Curioso por este viejo, el general fue hasta el templo para ver por sí mismo qué clase de hombre era este maestro. Como no fuera tratado con la deferencia y sometimiento a los cuales estaba acostumbrado, el general estalló en cólera.
-¡Estúpido!, – gritó mientras alcanzaba su espada-,
- ¡no te das cuenta que estás parado ante un hombre que podría atravesarte sin cerrar un ojo!
Pero a pesar de la amenaza, el maestro parecía inmóvil.
- ¿Y usted se da cuenta?, – contestó tranquilamente el maestro-
- ¿que está parado ante un hombre que podría ser atravesado sin cerrar un ojo?

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