- Está muerto el PAN que, en 1938, fundó Gómez Morín
- Tras 75 años, lo mataron poder y ambición sin límites
Lo que se vive al interior del PAN es mucho más que la crisis producto de la pérdida del poder. Es mucho más que el mayor fracaso cultural en la vida política de Acción Nacional en sus más de siete décadas.
En realidad, se puede decir que en el Partido Acción Nacional están de luto. Y es que –les guste o no a los militantes del partido azul–, el PAN está muerto. En los hechos, dejó de existir el partido que en 1938 del siglo pasado, fun-daron Manuel Gómez Morín y un puñado de ciudadanos visiona-rios que desde entonces aposta-ron a la democracia como institu-ción capaz de paliar los grandes rezagos sociales.
Está muerto el PAN que nació y se forjó a lo largo de medio siglo como la conciencia moral y ética de la política mexicana y de sus políticos; que se fundó como instrumento ideológico para dignificar el ejercicio del poder y a los hombres de poder.
Está muerto el PAN que nació con la misión de construir ciudadanos; de educarlos en demo-cracia, para sembrar la cultura democrática en todos los rincones del país y en todos los estratos sociales y para pavimentar de bien común los caminos de México.
Está muerto el partido que se propuso como apostolado no sólo ser, sino parecer todo lo contrario a lo que era y parecía el PRI. Y es que murió el partido que siempre denunció la corrupción, la antidemocracia, el clientelismo, la ratería, el corporativismo, el enriquecimiento con los cargos públicos y el engaño sistemático de los hombres del poder a los ciudadanos.
Murió el partido que por medio siglo fue víctima de todas las transas electorales –las posibles y las imaginables–, y que peleó con uñas y dientes para hacer las elecciones creíbles, confiables, equitativas, transparentes, legales y para terminar con todas las prácticas que durante más de medio siglo fueron la principal característica del viejo PRI.
Murió el partido que por décadas denunció la corrupción de los gobiernos municipales, estatales y el federal; que acusaba a los presidentes de la República de mangonear al partido, a sus líderes, a sus gobernadores y legisladores a su antojo.
Murió el partido que nació para ser contrapeso al PRI y a la delirante izquierda; el partido de los políticos de ideas, abogados y hombres que cultivaron el diálogo, la razón, la autocrítica, la cultura de la derrota y el debate abierto de las ideas, por sobre las prácticas de la imposición, la ce-rrazón, la antidemocracias, las de-cisiones verticales, autoritarias, la censura y la sinrazón.
Murió el partido que pregonó el apostolado democrático, la rectitud política, la honestidad y el bien común y que no nació para alcanzar el poder por el poder, sino para empoderar a los ciudadanos, con los instrumentos de la cultura democrática y la honestidad política.
¿Y por qué al cumplir 75 años de vida murió el PAN que funda-ron Manuel Gómez Morín y un puñado de mexicanos visionarios?
EL PODER QUE MATA
1.- Al PAN lo mataron el poder y la ambición sin límite de un puñado de políticos como Felipe Calderón, Gustavo Madero y Ernesto Cordero –entre muchos otros–, que no fueron capaces de procesar la derrota electoral y la pérdida del poder presidencial.
2.- Al PAN lo mató la soberbia del poder que hace suponer a Felipe Calderón que puede seguir mangoneando a trasmano el partido, cuando la realidad es que
–igual que Vicente Fox–, Calderón dejó de ser un verdadero líder y se convirtió en jefe de una facción que divide y polariza.
3.- Al PAN lo mataron la co-rrupción y la deshonestidad; enfermedades que lo atacaron desde hace 15 o más años en gobiernos municipales, estatales y en los dos sexenios federales. Cuando llegó al poder, el PAN se comportó igual al viejo PRI que cuestionó durante décadas. Proliferaron los líderes y gobernantes tranzas, rateros, mentirosos, que ponde-raban el negocio por sobre los principios y la doctrina.
4.- Al PAN lo mataron los grupos políticos que dentro y fuera de los muros panistas, echaron mano de las mismas prácticas electorales corruptas y tramposas que denunciaron por décadas los apóstoles del PAN. Los “mapa-ches” que denunció el PAN a lo largo de medio siglo, hoy son felices huéspedes del PAN y se llaman mapaches azules.
5.- Al PAN lo mataron las groseras peleas por el poder y el dinero, en donde los líderes –jóvenes o viejos–, se exhiben como vulgares ladronzuelos que buscan la plata pero enseñan el cobre.
6.- Al PAN lo mataron las traiciones; la traición a sus principios, su doctrina, apostolado y compromiso social. Pero también la condición humana de la traición. ¿Cuántos de los panistas que hoy pelean por dinero y poder ayer traicionaron a la candidata Josefina Vázquez Mota; cuántos hicieron campaña desde el PAN y desde el poder a favor del Enrique Peña Nieto y en contra del PAN del que ahora pretenden robar –literalmente–, la plata?
FUERA MÁSCARAS
El espectáculo es penoso, grotesco, pero aleccionador. En realidad los ciudadanos de a pie debemos dar gracias a los señores Calderón, Cordero y Madero –y a muchos otros–, por el magnífico regalo a los ciudadanos. ¿Por qué? Porque confirmaron, a los ojos de todos, que está muerto el PAN que conocimos en su fundación y en sus primeras décadas.
Hoy el PAN es un partido del montón; un puñado de ambiciosos a los que sólo les importa el poder por el poder, que pelean por repartir entre ellos el dinero público, sin importar la doctrina y menos los principios y valores que antaño los identificaba como el partido diferente.
Pero lo que pocos han visto es que detrás de la pelea por el dinero en el grupo parlamentario del Senado, en realidad se pelea la dirigencia del partido, el papel del PAN en las grandes reformas, en el Pacto por México –en los próximos meses–, y sobre todo la candidatura presidencial de 2018.
Dicho de otro modo, que el ganancioso de la pelea por el PAN será el nuevo jefe del partido a partir de 2014; tendrá a su disposición la chequera de miles de millones de pesos de dinero público y –lo más importante–, la candidatura presidencial para 2018.
Por eso el senador Ernesto Cordero suplica el apoyo de Peña Nieto. Le dice: “Te apoyo en tu reforma energética, si me apoyas para ser presidente del PAN”. Es decir, Cordero le propone a Peña Nieto traicionar a Madero; igual que Cordero traicionó a la señora Vázquez Mota.
Y es que Gustavo Madero –les guste o no a los calderonistas–, les ganó la jugada al entender la importancia de meterse al Pacto por México; acuerdo que hoy es el “el objeto del deseo” de la clase política mexicana, entre otros de Marcelo Ebrard. Al tiempo.
| twitter-@Ricardo Aleman Mx |www.ricardoaleman.com.mx
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