Si se quieren ver las cosas en frío, tienen un punto de razón los priístas que, como el coordinador de los senadores, Emilio Gamboa, le exigen garantías al gobierno del DF, al jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera.
En el mundo ideal, la Policía Federal tendría que hacerse cargo del interior del Palacio Legislativo de San Lázaro y el edificio del Senado, y la policía capitalina de la calle y los accesos. El problema es que, desde hace mucho, nadie, en el DF o en México, se hace plenamente responsable de la calle.
Mancera tiene razón, por tanto, cuando afirma que, en el punto en que se encuentran las cosas, soltar a la policía equivaldría a crear un campo de batalla. Que no se le pida de un día para otro a la autoridad de la capital que resuelve un desastre que nadie ha tenido la inteligencia ni las agallas de resolver.
Y que los priístas se hagan cargo de sus decisiones. Fueron ellos quienes aceptaron la solicitud del PRD de “bajarle a la reforma” para que los maestros de la CNTE “le bajaran a la protesta”. Ahí están las consecuencias: se le quitó el corazón a la Reforma Educativa (aunque Manlio Fabio Beltrones insiste que solo será por “dos o tres semanas”) y los maestros estuvieron ayer más agresivos que nunca.
Mancera no tiene la culpa. No en esta circunstancia. No mientras los gobiernos no comiencen a dirimir este tipo de conflictos con inteligencia y anticipación, y aprendan a imponer el orden dentro de la legalidad.
Si el Gobierno Federal y los otros gobernadores no lo han hecho, no lo hacen ni lo saben hacer, no jodan entonces a Mancera.
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