domingo, 11 de agosto de 2013

René Delgado - Sobreaviso

Menuda decisión la que el presidente Enrique Peña está por tomar, poniendo en prenda al gobierno.


Lanzar la reforma petrolera -no se advierte su carácter energético- cuando el Pacto por México daba todavía para asegurar las reformas estructurales emprendidas y cuando la desaceleración económica engranada con la descomposición social amenaza la estabilidad es una osadía.
La importancia de reformar la industria petrolera está fuera de duda, no la urgencia ni la estrategia con la que se impulsa. En esa decisión el mandatario se juega la posibilidad o la imposibilidad de su gobierno.



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Sólo dos razones podrían justificar la precipitación de la reforma petrolera: la urgencia de contar con flujos de capital para atemperar la emergencia económica y la descomposición social o, bien, la necesidad y el compromiso de abrir al concurso de las grandes potencias la presunta riqueza del gas y el petróleo mexicano, reconociendo la incapacidad para beneficiarse de ella.
Sea lo uno o lo otro, la velocidad juega su carta en este asunto. ¿Qué llegará primero: la confrontación político-social para determinar el destino de la reforma o el capital que, eventualmente, pudiera aliviar la situación económica y atemperar el malestar social?
Si, tras los titubeos mostrados en la presentación del proyecto de la reforma petrolera, se decide hacerlo pasado mañana, es claro que septiembre y octubre -cuando menos- serán meses de una tensión enorme. Una tensión donde tanto el gobierno como la oposición dura a la reforma petrolera deberán medir en milímetros qué tanta fuerza deben imprimirle a sus posturas si no quieren provocarle al país una hemorragia después de la sangría sufrida con motivo del combate al crimen.
De esa magnitud es el problema.
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Más allá del motivo oficial para lanzar ya la reforma petrolera, no acaba de entenderse el porqué del momento, el porqué de la precipitación y el porqué de la estrategia.
En el terreno legislativo no acaba de elaborarse el marco jurídico de las reformas de la educación, las telecomunicaciones, el acceso de la información, el régimen electoral y la lucha contra la corrupción. Asuntos, cuya reglamentación e instrumentación cabal en la acción de gobierno serán clave en la posibilidad de replantear el desarrollo educativo, cívico, tecnológico, democrático y económico del país. La cortina de gas y petróleo -no de humo-, tendida ahora, distrae la atención de aquellos otros temas fundamentales en el replanteamiento del Estado.
En el terreno social, es inquietante el corredor trazado por Michoacán, Guerrero y Oaxaca que bien podría llegar a Chiapas, sin excluir el Valle de México. Más allá del deseo, el gobierno federal no ha conseguido desplegar una política de seguridad, menos aún la estrategia para diferenciar la violencia social y la violencia criminal. Peor aún, el crimen sí ha logrado entreverar su propia violencia con el malestar social y comienza advertirse una mezcla de violencia insurreccional y criminal. Por si ello no bastara, la temporada marca el inicio de la revisión o la negociación de convenios y contratos laborales de distintos gremios, cuando no fuertes, sí activos. Vaya momento.
En el terreno político, los partidos no acaban de descifrar la talla de su respectiva crisis: uno ni siquiera sabe dónde está, otro está en ella y otro avanza en dirección a ella. La elocuente foto del pasado martes, donde aparecen los más conspicuos integrantes del Pacto, revela que "la sana cercanía" del dirigente priista César Camacho es el disfraz donde el tricolor participa en la mesa del diálogo nacional, pero... como mesero. El PAN, tan pronto como hoy, dejará ver si remonta o profundiza la crisis heredada por el calderonismo. Y el perredismo afila los cuchillos largos de la noche que se le viene encima. Esos son, con el gobierno, los sólidos pilares de un Pacto que, ahora, con la reforma petrolera, amenaza venirse abajo. Los partidos están anémicos, pero no dejan de mirarse el bíceps y el ombligo.
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El sentido común recomendaba avanzar en la reforma administrativa de Petróleos Mexicanos que, al no exigir reforma legislativa alguna, permitía al gobierno entrar en acción de inmediato y mandar la señal de que, si bien la reforma estructural era y es imprescindible, reconocía que el asunto no quedaba resuelto con sólo abrir la industria sino también sacudirla internamente a fondo.
Así, hacer manifiesta su decisión de recorrer una ruta distinta a la del anterior gobierno para asegurar el destino deseado, sin conformarse con llegar hasta donde se pudiera. Pero no, tomó el mismo sendero.
Pese a la evidencia de la corrupción, la ineficiencia y el latrocinio que sobre Pemex practican un sinnúmero de intereses públicos y privados, gremiales, criminales y empresariales, resolvió atacar el problema por el frente de siempre, el más escarpado: dejar la industria nacional como está y abrir el campo de la acción petrolera a otras empresas privadas. Dicen que algunas acciones en materia fiscal, sindical y administrativa vendrán después de la reforma estructural. ¿Por qué poner otra vez los caballos detrás de la carreta?
Ciertamente, hay una revolución en el campo del petróleo y el gas así como en las tecnologías para extraerlos y, ciertamente, es menester tomar acciones radicales para incorporarse y beneficiarse de la circunstancia pero, garantizar y conquistar esa posibilidad, exigía tomar un camino distinto y hacer alto en las escalas técnicas necesarias para alcanzar el destino deseado. Pensar que se puede ir en vuelo directo al paraíso de la industria petrolera partiendo de su infierno no habla de urgencia como de desesperación.
Por los indicios, se va a ir por el sendero conocido que garantiza ir a ningún lado.
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Seleccionada la estrategia y la ruta ya conocida, el gobierno se ha colocado en menudo apuro.
No tiene aseguradas las reformas estructurales que inició pero ya alebrestó a quienes podrían verse afectados, los pilares del régimen -los partidos- están carcomidos, la desaceleración económica es tan inquietante como la inestabilidad social y, ahora, con el lanzamiento de la reforma petrolera, el gobierno está obligado a llegar a donde dice ir porque, de otro modo, no irá a ningún lado en ese y otros campos. Es minúsculo el margen de rectificación, pero ahí está.
Vaya decisión en puerta, el gobierno va en prenda. Vaya juego de fuerzas en un Estado afectado por la anemia y la violencia.
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sobreaviso12@gmail.com


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