Nicanor Parra Sandoval 1914 |
El hombre imaginario
El hombre imaginario
Vive en una mansión imaginaria
Rodeada de árboles imaginarios
A la orilla de un río imaginario.
De los muros que son imaginarios
Penden antiguos cuadros imaginarios
Irreparables grietas imaginarias
Que representan hechos imaginarios
Ocurridos en mundos imaginarios
En lugares y tiempos imaginarios.
Todas las tardes tardes imaginarias
Sube las escaleras imaginarias
Y se asoma al balcón imaginario
A mirar el paisaje imaginario
Que consiste en un valle imaginario
Circundado de cerros imaginarios.
Sombras imaginarias
Vienen por el camino imaginario
Entonando canciones imaginarias
A la muerte del sol imaginario.
Y en las noches de luna imaginaria
Sueña con la mujer imaginaria
Que le brindó su amor imaginario
Vuelve a sentir ese mismo dolor
Ese mismo placer imaginario
Y vuelve a palpitar
El corazón del hombre imaginario.
Epitafio
De estatura mediana,
Con una voz ni delgada ni gruesa
Hijo mayor de un profesor primario
Y de una modista de trastienda;
Flaco de nacimiento
Aunque devoto de la buena mesa;
De mejillas escuálidas
Y de más bien abundantes orejas;
Con un rostro cuadrado
En que los ojos se abren apenas
Y una nariz de boxeador mulato
Baja a la boca del ídolo azteca
-Todo esto bañado
Por una luz entre irónica y pérfida-
Ni muy listo detonto de remate
Fui lo que fui: una mezcla
De vinagre y aceite de comer
¡Un embutido de ángel y bestia!
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