sábado, 13 de julio de 2013

Raymundo Riva Palacio - Espionaje en México, una vieja historia

PRIMER TIEMPO: Siempre hubo compañías que no son empresas. En los 70, el desertor de la CIA, Phillip Agee, escribió un libro sobre el espionaje en América Latina donde llamó a la agencia de inteligencia “La Compañía”, por sus siglas leídas en español. Pero más de un siglo antes existió “The Mexican War Spy Company”, (“Compañía de Espionaje de la Guerra Mexicana”), que fue el servicio de inteligencia que armó el Ejército de Estados Unidos durante la invasión a México en 1847-48. Bajo las órdenes del coronel Ethan Allen Hitchcock, en la fuerza invasora que desembarcó en Veracruz al mando del general Winfield Scott, se formó en Puebla, en preparación al ataque sobre la ciudad de México, con el reclutamiento del líder de una banda de ladrones de caminos, Manuel Domínguez, quien puso a su disposición a 100 prisioneros que a cambio de su libertad, estarían dispuestos a ser agentes de Estados Unidos. 




Esos reos fueron llamados “Los Poblanos”, que servían de correos primero, combatían a las guerrillas mexicanas de resistencia, y más adelante, disfrazados de vendedores de frutas y verduras, informaron sobre las posiciones militares de defensa. Hitchcock pagó a funcionarios del gobierno de Antonio López de Santa Anna, y a desertores del Ejército, quienes le dieron detalles de los planes de defensa y movilización de tropas, que le permitió al general Scott un ataque sobre la ciudad de México rápido y efectivo. Empezó el 19 y 20 de agosto en Padierna (Contreras), y Churubusco —donde está el Museo de las Intervenciones—, y concluyó en el Castillo de Chapultepec el 13 de septiembre, consolidándose la invasión. Este pasaje, así como refleja una larga historia de mexicanos traidores y funcionarios corruptos, también enseña cómo lo que hoy siguen haciendo los servicios de inteligencia estadounidenses, ha sido recurrente a través de los siglos. Domínguez, por cierto, cuando su vida corrió peligro, fue enviado por Hitchcock a Nueva Orléans, con lo que le pagaron sus servicios. Y la historia de la “Compañía de Espionaje de la Guerra Mexicana”, se encuentra documentada en la biblioteca del Fuerte Huachuca, en Arizona, donde la Agencia de Seguridad Nacional, que realiza el espionaje cibernético global, escucha a México.

- SEGUNDO TIEMPO: La Compañía siguió en el negocio en los 60 y los 70. Un siglo después del uso eficaz de inteligencia y espionaje a México, que provocó la pérdida de más del 50% de su territorio, otro Scott, pero no Winfield como el coronel, sino Winston, construyó toda una época de la inteligencia estadounidense en México. Durante poco más de una década Winston Scott, jefe de la Estación de la CIA en México, dirigió desde el quinto piso de la Embajada de Estados Unidos operaciones clandestinas contra los países comunistas —eran tiempos de la Guerra Fría—, tuvo en su nómina a tres presidentes mexicanos, y a uno de ellos, porque no se trataba de amistad sino intereses, trató de desestabilizar. En las operaciones contra países comunistas tuvo la colaboración directa del gobierno mexicano a través de dos figuras legendarias, Fernando Gutiérrez Barrios y Miguel Nazar Haro, considerados como “activos” por la CIA —por su cooperación—, pero de quienes no se sabe que les pagara “La Compañía”, como a Adolfo López Mateos —quien asumió a Scott como parte del grupo de amigos íntimos—, Gustavo Díaz Ordaz —de quien fue confidente—, yLuis Echeverría —que les hizo grandes servicios, como desmantelar la estación de la KGB en México—. Se ha documentado ampliamente la colaboración de los ex presidentes con la CIA en el libro de Philip Agee —“Adentro de la Compañía”—, pero poco se sabe que el más odiado de los tres por los mexicanos, Díaz Ordaz, fue sujeto de una operación de desestabilización porque durante su gobierno se aprobó una ley contra las multinacionales. Se llamó “Operación México”, y entre lo que se hizo fue el sabotaje a empresas mexicanas —sobre todo en la industria del azúcar y del comercio al menudeo— para dejar libre el camino de filiales estadounidenses, y asesinatos que buscaban generar conflictos diplomáticos con otros países. En esos años la CIA infiltró y desestabilizó universidades, pagó a líderes sindicales, periodistas, políticos y diplomáticos para salvaguardar los intereses de Estados Unidos. Nada nuevo a lo que ya había pasado, y a lo que estaba por venir.

- TERCER TIEMPO: Pero en el nuevo milenio, se nos pasó un poco. Es cierto que en México no deberíamos de escandalizarnos porque hay una colaboración de inteligencia institucional, legal, legítima y acordada entre países, que es recíproca y respetada. Pero de lo que sí habría que revisar, porque es escandaloso, es la forma como en el gobierno de Felipe Calderón se le otorgaron atribuciones a los servicios de inteligencia de Estados Unidos, por fuera de los acuerdos institucionales, y en algunos casos, al margen de la ley. Uno: la autorización de agentes de la CIA y la DEA para que pudieran portar armas en territorio mexicano, algo siempre prohibido. ¿Quién lo permitió? Otro: que agentes de la DEA y la CIA participaran y redactaran preguntas en interrogatorios en el Ministerio Público Federal, y llegar a darles prioridad para hablar con los presuntos criminales antes que a los mexicanos. ¿Quién lo autorizó? Uno más: la participación y dirección de los servicios de inteligencia estadounidenses en operaciones contra capos del narcotráfico, como en los enfrentamientos donde murieron Arturo Beltrán Leyva en Cuernavaca en diciembre de 2009, y Antonio Ezequiel Cárdenas GuillénTony Tormenta, en noviembre de 2010 en Matamoros. ¿Quién les otorgó esa facultad? En el gobierno de Calderón, la colaboración con Estados Unidos alcanzó máximos sin precedente a nivel institucional, pero no fue todo. Hubo funcionarios que abrieron las puertas a los servicios de inteligencia estadounidenses a espaldas incluso del propio ex Presidente —el incidente en Tres Marías en agosto de 2012 es un episodio aún en tinieblas— que provocaron tensión y conflicto dentro de los dos países y entre ellos. ¿Qué tanto durante la pasada administración el espionaje rebasó a los criminales y se hizo sobre ciudadanos mexicanos? ¿Qué tanto fue para ajustar cuentas con críticos o disidentes y no sólo para combatir delincuentes? Las preguntas de hoy no son para Estados Unidos, que tendrá que responder las que le haga el gobierno de Enrique Peña Nieto, sino para el gobierno de Calderón y su gabinete, que en esta materia, nos debe una detallada explicación.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
Twitter:
 @rivapa



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, sean civilizados.