MÉXICO, D.F. (proceso.com.mx).- “La culpa de la crisis de México la tienen los neonazis”. “La violencia del país se terminará cuando pongamos fin al Nuevo Orden Mundial”. “Sin duda, gran parte de la miseria está ligada a la intervención de un ataque extraterrestre”. “La masonería infiltró a todos los niveles de gobierno y toma las decisiones por nosotros”.
La era del periodismo digital trajo consigo una participación activa y circular de los lectores. “El consumidor de información ya no es un ser pasivo que recibe la información empaquetada por otros”, matizó Rosental C. Alves, director del Knight Center for Journalism in the Americas de la Universidad de Texas (El País, 5 de septiembre de 2010).
Si la televisión nulificó el proceso de pensamiento de los espectadores, la internet reforzó al hombre multitarea, atento a la nada. Las noticias se convirtieron en una nueva dieta chatarra para entretener los sentidos; el lector devino en un espía de breves bocanadas.
“La nuestra es una cultura multitarea, de acumular todas las actividades posibles en el menor periodo posible”, reflexiona Bree Nordenson, periodista del Columbia Journalism Review, en el ensayo “¡Sobrecarga! La batalla por la importancia del periodismo en la época del exceso de información”.
Leer los comentarios a las noticias, reportajes, crónicas, entrevistas y artículos de cualquier sitio informativo es un ejercicio que nos muestra la selva de ismos que integra la compleja realidad mexicana. Hay quien aprovecha cualquier texto para advertir de la necesidad de que todos nos volvamos cristianos. Unos más achacan a “El Peje” cualquier punto negro en la historia contemporánea. Otros más tejen cualquier hilo con la hipótesis de la conspiración Illuminati… Prevalece una constante: la poca formación respecto al ejercicio periodístico.
“¡Qué pésimo reportaje!”, denuesta algún cibernauta cuando lee un artículo de opinión. “¡Excelente nota informativa!”, halaga otro para referirse a una crónica… En una época donde la noticia está más cercana a los ciudadanos que el agua embotellada, conviene preguntar si es necesario que el sistema escolar dedique asignaturas suficientes a la enseñanza del periodismo, el funcionamiento de los medios de comunicación y la lectura de noticias.
El promedio de escolaridad de los mexicanos de 15 y más años es de 8.6 grados, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía. En la “Encuesta nacional de hábitos, prácticas y consumos culturales”, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes advierte que el 55 por ciento de la población jamás ha visitado una biblioteca. El índice de lectura tampoco favorece al país, ubicado en el número 108 de 109 países estudiados por la UNESCO en 2012. Hablamos de una nación desnutrida de formación intelectual.
Estos mismos habitantes se enfrentan a diario con noticias basura, mal escritas, peor investigadas. El ¿lector? las husmea con catódica velocidad, y, lejos de emprender un proceso reflexivo, las acopla a su personal universo de explicaciones cósmicas.
En su libro “La explosión del periodismo, internet pone en jaque a los medios tradicionales”, el investigador Ignacio Ramonet alerta: “(…) las computadoras, Google, Twitter y las multitareas nos alejan de las formas de pensamiento que exigen reflexión y concentración, lo que transforma poco a poco nuestro modo de funcionamiento intelectual. Nos convierten en seres más eficientes procesando información. Internet, con su abigarrado hipertexto y su inmensa cantidad de información, nos invita a movernos entre contenidos, y podría hacernos perder la capacidad de leer textos largos y complejos”.
No muy diferente a lo que anticipaba Giovanni Sartori en su clásico “Homo videns” respecto a los efectos de la televisión: “Produce imágenes y anula los conceptos, y de este modo atrofia nuestra capacidad de abstracción y con ella toda nuestra capacidad de entender”.
En México los sitios noticiosos no se encuentran entre lo más consumido por los cibernautas. Alexa, un sitio especializado en medir las audiencias digitales, ubica a Google.com, Facebook, Google.com.mx, Youtube, Live.com, Yahoo, Twitter, Wikipedia, MSN y Mercado Libre como los diez espacios más consultados por los lectores. La página del periódico “El Universal” – repleta de notas sobre chismes de la farándula- es la única fuente noticiosa que se ubica entre los primeros veinte lugares de visitas.
Facebook, Youtube y páginas relacionadas con la escuela y el trabajo son las tres principales actividades de los cibernautas mexicanos, apuntala, aparte, un artículo de la Revista Mexicana de la Comunicación con datos del INEGI y la Asociación Mexicana de la Industria Publicitaria y Comercial de Internet.
Estamos en una era donde el debate sobre los medios de comunicación está obsesivamente orientado a la posible muerte del periodismo. Hay quienes lo ven sólo como una crisis momentánea, como la ocurrida con el aumento de impuestos en 1765 con la fatídica “Ley Negra” en Londres. Otros más no observan más que salvación para ciertas publicaciones de culto o medios especializados. Lo cierto es que los medios impresos están en crisis, la información “gratuita” asciende como barata de centro comercial y el público sufre déficit de atención. Para el lector común, el periodismo es sólo un entretenimiento más, mientras zapea la televisión, chatea por WhatsApp y se rasca la nariz.
El mayor problema es que el periodismo es el contrapoder de los abusos cometidos por los tres poderes, Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Un necesario opositor aliado de la sociedad. Lo plantea así el estudioso de los medios Arcadi Espada en “El fin de los periódicos”:
“La desaparición del mediador ha sido desde hace mucho tiempo una reivindicación de los más poderosos. Desde que fue técnicamente concebible la comunicación directa con los ciudadanos, los poderosos han tratado de eludir de mil maneras la aduana del periodismo. Esa aduana que en su funcionamiento ideal es una garantía de la veracidad de los discursos (…) El objetivo fundamental del periodismo no es la narración de historias veraces. Esto puede hacerse al margen del periodismo, en el cine y en los libros. El periodismo es, esencialmente, mediación y selección constante sobre los hechos”.
El abaratamiento de la información, irremediablemente, trae consigo el abaratamiento del lector. Un ciudadano ahogado de rapidez es cómodo a los poderes, un revolucionario más de café matutino. Un necio casado con sus cegueras.
Mientras los lectores de noticias sean entes autómatas más cercanos a la robótica que al humanismo, los poderes en México –glotones insaciables sin migajas de culpa- permanecerán impunes, si acaso ligeramente molestados por el escaso periodismo valiente que sobrevive. El buen periodismo necesita, vitalmente, de buenos lectores. En caso contrario, no habrá vacuna que detenga el virus de insulsa rapidez.
Twitter: @JuanPabloProal
Leído en http://www.proceso.com.mx/?p=367758
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