo con cara humana.- México, D.F.
Fuente: Reforma
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