sábado, 10 de agosto de 2013

Raymundo Riva Palacio - Maromas petroleras

PRIMER TIEMPO: Salió el conejo de la chistera. Quién se iba a imaginar hasta dónde iría el presidente Enrique Peña Nieto en materia petrolera. Sin dudar, va contra 55 años de historia nacionalista en materia petrolera acomodada caprichosamente a lo largo de los años en función de los intereses particulares de los políticos en turno, al querer revivir los contratos de riesgo que prohibió el presidente Adolfo Ruiz Cortines. Esos contratos permitirían, como antes de noviembre de 1958, que Pemex permita que inversionistas extranjeros exploren campos petroleros mexicanos donde si no encuentran hidrocarburos, absorban una parte del costo, a diferencia de como es hoy en día que todo lo paga Pemex. ¿Por qué tanto ruido durante más de cinco décadas si parece todo tan sencillo? Por un asunto contable. 





Con los contratos de riesgo los inversionistas privados pueden contabilizar fiscalmente el potencial petrolero en el campo donde explorar y así, al tener en libros parte del hidrocarburo mexicano, tienen las garantías para buscar financiamiento para su exploración y explotación. Teóricamente se privatizan las reservas, pero en la realidad nunca sucede eso, pues los contratos de riesgo sólo se encuentran en la ley reglamentaria del artículo 27 constitucional, que mantiene intacta la previsión de que el petróleo es irreversiblemente de los mexicanos. Pero como la política no está para matices ni sutilezas, y en este caso es maniqueo el debate, Peña Nieto y sus asesores encontraron la clave para neutralizar a quienes se oponen a regresar por la senda cancelada por Ruiz Cortines. ¿Quién creó los contratos de riesgo? Pues el general Lázaro Cárdenas, dentro de la ley secundaria del 27 constitucional, cuando expropió la industria petrolera en 1938. Es Cárdenas, no Miguel Alemán —el presidente de la industrialización—, ni Carlos Salinas —que injertó el sistema productivo mexicano al de Estados Unidos—, ni los neoliberales Miguel de la Madrid o Ernesto Zedillo, quien lo hizo. ¿Quién será el guapo que se atreva a ir en contra del ícono del nacionalismo mexicano? Que formen la fila, porque la próxima semana Peña Nieto y su equipo los esperan.

-  SEGUNDO TIEMPO: Pues cómo no, ¡síganlo los valientes! La historia siempre es escrita por los vencedores, pero a veces hay algunos colados que quieren acomodarla a su modo. Dolores Padierna, senadora del PRD, cercana a Andrés Manuel López Obrador, quiso descalificar la línea de argumentación del gobierno de Enrique Peña Nieto que soportará su Reforma Energética en la ley petrolera de Lázaro Cárdenas. En ella se permitía al sector privado participar en la industria petrolera, sin que el Estado Mexicano mantuviera la propiedad de los hidrocarburos para los mexicanos. Padierna exclamó que era mentira, con más retórica que sustento. Menos sonoro fue el propio López Obrador, quien insistió en que no permitirá la privatización de Pemex. Pero el ex candidato presidencial ha tenido que ser mucho más moderado de lo que se esperaba. El senador David Penchyna, presidente de la Comisión de Energía, deslizó desde hace varios días la debilidad del tabasqueño: en la campaña presidencial dijo que estaría dispuesto a que Pemex tuviera un modelo como el de Statoil, la empresa petrolera noruega. Los priistas le hicieron un due diligence a López Obrador al hurgar en sus posiciones pasadas. Statoil trabaja con un modelo similar al de contratos de riesgo, donde participa con empresas privadas en la exploración en aguas profundas en el Mar del Norte. Un modelo como el de Statoil conllevaría a modificaciones constitucionales en la ley reglamentaria del 27 constitucional, que es como se plantea en el borrador de la iniciativa presidencial, por lo cual lo tienen atrapado en sus declaraciones. En una entrevista con la revista Expansión en diciembre de 2011, dijo: “Importa más el modelo noruego porque, independientemente de que conserve la propiedad de la nación del petróleo, trae un acuerdo para no derrochar los recursos que se obtienen por la industria petrolera”.Touché. Los priistas le tienen lista la copia de la entrevista para confrontar sus contradicciones, por aquello de la desmemoria.

-  TERCER TIEMPO: De tres días para atrás, ya no se acuerdan de nada. La utilización del marco jurídico de la ley petrolera de Lázaro Cárdenas mete en aprietos a muchos actores políticos que tendrán que hacer maromas y sufrir amnesia política para defender nuevas posturas. No es sólo el caso del ex candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador, quien afirma que sólo los traidores a la Patria argumentan que la inversión privada puede ser positiva para el país —la pregunta es porqué Cárdenas la incorporó en su ley—, sino sobre todo del PRI. López Obrador podrá mantener su congruencia en contra de cualquier retoque a la Constitución, pero, ¿los priistas? Desde hace medio siglo, cuando se alinearon a los deseos del presidente Adolfo Ruiz Cortines, los priistas rechazaron los contratos de riesgo. Permitieron los contratos “incentivados”, para lo que tenían que dar machincuepas legales, pero oficialmente los de riesgo eran como besar a Lucifer. En 2008 por ejemplo, cuando el entonces presidente Felipe Calderón envió su iniciativa energética, el PRI la rechazó en el Congreso porque incluía contratos de riesgo, a los cuales les puso candados como de celibato. La propuesta del PRI en ese momento establecía: “Si se contrata a un tercero para buscar petróleo, los contratistas no podrán registrar en sus balances las reservas que lleguen a encontrar, pues las reservas siempre serán propiedad de la nación”. Es decir, esa contabilización fiscal que ahora se plantea en el borrador de la Reforma Energética, estaba prohibida. El problema para los priistas es cómo lograr que nadie se acuerde de ello, porque necesitan darle esa viabilidad a la reforma pues de otra manera, no hay forma que el presidente Enrique Peña Nieto cumpla con las prometídas garantías jurídicas a los inversionistas privados para buscar petróleo en aguas profundas. Todavía en octubre de 2009, en su artículo regular en El Universal, un priista distinguido habló sobre esa postura de su partido, y afirmaba que los contratos de riesgo eran permisivos, tramposos y violaban la Constitución. En ese momento, no imaginaba donde estaría hoy el autor de ese texto,Francisco Rojas, director de la CFE, quien a lo que repudió, tendrá ahora que respaldar. Maldita memoria la que hay, cuando en la política lo más cómodo es que nadie se acuerde del pasado para no tener que explicar ni andar rindiendo cuentas a nadie.

rrivapalacio@ejecentral.com.mx
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 @rivapa



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