viernes, 5 de julio de 2013

Raymundo Riva Palacio - Espías en conflicto



Bien. Ante las revelaciones del ex técnico de la CIA, Edward Snowden, de que el gobierno de Estados Unidos había espiado la Embajada de México en Washington, la cancillería le pedirá explicaciones al Departamento de Estado, a través del embajador Eduardo Medina Mora, quien, caprichos de la geopolítica, fue director del Cisen durante el gobierno de Vicente Fox, y llevaba parte de la relación con la DEA y la CIA en el de Felipe Calderón, como procurador general. O sea, preguntará por qué espiaban a este país quien como trabajo tenía supervisar el espionaje sobre aliados y enemigos del Estado mexicano, y exigirá aclaraciones a aquellos con quienes realizó operaciones de espionaje conjunto en México. Si piensa que es absurdo o ridículo, lo es.





Los países aliados, como es el caso de México y Estados Unidos, comparten información sobre temas de mutuo interés y se espían en forma permanente. Con más recursos y dinero, los estadunidenses pagaban informantes dentro del gobierno -al menos dos presidentes, Adolfo López Mateos y Luis Echeverríaentran en esa categoría- para obtener información directa, o para colocar dispositivos de escucha en lugares estratégicos -el presidente José López Portillo descubrió que tenía conectada su oficina a grabadoras de la CIA-. Trabajó estrechamente con la policía política -el legendario jefe de ese departamento, Miguel Nassar Haro, era un activo de la CIA-, en el espionaje de los viejos enemigos de Washington, el bloque europeo oriental encabezado por los rusos, cubanos y chinos, principalmente, que habían hecho de México, hasta los 70, su principal base de operaciones clandestinas contra Estados Unidos.

Esto no los hacía hipócritas ni cínicos. En el arte de la inteligencia, el acopio de información es fundamental para realizar análisis, diagnósticos, trazar escenarios y preparar respuestas. Ningún país que se respete carece de inteligencia civil y militar, por lo que reveló Snowden es una verdad de Perogrullo. No se sabe, sin embargo, si en el caso de México, como sí lo es con las potencias nucleares o rivales de Estados Unidos, el espionaje era aleatorio, porque no representaba una amenaza militar, o permanente. Pero la presunción que eran escuchados estaba asumida por México, y cuando llegó Arturo Sarukhán como embajador a Washington, le dieron el presupuesto para establecer protocolos de seguridad. Nadie podía entrar con móviles a la Embajada, y se instalaron chapas con dispositivos dactilares y códigos para acceder a pisos y oficinas especiales.

Se instaló una línea roja gubernamental segura -la famosa red- para comunicarse directamente con el Presidente y funcionarios de alto nivel en México, además de un sistema de teleconferencia encriptadodel Cisen. Cuando los temas eran extremadamente delicados, se procedía a un recurso estándar en todos los países que saben que aún la más alta tecnología puede ser vulnerada: utilizar teléfonos desechables una sola vez, y conversar y tener acuerdos caminando por las calles.

El espionaje en Washington no es algo que asuste a nadie. Así como la contrainteligenciaestadunidense espía a todos los países que le signifiquen algo, éstos hacen lo mismo en la capital de esa nación. En México pasa lo mismo. Los servicios de inteligencia que operan en México más afamados por su calidad y capacidad son los ingleses -MI6, y desde el sexenio pasado también el MI5, que es la contrainteligencia militar-, los rusos -con el Servicio de Seguridad Federal (FSB), y el GRU, que es la inteligencia militar exterior-, los cubanos -la Dirección de Inteligencia, que antes se le conocía como el G-2-, y los israelitas -con el Mossad y el Shin Bet, de contrainteligencia. También operan en México alemanes, canadienses, venezolanos, franceses y españoles, entre otros, quienes hacen monitoreo eintervención. La disrupción de comunicaciones telefónicas o electrónicas ni siquiera se hace in situ. Durante muchos años las orejas satelitales de la Agencia de Seguridad Nacional estuvieron en Antigua, en el Caribe anglófono, para lo que corresponde a América Latina, y las del Pentágono en el Fuerte Huachuca, en Nuevo México.

La postura de la cancillería es políticamente correcta, pero impráctica. Si se envía la instrucción al embajador de que pida explicaciones o no, es irrelevante. Ni siquiera tendría que ir al Departamento de Estado para saber la respuesta. Los dos países han colaborado en esta materia desde los albores de laGuerra Fría en 1947, cuando a imagen y semejanza de la recién creada CIA, se fundó la Dirección Federal de Seguridad, que casi cuatro décadas después, se transformó en el Cisen. Espiar juntos a sus enemigos o contra ellos mismos, es parte de la vida cotidiana de la inteligencia, por lo que nadie se sorprende ni alarma. Lo demás es retórica para consumo del público, que en esta materia suele estar bastante desinformado.


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