lunes, 24 de junio de 2013

Denise Dresser - Clasebajero

¿Acaso nos engañaron? ¿Acaso nos embaucaron? ¿Acaso midieron mal e interpretaron aún peor? Todos los que anunciaron con bombo y platillo que México se había convertido en un País de clases medias. Donde ya la mayoría podía comprarse un carro. Tener una hipoteca. Tomarse vacaciones. Mandar a sus hijos a una escuela privada. Ernesto Cordero exaltó esta supuesta realidad de forma reiterada en el sexenio pasado y todavía hay quienes repiten sus postulados como si fueran un mantra. México, el País de ingreso medio. México el País donde los pobres lo son cada vez menos.

Cubetada de agua helada entonces el reporte más reciente del INEGI. Chubasco para algunos analistas del Banco Mundial y algunos funcionarios del Gobierno federal. Chasco para algunos estudios de la Organización de las Naciones Unidas. México no es un País de clase media, sino uno con una población de clase baja. Las expectativas no se han cumplido; la estabilidad macroeconómica no ha rendido; los programas de alivio a la pobreza no han sido ni suficientes ni consistentes. Como lo revela el estudio "Clases Medias en México" aunque la clase media vio un ligero repunte en la primera década del Siglo 21, la mayoría de los mexicanos sigue estando dentro de un estrato social bajo. Trabajando intensamente. Luchando afanosamente. Sobreviviendo a cuestas.



Más de la mitad de los hogares –55 por ciento– es de clase baja. En ellos viven prácticamente tres de cada cinco mexicanos. En el otro extremo del espectro se encuentran los miembros de la clase alta, sólo 2.5 por ciento de los hogares en México, y en ellos vive apenas el 1.7 por ciento de la población. Diferencias abismales, brechas infranqueables, polos opuestos en el mismo País.

Y en cuanto a la clase media, prácticamente dos de cada cinco hogares se encuentran en ese estrato y en ellos vive casi el 40 por ciento de la población. La buena noticia es que a pesar del bajo crecimiento de los últimos 15 años, la clase media está creciendo. Del 2000 al 2010 aumentó en cuatro puntos porcentuales.

Personas que según el INEGI cuentan con una computadora, gastan alrededor de 4,400 pesos el trimestre en consumir alimentos y bebidas fuera del hogar, tienen una tarjeta de crédito, están insertas en el mercado laboral formal, cuentan al menos con educación media superior, y trabajan en el sector privado. Ese es el perfil del mexicano clasemediero hoy. Eso es lo que México ha logrado en las últimas décadas en las que no hubo devaluaciones constantes y crisis recurrentes y golpes de timón inconsistentes. La clase media pudo crecer un poco, con trabajo y muchas veces a pesar del Gobierno y no gracias a él.

El problema es que este grupo no logra aún ser mayoritario y el grupo que lo es –la clase baja– vive en una situación precaria. Vulnerable. Zozobrante. La pobreza puede presentarse con mayor probabilidad para la clase baja que corresponde al 55.1 por ciento de los hogares y 59.1 de la población del País. Sólo basta perder el empleo, enfrentar el incremento en el precio de los alimentos, padecer una crisis, enfrentar una recesión, sufrir un accidente, sucumbir a la enfermedad, vivir en un País con pocas redes de seguridad social y pocos logros gubernamentales para tejerlas.

Las razones para el lento crecimiento de las clases medias están directamente relacionadas con la falta de crecimiento de la economía en sí. Las razones tienen que ver con el País rentista y retrógrada en tantos aspectos. Allí están los sindicatos rapaces del sector público. Los empresarios atrincherados en sectores monopólicos. Las organizaciones campesinas aprovechándose de Procampo.

La burocracia obesa e improductiva apoltronada en el sector público. Actores dominantes que se comportan conforme a la lógica corporativa del pasado y así sabotean el futuro. Acostumbrados a defender privilegios en lugar de acumular méritos; acostumbrados a extraer rentas –cobros excesivos por sus bienes y servicios– en lugar de competir para disminuirlas. Y todos ellos protegidos por los partidos políticos que defienden su propio feudo, su propio monopolio, su propia carretada de dinero público. Cómplices de la mediocridad, artífices del anquilosamiento, arquitectos del México de más de lo mismo.

Más clases bajas, menos clases medias. El propio Banco Mundial señala en un informe recientemente publicado –"Cambiando el ritmo para acelerar la prosperidad compartida en América Latina y el Caribe"– que México no alcanzará el nivel de bienestar de los países más desarrollados hasta 2025. Y el principal obstáculo es la desigualdad social.

La disparidad económica. Los desequilibrios constantes de los niveles de vida. Y repite lo mismo que nuestra clase política. La urgencia de políticas fiscales progresivas. La necesidad de la transparencia y la eficacia institucional. La accesibilidad a los mercados. Una revolución educativa. Nada nuevo, nada distinto, nada a lo que en el sexenio de Enrique Peña Nieto alcancemos a vislumbrar. Nada que ayude a los clasebajeros. Esos que no son "ellos" sino una faceta, una parte de nosotros mismos.

Leído en http://www.noroeste.com.mx/opinion.php?id_seccion=104

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