sábado, 8 de junio de 2013

Estampas del narcomenudeo - Raymundo Riva Palacio

Raymundo
 
Raymundo
 
- PRIMER TIEMPO: Cuando las mañanas perdieron el sol. Qué maravillosos eran aquellos años para los habitantes de El Cascajal, la colonia en Tampico que era el centro de ebullición del comercio ilegal en los años previos a que Carlos Salinas saliera con la ocurrencia de firmar el Tratado de Libre Comercio. La llamaban “Macalito”, evocación de McAllen, que para el corredor de esa parte del norte del país veían como Manhattan. Nada era prohibido en esa colonia pese a estar prohibido, y el viejo Cártel del Golfo, que nació y se fortaleció con el contrabando, tenía ahí una de sus historias de éxito. A principios de esta década la alegría desapareció en una sola noche, cuando un grupo de personas prendió fuego frente a la casa del líder de El Cascajal para cambiar por la fuerza su forma de organización interna. Fuego y armas pusieron ante los vecinos que querían enfrentarlos. “Estamos limpiando El Cascajal,” respondieron.



No tardó mucho en que descubrieran que era el ejército de la noche que Osiel Cárdenas, jefe del cártel, había contratado hacía tiempo, Los Zetas. El entorno criminal de la colonia les había dado razones suficientes para instalar ahí mismo su centro de reclutamiento, que fueron consolidando con una expansión territorial donde florecieron las “tienditas”. El punto de venta en el negocio del narcomenudeo fue evolucionando como un modelo en que sus sicarios aprendían las lecciones básicas del negocio. Se les asignaba una “tiendita” y les vendían droga y armas a crédito, mientras iban demostrando sus capacidades criminales. Entre mayores utilidades, más “tienditas” les daban, hasta que consideraban que ya estaban listos para ser parte de los comandos de ejecución. Los jóvenes provenían de núcleos familiares rotos, de violencia familiar, sin educación ni ingresos. Pero sobre todo, sin tener ninguna esperanza o expectativa de vida. Los descamisados, los desposeídos, los marginados, encontraron una forma de vivir, violenta, de corta duración, pero llena de satisfactores materiales, aunque fueran efímeros. El Cascajal nunca fue una excepción a la regla, sino microcosmos de un país que todos, en ese entonces, estábamos construyendo.

- SEGUNDO TIEMPO: Cuando todo se disfrazó de protesta social. El 1 de mayo de 2006 los maestros de la Coordinadora magisterial en Oaxaca iniciaron su movilización para presionar al gobierno de Ulises Ruiz a mejorar sus condiciones salariales en la negociación a punto de comenzar. El 14 de junio, Ruiz envió a su policía a desalojar un plantón en el centro de la capital que afectaba seriamente al comercio, y contaba con el apoyo de la Policía Federal. Lo que no sabía era que el presidente Vicente Fox lo traicionaría y dejaría solo. La reacción de los maestros, para entonces vinculados con organizaciones sociales y un sector del EPR, fue buscar el derrocamiento de Ruiz, mediante el estrangulamiento de Oaxaca. En la tercera semana de agosto se instalaron entre 500 y dos mil barricadas, de entre la que sobresalió la más grande y duradera, la de la colonia Cinco Señores, que se convirtió en el símbolo de la resistencia popular y evocadora de romanticismo revolucionario. La barricada, sin embargo, tenía otro origen. No habían sido ni los maestros ni la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) quienes la habían instalado, sino dos sobrinos de José Díaz Parada, que no era un activista, sino el fundador del Cártel de Oaxaca, asociado primero con el Cártel de Tijuana y después con el de Juárez. Sus sobrinos tampoco actuaron por una motivación social, sino porque el clima de enfrentamiento permanente en esa colonia afectaba su negocio de antros, en donde concentraban su lucrativa empresa del narcomenudeo. La barricada fue para mantener vivo el narcomenudeo y la caja registradora abierta. Se quitó en noviembre de 2006, cuando los Díaz Parada, en el eclipse del movimiento, negociaron que la policía local se retirara mientras sacaban a sus sicarios de Cinco Señores, que en el epílogo de aquél conflicto, se encaminaba hacia el status quo previo a la movilización magisterial. Cinco Señores fue paradigmática, pero no sólo como la gran barricada del movimiento, sino como la única zona, aunque bañada en alcohol, prostitución y drogas, donde cuando todo el comercio de Oaxaca se hundió, siguió funcionando para el Cártel de Oaxaca.

- TERCER TIEMPO: La vieja herida en el barrio bravo capitalino. Si alguna zona fue emblemática del coraje indómito de sus pobladores, que se levantaron de las ruinas tras los terremotos de 1985 en la ciudad de México, fue Tepito. Muchas unidades fueron reconstruidas, algunas de ellas en el Callejón del Estanquillo, que incrementó su fama por razones diferentes. Durante largo tiempo, el callejón del Estanquillo se convirtió en uno de los 60 microcentros de narcomenudeo en Tepito, el mejor resguardado porque era una vivienda de una sola entrada que podía ser bien defendida, y uno de los preferidos en las redadas. Ventrículo del corazón criminal de Tepito, nunca dejó de estar en el radar de la información roja. En las últimas tres semanas cuatro de sus residentes fueron asesinados y otros 12 se encuentran quién sabe en dónde. No hay pistas definitivas, sino líneas de investigación, admite el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera, que de este tema sabe mucho. Como procurador capitalino decía que en la ciudad se vendía y compraba droga todos los días en pequeñas dosis, derivado del narcomenudeo, que en 2010 llevó a la cárcel a ocho mil presuntos microtraficantes. Más del 70% obtuvo su libertad, porque la PGR no pudo probar que la droga que les encontraron era para su venta y no, como alegaban, para su consumo personal. No todos eran de Tepito, pero el barrio era como una marca bien ganada. Por ejemplo, varias de las personas muertas o desaparecidas en mayo y junio tenían vinculación con el narcomenudeo y pertenecían a la misma banda, La Unión, una de las 15 pandillas que se dedican al narcomenudeo en la colonia, entre la que se encuentra el que se autodenomina Cártel de Tepito, que tiene confundido a más de uno que piensan que es una gran organización independiente. La verdad es que en Tepito se cruzan varios cárteles, aunque predomina el del Pacífico, que tomó el control tras el debilitamiento de los hermanos Beltrán Leyva. Ahora también tiene metida a la mafia china, que no es amiga de la coreana, que controla la zona donde se encuentra el bar Heaven After, donde desaparecieron 12 jóvenes. La telaraña de Tepito no es asimétrica. Es un laberinto pintado de rojo, de lealtades y traiciones, ambiciones y odios de un negocio más violento que redituable—ecuación que no le importa a muchos, como se ha comprobado con los años.

Fuente: La Razón.

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