El secretario de Hacienda no iba a sorprenderse. Su comparecencia en la Cámara de Senadores para defender el Presupuesto para 2014 y la Reforma Hacendaria, jamás iba a ser un día de campo. El contexto así lo anunciaba. Desaceleración en el primer semestre, economía deshidratada, críticas de todos los sectores, destrucción de infraestructura y el campo por un desastre natural, y una reforma que a la izquierda no le iba a caer bien porque le quita banderas, y a la derecha menos, porque atenta contra el viejo dogma del déficit cero.
Luis Videgaray tuvo oportunidad de posponer la cita, como otros secretarios de Estado lo hicieron ante la contingencia de los ciclones, pero prefirió no hacerlo. No se lo han reconocido, pero ir a encarar a un Senado que se sabía de antemano ajustaría cuentas políticas con él disfrazadas de finanzas públicas, no era poca cosa. Lo recibieron a puntapiés, pero no lo tiraron.
“Hace casi 10 meses el PAN entregó al PRI un país con una muy buena perspectiva de futuro”, dijo el senador Ernesto Cordero, exsecretario de Hacienda de Felipe Calderón que está buscando ser la voz crítica de su partido para apoderarse de un liderazgo en la oposición que hoy se ve desdibujada. “En tan sólo 10 meses, la situación se ha deteriorado considerablemente. Bastaron 10 meses para que el promisorio futuro económico de México se desdibujara”.
Videgaray, siempre frío pero con una cara que llegó a enrojecerse, escuchaba a quien es su amigo de 20 años, desde que estudiaban en el ITAM. Videgaray no iba a confrontarse, pero Cordero, en busca de un nuevo espacio político, no se frenó. O se corrige la Reforma Hacendaria, o el PAN no la votará, amenazó. Otro economista del ITAM, Armando Ríos Píter, del PRD, colocó sobre Videgaray un peldaño más en la escalera hacia la candidatura al gobierno de Guerrero, y le echó en cara que México está en recesión.
El debate financiero tenía piel política, y para nadie era secreto. “Vicegaray”, lo había recibido Layda Sansores, hija de uno de los arquetipos de cacique en México, Carlos Sansores, reconvertida tardía a la izquierda. “Vicegaray”, en referencia directa a la gran influencia que tiene el secretario de Hacienda sobre el presidente Enrique Peña Nieto, para quien es su alter ego.
Lo conoció en el Estado de México, cuando el entonces gobernador Arturo Montiel le pidió a Pedro Aspe, exsecretario de Hacienda, que le ayudara a estabilizar y limpiar sus finanzas. Aspe envió a su avanzado pupilo Videgaray a Toluca para trabajar in situ. Peña Nieto lo empezó a tratar ahí porque era enlace institucional con él. Esa relación abrió la puerta de la política a Videgaray, un priísta que tuvo su primera victoria política en la Sociedad de Alumnos del ITAM, cuya planilla, donde el vicepresidente es el canciller José Antonio Meade, derrotó a la que encabezaba Luis Miguel Montaño, una de los personas más cercanas de Cordero a lo largo de los años.
Al llegar a gobernador, Peña Nieto lo hizo secretario de Finanzas y comenzó a construirle su carrera política. Lo envió a la Cámara de Diputados como presidente de la Comisión de Presupuesto y, cuando fue por la Presidencia, lo nombró coordinador de su campaña. “Videgaray le dio a Peña Nieto lo que no tenía, soporte intelectual y visión cosmopolita”, dice un veterano político de la oposición. Le reconocen todos gran inteligencia y capacidad para escuchar. “Ante argumentos, es capaz de rectificar”, dijo un líder camaral cuyo alegato persuadió a Videgaray a modificar una posición fiscal.
Es difícil en el trato cotidiano, pero no como resultado del poder. “Desde el ITAM era muy sobrado”, recuerda uno de sus excompañeros que participa hoy en la política. “Era soberbio, pero ciertamente, muy inteligente”. En privado, Videgaray no provoca esa misma antipatía, aunque por su manera formal, no es fácil establecer una interlocución fluída. Pero no está cerca de Peña Nieto para acumular amigos, sino para ser eficiente y funcional, donde no lo ha defraudado.
Videgaray es un secretario de Hacienda que abarca mucho más responsabilidades de las que ocupa el cargo, que es una de las críticas que le hacen: la dualidad de trabajos de tiempo completo. El Presidente lo responsabilizó del Pacto por México, y le invierte mucho tiempo en la negociación con la oposición para evitar que ese instrumento que permite cocinar las reformas estructurales, se atrofie y se desmorone. Hasta ahora lo ha logrado.
Pese a ello, se ha mencionado varias veces que existe un distanciamiento entre el Presidente y Videgaray. La verdad quizás sólo lo sepan ellos, pero en la vida pública diaria, no lo parece. No ha sido un periodo fácil para el secretario, que ha tenido que rendir cuentas al Presidente sobre el mal comportamiento de la economía, y que llevó a especialistas a críticar en Los Pinos la gestión de Videgaray.
Pero por más poderoso que sea, el secretario no se manda solo, y menos aún toma decisiones sin consultarlas con su jefe. Todas las noches habla personalmente con el Presidente sobre lo que hubo, lo que viene, y lo que se puede hacer. Su oficina alterna —la oficial está en Palacio Nacional— se encuentra en la zona de Polanco, a menos de cinco minutos de Los Pinos, y en los últimos días, quizás como nunca antes, ha mostrado ser un gladiador y un pararrayos para Peña Nieto.
El Presupuesto y la Reforma Hacendaria es el ejemplo. Su contenido iba en una dirección contraria a lo que se presentó, como el aumento al IVA, pero en la víspera de entregarse al Congreso se modificó radicalmente. El clima sociopolítico persuadió al Presidente que su ideal económico tendría que aplazarse para atender las condiciones de inestabilidad en el País. Videgaray adelantó dos días su regreso de la reunión del G-20 en San Petersburgo para preparar un nuevo documento y presentárselo a Peña Nieto, quien terminó 24 horas antes su estadía en esa cumbre. Una noche antes de presentar el paquete en el Congreso, seenviaron a imprimir los nuevos documentos con énfasis en lo social, que incendió al PRD porque le quitó viejas banderas políticas de apoyo a las clases más necesitadas, y al PAN y a los empresarios que vieron una socialdemocracia que les causa irritación.
Praxis política la de Peña Nieto, y su ejecutor, un tecnócrata, lo aplicó. Que Videgaray aguante la crítica, es blindaje al Presidente. Es el secretario el que aguanta y da la cara para salvaguardar a su jefe. Aun cuando varias de las propuestas sean antagónicas a lo que aprendió y defendió en el pasado, Videgaray es quien tiene que sacrificarse. Lo llamó “Vicegaray” Sansores, para ilustrar un poder bicéfalo. No es así. Lo que ha probado Videgaray es ser un escudero confiable en tiempos de tormenta, lo cual, en el largo plazo, es lo que se agradece y recompensa.
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