Los que afirman lo anterior argumentan que El Chapo, a diferencia de los jefes que han tenido Los Zetas, Los Caballeros Templarios u otras bandas, decidió que su organización, conocida como el Cártel de Sinaloa o del Pacífico, se dedicara exclusivamente al narcotráfico y no a otras actividades como son la extorsión, el secuestro, el tráfico de indocumentados, la trata de personas o la falsificación de productos diversos.
Para quienes así piensan, El Chapo y su organización han causado menos daño a la sociedad que la que le han infligido los sanguinarios Zetas o Caballeros Templarios. Después de todo, dicen, el narcotráfico acaba afectando únicamente a quienes consumen las drogas y no a inocentes que son perjudicados en su persona y propiedades por los secuestradores, extorsionadores, traficantes de personas y fabricantes de productos falsificados.
Es obvio que se equivocan los que creen que El Chapo era el menor de los males. Sus ambición desmedida por controlar el negocio del tráfico de drogas causó decenas de miles de muertos durante los años que trascurrieron desde su fuga de la cárcel de “alta seguridad” de Puente Grande, Jalisco, el 19 de enero de 2001, hasta su captura, el 22 de febrero de 2014
Durante los 13 años en que estuvo prófugo, El Chapo le declaró la guerra al Cártel de Ciudad Juárez o de los Carrillo Fuentes, al de los hermanos Beltrán Leyva, al de Tijuana, al del Pacífico Sur. Se asoció con el Cártel del Golfo y lo que entonces era La Familia Michoacana para combatir a los Zetas. Miles de personas, la mayoría de ellos delincuentes, han muerto en estas guerras entre los cárteles. La vida y los bienes de millones de personas han sido afectados gravemente en las ciudades, pueblos y municipios cuyo control se han disputado los criminales.
Las vidas perdidas durante estos 13 años son incontables y no tienen precio. El costo económico es de cientos de millones de dólares, tanto en pérdidas materiales como en oportunidades perdidas.
Por si lo anterior no fuera suficientemente dañino, El Chapo afectó de otra manera a México y a los países en donde su organización opera: corrompiendo a funcionarios públicos, políticos, empresarios, ejecutivos de corporaciones diversas (especialmente financieras), militares, policías, periodistas y miles de ciudadanos.
Para operar libremente y con impunidad, El Chapo ha sobornado a quién sabe cuántos funcionarios públicos y políticos; para lavar su dinero ha contratado los servicios de quién sabe cuantos empresarios, ejecutivos y asesores profesionales; para engrosar las filas de su organización ha reclutado quién sabe cuántos jóvenes que en él vieron la salida de su miseria; para operar en ciudades y pueblos a quién sabe a cuantas personas, desde taxistas que le sirvieron de halcones hasta adolescentes que mueven sus drogas, hasta parejas clasemedieras que han traído sus armas desde Estados Unidos en las cajuelas de sus autos..
En México, el Cártel de Sinaloa o del Pacífico opera en Sinaloa, Sonora, Nayarit, Chihuahua, Durango, Jalisco, Colima, Chiapas, Tamaulipas, Guerrero, Zacatecas, Baja California, Baja California Sur, Oaxaca, Guanajuato, Querétaro, Tlaxcala, Puebla, Morelos y la Ciudad de México; en Estados Unidos en Arizona, California, Oregón, Washington, Nuevo México, Nevada, Colorado, Illinois, Florida y Nueva York; en Latinoamérica en Guatemala, Honduras, Costa Rica, Panamá, Nicaragua, Colombia, Chile, Brasil y Argentina. También en Europa, Australia, Filipinas y África occidental.
¿A cuánta gente corrompió o contrató El Chapo para operar durante tantos años sin ser capturado?
Miles de vidas, caos económico, corrupción masiva. Esto es lo que nos costó El Chapo Guzmán en los últimos 13 años.
Por todo ello, El Chapo no es una buena persona. Es uno de los peores criminales que jamás haya vivido sobre la faz de la tierra.
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