domingo, 10 de noviembre de 2013

Jorge Zepeda Patterson - "No podemos cuidar a todos"

O P I N I Ó N
J O R G E   Z E P E D A   P A T T E R S O N
"No podemos cuidar a todos"

En el mejor de los casos es como el predial que no se ha pagado, la piedra en el riñón que deberíamos quitarnos más temprano que tarde, el plazo de la tesis que no hemos escrito. Así es el tema de la inseguridad para los mexicanos. Fuente de desazón vaga pero omnipresente, una nube oscura que aún no es tormenta pero ya cambió nuestros planes. Insisto, eso en el mejor de los casos. En el peor, la inseguridad nos estalla en la cara el día menos esperado y nos cambia la vida. 

Durante años hemos procrastinado con la idea de que la inseguridad es tan deplorable que no puede hacer otra cosa que mejorar. No sabemos cuándo ni cómo pero queremos creer que algo habrá de arreglarse antes de que la bola de fuego llegue a nuestro patio. Por desgracia la realidad revela que sin importar cuan descompuesta esté la situación, siempre tiene oportunidad de empeorar. Primero apareció la extorsión a comercios en Playa del Carmen y sitios similares; una década más tarde los ayuntamientos son víctimas de la extorsión. Se estima que alrededor de 10 por ciento de las presidencias municipales enfrentan el dilema plata o plomo: 100 mil pesos mensuales en efectivo las pequeñas, 200 mil o más las medianas. Exigen los contratos de obra y se apropian de los nombramientos de la oficina de seguridad pública municipal (datos de AALMAC, Asociación de Autoridades Locales de México).




Los que vivimos fuera de Tamaulipas o Michoacán nos consolamos con la idea de que en nuestra ciudad las cosas no han llegado ni llegarán a ese punto. Los que están en Morelia se compadecen de los de Apatzingán, y los de Apatzingán de los de alguna comunidad de Aquila que es literalmente propiedad del narco.

El problema es que el día menos pensando en nuestra ciudad comienza a suceder lo que se padece en Morelia, y en Morelia aparecen los primeros signos de lo que antes sólo se veía en Apatzingán. De esa manera escala el problema hasta que nos cambia la vida, de la misma manera en que la piedra del riñón no atendida inexorablemente nos arrastrará entre estertores al hospital más cercano. Lo que eran lunares de irritación en el territorio nacional se están convirtiendo en una urticaria casi generalizada. Y cuando nos consolamos creyendo que en nuestra tierra el tema no pasará de urticaria, pronto descubrimos que han surgido insoportables ampollas supurantes. Así es como sucedió en Tamaulipas y Michoacán, así es como se está extendiendo en el norte del País, en Quintana Roo o en Colima.

El asesinato y tortura esta semana del Alcalde de Santa Ana Maya, Michoacán, Ygnacio López Mendoza, obedece a su probable negativa a ser extorsionado. Pertenecía a la mesa directiva de la AALMAC y hace algunas semanas hizo una huelga de hambre en la Ciudad de México para exigir recursos para su comunidad. Era un médico muy querido y en su casa fungía una clínica para personas de escasos recursos.

Sería demasiado peligroso que el País se acostumbre al hecho de que las propias instituciones sean extorsionadas. Se supone que uno acude a la autoridad en caso de sufrir una amenaza. Pero ese principio se rompe cuando la autoridad no puede protegerse a sí misma.

El Secretario de Gobernación dijo dos cosas al respecto (una de ellas cierta, la otra no). "No podemos cuidar a todos", afirmó refiriéndose a los alcaldes amenazados. Duro, pero tiene razón. Pero no la tiene cuando dijo que el éxito en el combate al narcotráfico provocó que el crimen organizado se hubiese orientado a otro tipo de delitos. De hecho, es lo contrario: el fracaso en el combate al narco es lo que ha provocado la impunidad del delito prácticamente en cualquier actividad que emprenden los hampones.

Como sucede con todo cáncer severo, la enfermedad que nos aqueja no admite remedios simples. Calderón y ahora Peña Nieto han echado mano de lo más granado de sus recursos, incluyendo al Ejército, que era una especie de "rómpase en caso de emergencia". Pero la solución militar ha sido una quimioterapia con muy escaso resultado y enormes efectos secundarios.

Quizá ha llegado el momento de que el País en su conjunto, la sociedad toda, entienda que esto se ha convertido en la prioridad número uno. Así como se ha derrumbado el turismo en Acapulco o se han apropiado de la minería en Colima, muchas otras piezas del dominó que constituyen la cotidianidad de la vida que conocemos podría ir desapareciendo. Hasta que un día la fatalidad toque a nuestra puerta. Para que eso no suceda usted y yo tendríamos que hacer otra cosa que simplemente tocar madera.

@jorgezepedap

www.jorgezepeda.net

Leído en http://www.noroeste.com.mx/opinion.php?id_seccion=104

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, sean civilizados.