Joel Ortega, entonces secretario de Seguridad Pública capitalino, no fue responsable de la muerte de 12 personas, nueve de ellos adolescentes, en el operativo realizado en la discoteca New’s Divine, el 20 de junio de 2008. Había mandos policiales directamente involucrados que estaban realizando ese tipo de operativos, entre otras razones, para sacarle dinero a los padres de los adolescentes detenidos. En el New’s Divine todo salió mal y el jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard, decidió pedir la renuncia de Joel Ortega en la SSP-DF y del procurador capitalino Rodolfo Félix Cárdenas. Sus reemplazantes fueron Manuel Mondragón y Kalb en Seguridad Pública y un joven hasta entonces poco conocido, Miguel Ángel Mancera, en la Procuraduría.
Pero la forma en que se operó la renuncia de Joel Ortega dejó una herida que nunca se cerró entre el propio Ortega y Ebrard. Aunque fuera de la Administración capitalina, Ortega Cuevas, sin duda un hombre de poder y con influencia en muchas esferas del mismo, tenía un amplio conocimiento e información sobre todo lo que sucedía en el Gobierno de Ebrard. Y la acumuló durante los años que estuvo fuera. Regresó en una posición estelar, la coordinación de campaña de Mancera. Electo Mancera jefe de Gobierno estaba en condiciones de pedir un espacio importante en su Gobierno y eligió ser nombrado Director del Sistema Colectivo Metro de la capital del País.
Durante el Gobierno de Ebrard, marcado por numerosos claroscuros, pocas cosas fueron más controvertidas que la construcción de la Línea 12 del Metro. En esta última se utilizaron, incluyendo la renta de los trenes, 45 mil millones de pesos. Se entregó con deficiencias, con obras sin concluir y ahora sabemos que tenía además fallas estructurales graves. Hoy se ha convertido en un desafío para Miguel Mancera.
Con todo lo que se ha dicho y publicado sobre la Línea 12, el punto fundamental es la renta de los trenes. La construcción de la Línea 12 en sí tiene deficiencias, hay muchos errores que se deben corregir, ajustar, reparar y modificar, pero ésta fue construida con base en las especificaciones que dio el Gobierno capitalino, con las mismas características que la Línea A. Lo que transformó todo fue que el director del Metro, Francisco Bojórquez, cercanísimo a Ebrard, decidió, sin que nadie lo haya podido explicar hasta ahora, rentar unos vagones de tren que no eran los mismos de la Línea A para los cuales fue construida la Línea 12, sino otros, que contrató por adjudicación directa, que son mucho más largos, pesados y anchos que la vía sobre la que tenía que transitar. Fueron 30 vagones, que se rentaron a una empresa española por 15 años, en un contrato que no se puede anular por ninguna causa, y con un pago de mil 558 millones de dólares. Ese es el corazón del problema.
Joel Ortega tiene razón cuando dice que recibió la obra y no hizo objeciones, pero que esa entrega fue un simple trámite burocrático y que a lo largo de los meses la deficiencia en el funcionamiento de la Línea 12 llegó a grados tan altos que un experto externo, del Metro de Bruselas, concluyó que si no se suspendía la operación era inminente un accidente. Pero Ortega, dicen altas fuentes del GDF, que sabía de las irregularidades y corrupciones, durante meses fue acumulando información, consciente de que su viejo adversario, Ebrard, no podría salir indemne del escándalo generado con la que siempre consideró su obra más importante. Pero cometió también un error: no informarle con tiempo y darle opciones al propio Jefe de Gobierno, que fue informado de la crisis en la Línea 12 y de la necesidad de suspender su funcionamiento, unas horas antes de que se tuviera que tomar la determinación y sin más opción que esa. Esa venganza política, además justificada y basada en hechos, terminó afectando a 450 mil usuarios que utilizaban la Línea 12 diariamente. Y eso Mancera no lo ha perdonado.
¿Qué es lo que viene? Varias cosas: la primera establecer acuerdos precisos con los constructores para realizar los arreglos y el mantenimiento de la obra. Según autoridades capitalinas, no se puede excluir a los constructores porque sobre todo en el caso de Alstrom, es el propietario de muchas de las patentes que se usaron en la construcción. El debate allí será de costos y de quién se hace responsable de los errores y fallas. El contrato por los vagones no se puede modificar porque así se firmó, pero entonces se tendrán que modificar los trenes, con un costo alto. En ese caso, sin duda tendrá que haber responsabilidades legales. Políticamente Marcelo Ebrard ha quedado herido de muerte con el tema. Y Joel Ortega, por no informar y darle opciones a Mancera, muy probablemente también tendrá que dejar la dirección del Metro. Ya se maneja el nombre de su sucesor, sería Raymundo Collins, quien se asegura que será el reemplazante de Ortega Cuevas, cuya vida política tampoco estará, necesariamente, acabada.
Leído en http://www.am.com.mx/opinion/leon/temblores-politicos-de-la-linea-12-7994.HTML
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