Pero ahora en la página 10, debajo de un par de notas fechadas en Beirut y Gaza, compartiendo la parte inferior de la plana con el Congo y la salud de Nelson Mandela, “crítica, pero estable”.
México no apareció ayer en el “New York Times” por las razones de principio de año, aquel sentimiento internacional de que los buenos tiempos estaban por llegar al fin. La página 10 da cuenta de la crisis desatada por los maestros en el DF, en especial el cerco del viernes al aeropuerto.
El “New York Times” no se distrae en el estéril discernimiento de si la responsabilidad de contener y aplacar las protestas de la CNTE es del Congreso, el Presidente de la República, etcétera. Recupera el viejo diagnóstico sobre las miserias educativa mexicanas y sentencia: “Pensar que 2013 comenzó con la esperanza de que los cambios estaban por llegar”.
El asunto de los maestros está ahora en manos de la Secretaría de Gobernación. Podrá decirse que, más allá de las consabidas deshonras y perjuicios “menores” para el ciudadano común y corriente, no ha ocurrido nada grave. El Gobierno Federal, sin embargo, no podrá obtener menos que el cese incondicional de bloqueos, intimidaciones, agresiones y afectaciones a millones de niños y mexicanos de a pie, sin usar de moneda de cambio la legislación del Servicio Profesional Docente, corazón de la reforma educativa que, por prudencia, temor o ingenuidad los legisladores del PRI y el PRD cancelaron “para distender el ambiente”.
Cualquier otra cosa será claudicante. Garantía de que México seguirá dominado por lo artero y condenado a las planas interiores del mundo. Las planas de las enfermedades y los fracasos.
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