La figura novedosa es el Candigato Morris
Manuel Espino
Inadvertidas para el grueso de la población, en la mayor parte del territorio nacional se han desarrollado campañas destinadas a renovar congresos locales, ayuntamientos y una gubernatura, la de Baja California.
Se dirimen espacios de poder público con los recursos materiales y humanos que ello implica; hay un gran simbolismo en que se trata de la primera gran elección del nuevo sexenio; el PRI buscará comprobar que ganó la presidencia no por un voto de castigo a Felipe Calderón o con malas artes, sino por un genuino acercamiento a la sociedad que ahora habrá de refrendarse.
El PAN y el PRD buscarán sobrevivir, aunque enfrentan un panorama por demás oscuro. El segundo sufre sus habituales jaloneos y avanza hacia las urnas sin el que ha sido su sostén —discursivo y estratégico— durante casi tres sexenios: Andrés Manuel López Obrador; una baja extremadamente sensible, pues hasta la identidad del PRD llegó a confundirse y definirse alrededor del tabasqueño.
El PAN tiene enfrente un reto aún mayor. Sus generales —tanto los institucionales como los informales— están tan deteriorados que los soldados los ven con vergüenza y se encuentran confundidos e inmóviles. ¿A quién puede dirigirse con orgullo el militante panista? ¿A Madero, a Zavala, a Cordero, a Gil? ¿A sus expresidentes Germán Martínez o César Nava? ¿Al exiliado Calderón? Ése es hoy el liderazgo del PAN: los saldos del calderonato.
No hubo una sola propuesta capaz de insertarse en el debate nacional, dominado por variantes de un mismo tema: la corrupción. Este proceso electoral ha estado definido por una agenda de escándalos que tocan a todos los partidos.
Es tan escasa la oferta de líderes y propuestas de los partidos, que la única figura novedosa durante estas campañas es el Candigato Morris, abanderado simbólicamente a la alcaldía de Xalapa, Veracruz. Medios de todo México, de Europa y Estados Unidos han hecho eco del mensaje de esta singular propuesta: juntar suficientes votos nulos para invalidar la elección municipal.
Lo que más claro queda es la ausencia de partidos fuertes, carismáticos, capaces de asumirse como caja de resonancia de las demandas genuinas del país. Hay un claro divorcio entre la sociedad y las únicas instituciones que pueden postular ciudadanos a puestos de elección popular, lo que implica ahondar la distancia entre gobernante y gobernado, restar legitimidad a la autoridad y abonar al abstencionismo.
Ciudadanos de diversas tendencias políticas nos hemos propuesto crear un partido no sólo nuevo, sino diferente, plural en esencia y eminentemente social: Concertación Mexicana. No se trata de crear una herramienta para llegar al poder, pues de eso los mexicanos ya están hastiados.
Hay visiones que se oponen a la consolidación de un proyecto cívico, pero los concertadores seguiremos adelante: nos mueve darle a México lo que ha faltado: un espacio de participación real, efectiva, capaz de hacer del ciudadano el centro de la vida política.
www.twitter.com/ManuelEspino
manuespino@hotmail.com
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