“No tengo un problema de drogas. Tengo un problema de Policía”.
Keith Richards
La captura de Joaquín Guzmán Loera ha sido presentada como un gran triunfo del Gobierno de Enrique Peña Nieto. Y lo es en la visión gubernamental. En una guerra contra las drogas en que la muerte y la detención de los grandes capos es el principal objetivo, “El Chapo” era el mayor de los trofeos.
¿Significa esta detención que se registrará una reducción en el tráfico o el consumo de drogas o en la violencia? No, por supuesto que no. Estos objetivos no son los importantes para el Gobierno. De hecho, la captura de “El Chapo” puede tener consecuencias negativas en estos temas. La desaparición de un capo suele ser acompañada por la fragmentación de su organización, lo cual genera mayor tráfico y mayor violencia.
La lista de grandes capos capturados por el Gobierno de México a lo largo de los años es enorme: Rafael Caro Quintero (ahora prófugo tras haber sido liberado por un tribunal), Miguel Ángel Félix Gallardo, Ernesto Fonseca Carrillo (“Don Neto”), Amado Carrillo Fuentes (“El Señor de los Cielos”), Héctor (“El Güero”) Palma, Ramón Arellano Félix, Francisco Rafael Arellano Félix, Francisco Javier Arellano Félix, Arturo Beltrán Leyva, Édgar Valdez Villarreal (“La Barbie”), Miguel Ángel Treviño Morales (“El Z-40”), Heriberto Lazcano (“El Lazca”), Nazario Moreno González, Ignacio Coronel, “El Chapo” Guzmán y muchos más. Si la guerra contra las drogas pudiera ganarse deteniendo a capos o matándolos, hace mucho tiempo que el Gobierno mexicano habría declarado una victoria total y definitiva.
Pero no es así. Las cifras muestran que el consumo se mantiene en los Estados Unidos y otros países y que ha aumentado en México. Cuando las acciones de la Policía han generado escasez de alguna droga en un mercado, por ejemplo, el de cocaína en los Estados Unidos, los consumidores simplemente han cambiado a otras drogas. En la Unión Americana, de hecho, los medicamentos de receta, como barbitúricos y anfetaminas, han adquirido una creciente popularidad para usos recreativos. En México el uso de solventes es un problema social muy profundo. Pero la detención o la muerte de capos no tocan ni a los medicamentos de laboratorio ni a los solventes.
Si bien la estrategia de la guerra contra las drogas es a todas luces equivocada, se han generado incentivos perversos para mantenerla. Los gobiernos del mundo usan decenas de miles de millones de dólares de los contribuyentes para la guerra. Esto genera ejércitos burocráticos y policiales que tienen un abierto interés en preservar el esfuerzo. El dinero enriquece, además, a quienes proveen armas y equipo para la guerra.
Enrique Peña Nieto se ha colgado una medalla importante. Si bien ha bajado la atención que su Gobierno le presta a la guerra, lo cual ha hecho que se desvanezca la sensación de Estado de sitio en que vivíamos durante el sexenio anterior, ha capturado al capo que a ojos de muchos es el rostro del narcotráfico en nuestro País. Es una victoria enorme para un Presidente ya presentado por la revista Time como el salvador de México.
Esperar que esta captura reduzca el consumo, el tráfico o la violencia es ingenuo. Si México y los países del mundo utilizaran cuando menos una fracción del dinero que actualmente encauzan a la guerra para programas de educación, prevención o tratamiento, los resultados serían muchas veces más positivos para la sociedad. Pero a los gobiernos les conviene más utilizar los recursos en una estrategia de represión.
Rescatadas
A empujones “rescató” la Policía del Distrito Federal a 26 bailarinas de un table dance, el Calígula Men’s Club, el 22 de febrero, en la colonia Roma. Las mujeres protestaron por su rescate y afirmaron que nadie las obligaba a estar ahí. Fueron detenidas 40 personas, principalmente meseros y boleteras, que enfrentan penas de cárcel mayores a las que tendrían si hubieran cometido homicidio. Las rescatadas, mientras tanto, tendrán que buscar otro lugar para bailar.
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