La jueza militar Denise Lind impuso 35 años de cárcel a Bradley Manning, el soldado y analista de inteligencia del Ejército estadounidense autor de la filtración más grande de la historia de documentos clasificados, conocida ahora como los cables de WikiLeaks.
El proceso judicial, en el que la fiscalía pretendía refundirlo en la cárcel -primero con 90 años de prisión, después con la pretensión de 60-, llevó a la defensa de Manning a mostrarlo como un ser frágil, desvalido, de sexualidad no resuelta, que terminó por pedir perdón.
Ante la Corte marcial de Maryland, Manning dijo: "Comprendí que lo que estaba haciendo estaba mal, pero no aprecié los efectos más amplios de mis acciones... Herí a personas y herí a Estados Unidos".
Amenazado por una sentencia desmedida, el soldado y sus abogados abandonaron la idea de defenderse al defender los derechos de los demás.
La estrategia legal prefirió mostrarlo como alguien con problemas, inseguro, arrepentido, en lugar de los alegatos por el derecho a saber, los derechos fundamentales y la libertad de información.
El juicio militar despojó de toda carga heroica a la conducta de Manning. Se presentó lo suyo como el resultado de un arranque propio de alguien que se encontraba -al momento de hacer lo que hizo- en condiciones prácticamente de extravío.
La amenaza de una sentencia desmedida inhibió, sin duda, los alegatos sobre la libertad de conciencia y los deberes para con los demás, que debieron estar en el centro del proceso judicial.
De héroe cívico, lo degradaron a muchacho desorientado.
La puntilla para tratar de desdibujar al símbolo en que se ha erigido el soldado fue la carta que se le atribuye, enviada al programa "Today" de la cadena norteamericana NBC News.
Del comunicado enviado a la televisión se daría cuenta el mundo en apenas unos minutos.
"Soy una mujer. Me llamo Chelsea", se leyó ante millones de televidentes. "Dado cómo me siento y cómo me he sentido desde mi infancia, quiero comenzar una terapia hormonal tan pronto como sea posible. Espero que me apoyen en esta transición".
La imagen divulgada muestra al soldado Manning con una peluca rubia y la boca pintada con un labial.
El hecho se da después de que, durante el proceso, un psicólogo militar presentara su testimonio, señalando que el soldado parecía estar aislado y bajo una intensa presión cuando tomó la decisión de filtrar. El joven de 25 años, inmerso en un ambiente hipermasculino como el Ejército, se encontraba, dijo, en una lucha interna por definir su sexualidad. Ése era su estado al momento de capturar y después filtrar cerca de 750 mil documentos y videos clasificados del Gobierno de Estados Unidos a WikiLeaks.
El manejo simbólico del caso pretende que Manning no sea visto como quien actuó desde una conciencia plena. No como quien, apelando ante sí, decidió que lo que él sabía tenían derecho a saberlo los demás.
No sólo para castigarlo por su osadía, sino para inhibir cualquier conducta que se le parezca es que a Manning se le condena. Pero no sólo eso, sino que se transmuta el debate sobre el derecho a saber y sobre los propios asuntos revelados.
Independientemente del respeto que merece lo que cada quien decida acerca de su propia sexualidad, y si lo comunica o no públicamente, lo de Bradley Manning parece más una estratagema. Quienes condujeron el proceso lo han hecho en la ruta que pretende aniquilar una imagen, un símbolo y una figura referencial.
No necesariamente sucederá. Manning se ha convertido para algunos en la imagen de un gran traidor, pero también para otros un ejemplo a seguir. Tal vez Edward Snowden, el ex contratista de inteligencia de Estados Unidos -que, a su vez, ha revelado asuntos escandalosos y dejado muy mal parado al Gobierno de Obama-, haya tenido en Manning a una figura referencial.
La sentencia al soldado envía muy malas señales a quienes por años han colaborado con la tarea periodística a través de filtraciones.
Para el Comité de protección a periodistas, en Nueva York, "los fiscales militares que persiguieron agresivamente a Manning buscaron una sentencia severa por el mensaje que envía a futuros informantes... se envía un mensaje inhibidor e inequívoco a los periodistas y a sus fuentes".
A pesar de todo, y una vez emitida la sentencia, el soldado Manning difundió un comunicado para explicar que lo que hizo fue "por amor a mi país y por sentido del deber con los demás". Rescató al final, con esas líneas, el sentido original de su conducta.
Fuente Reforma
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