Esta semana, el presidente Peña presentará su iniciativa de reforma energética. Es, creo, la más importante de todas las contempladas en la amplia agenda reformista de este sexenio.
Por lo menos es la que están esperando ávidamente los capitales nacionales y extranjeros para ver si invierten más dinero en México. Como sabemos, el PAN ya presentó su propuesta que abriría al capital privado prácticamente todo el sector energético incluyendo la electricidad.
La izquierda, por su parte, quiere una reforma administrativa de Pemex sin enmendar la Constitución. Sólo falta, entonces, la iniciativa del gobierno priísta para comenzar la negociación. Dos preguntas rondan estos días: ¿qué tipo de reforma propondrá Peña (más cercana a la del PAN o a la izquierda) y qué está dispuesto a hacer para empujar su iniciativa en el Congreso? La respuesta a estas dos preguntas determinará, en gran medida, el resultado final de la esperada reforma energética.
Si Peña presenta una iniciativa cercana hacia la izquierda, los mercados lo tomarán como una "no reforma". Volver a proponer la autonomía de Pemex o su fortalecimiento administrativo, no atraerá a ningún capital privado. Por el contrario, se decepcionarán e irán a buscar opciones más atractivas para hacer negocios en otras economías emergentes.
Si Peña va por una iniciativa que esté entre la del PAN y la izquierda, me parece que tampoco generará mucha emoción que digamos en el sector privado. Se verá como una típica salida priísta del pasado: en búsqueda del consenso, se opta por una medio reforma.
Para emocionar a los mercados y capitales privados, Peña tiene que ser audaz. Tan audaz como lo ha prometido en la prensa financiera internacional. Eso es lo que están esperando los capitalistas. Algo cercano a lo que presentaron los panistas, es decir, una reforma de calado, audaz, que sacuda el estatus quo, que promueva grandes inversiones.
Ahora bien, esto significaría sacar de la jugada política a la izquierda. Hay que recordar que una alianza del PAN, PRI y PVEM tienen los votos suficientes para enmendar la Constitución. No se necesita, entonces, a los partidos de izquierda para sacar adelante una reforma audaz. La izquierda que está en el Pacto por México dice, por su parte, que el peligro de hacerlo así es que haya movilizaciones multitudinarias en contra de la reforma energética que pongan en peligro la estabilidad política del país. En otras palabras, los perredistas le están advirtiendo a Peña que, si los sacan de la jugada, ellos podrían irse a protestar junto con López Obrador.
Lo cual nos lleva a la segunda pregunta. ¿Qué está dispuesto a hacer el Presidente para empujar su reforma energética?
El asunto tiene dos vertientes. Primero, desde luego, conseguir los votos en el Congreso. Eso se podría hacer con una negociación de quid pro quo con el PAN: la energética a cambio de la política-electoral. La segunda vertiente tiene que ver con el poder de persuasión del Presidente. Si Peña quiere una reforma de verdad, tiene que demostrar que está dispuesto a salir al público, ejercer su liderazgo y convencer a la opinión pública. No puede dejarle el terreno libre a López Obrador.
Bien decía Richard Neustadt que el "poder presidencial es el poder de persuadir". El teórico del presidencialismo argumentaba que "de los presidentes se espera más de lo que les permite su autoridad. Persuasión y negociación son los medios que tienen los presidentes para influir en las políticas públicas".
Otro politólogo, Samuel Kernell, a partir de las ideas de Neustadt, desarrolló toda una teoría de la importancia para un Presidente de "ir al público". A fin de movilizar a la clase política, el jefe del Ejecutivo, que cuenta con la poderosa herramienta de un púlpito nacional, debe convencer al público con un mensaje muy claro de por qué convienen sus propuestas: "La tenacidad es importante. Si un presidente no puede convencer a otros de que inevitablemente ganará, por lo menos debe convencer de que será costoso no apoyarlo. No puede castigar a todos, pero sí puede castigar selectivamente a los adversarios y premiar a los aliados".
Esta semana veremos la primera prueba de hasta dónde Peña Nieto está dispuesto a utilizar el poder presidencial para empujar la reforma energética. Por el tipo de movilización que va a enfrentar, sobre todo de la izquierda lopezobradorista, y los intereses que podrían afectar, el Presidente está obligado a demostrar mucho liderazgo.
Twitter: @leozuckermann
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