El caso no es único. Más maestros de secundaria regiomontanos fueron sorprendidos, mientras aplicaban la misma prueba, en una animadísima conversación vía Facebook, donde compartían las respuestas que luego alimentaban a los alumnos ávidos de aprender cómo ser corruptos, pero líderes y de vanguardia: sus mentores se servían de las tecnologías de la comunicación para eludir los molestos controles propios de la aplicación, como los padres de familia presentes en los salones: “Eit. Mantenganse conectados por si ayy dudas con enlace” y “Apoyarnos. Y que nos llege cheque. Les voy a pasar respuestas sordeadamente a los wercos”, entre la mejor prosa de los mensajes. Quizá merezcan el bono: con tal ejemplo de modernidad, trabajo en equipo e iniciativa, los alumnos seguro se graduarán convertidos en ratas de calidad y excelencia, y no en las ratas vandálicas y tercermundistas que hay en Chiapas y Oaxaca, que hay niveles.
Lo más increíble de todo esto es que no haya ahora mismo en las calles de la capital norteña padres de familia levantados como un todo en la defensa de la honestidad y del trabajo duro, valores emblemáticos del Monterrey de antaño: lo hicieron contra un libro de texto único que, decían, iba a adoctrinar a su niñez en el comunismo y el ateísmo. 51 años después los ediles locales confirman que allí siguen la superstición y el rechazo al pensamiento crítico, pero veo con tristeza que los tanates, antes también distintivos de la ciudad, se han ido para no volver.
Fuente Milenio 11 jun 13
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