“El primer deber y la más alta obligación del gobierno es la seguridad de la gente”.
Arnold Schwarzenegger
El 7 de marzo un microbús de la ruta 368 arrolló a un grupo de 19 estudiantes y dejó muerta a la joven Fernanda Vázquez en la capital jalisciense. Miles de estudiantes salieron a protestar el 10 de marzo por los constantes accidentes del transporte público. El gobernador de Jalisco, Aristóteles Sandoval, reaccionó ordenando una reducción a la tarifa del transporte concesionado de 7 a 6 pesos.
Sin duda hay un problema serio de accidentes de transporte público en Guadalajara. En lo que va de este 2014 son ya 14 las muertes provocadas por unidades del transporte público. El Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses señala que de los 296 fallecimientos por atropellamiento en el área metropolitana de Guadalajara en 2013 el 17 por ciento, 51 casos en total, fueron provocados por unidades del transporte público.
El problema no se circunscribe a Guadalajara. De las 602,354 defunciones que el INEGI registró en el país para 2012, 17,098 fueron por accidentes con vehículos de motor. Éstas son muertes prevenibles que afectan en buena medida a jóvenes. Un estudio de la organización México Previene señalaba en octubre de 2013 que 15,300, nueve de cada 10, de las muertes por accidente pueden prevenirse. Se trata simplemente de aplicar reglas sensatas.
Bajar la tarifa del transporte público, como ha ordenado el gobernador, no es la forma de lograrlo. De hecho, puede ser contraproducente porque aumenta la presión económica que hace que los conductores tengan que apresurarse para recorrer sus rutas.
Un chofer de transporte público en Guadalajara me cuenta una historia habitual en las ciudades del país. Los conductores trabajan a destajo y dependen para su ingreso de las vueltas que puedan dar y el pasaje que puedan subir. Los tiempos mínimos que se les fijan para sus recorridos son tan justos que se ven obligados a abandonar toda precaución.
Este problema no se resuelve con el desplante populista de bajar de manera artificial la tarifa del transporte público. Por el contrario, esta reducción significa una caída en el ingreso de los choferes, lo que sólo generará una mayor presión a los choferes para omitir las más elementales reglas de seguridad.
La solución requiere un replanteamiento de la forma en que opera el transporte público. Pagar a destajo a los choferes es una pésima medida para las prácticas de seguridad. De hecho, hay cuando menos una ruta en Guadalajara en que los choferes hacen una “polla” de la cual se distribuye el dinero a todos los choferes de manera equitativa. Esto disminuye el incentivo para las corretizas o carreras. Pero desde hace años el Sistema de Transporte Colectivo de la Zona Metropolitana (Sistecozome) establece que el pago a los choferes debe hacerse de una sola bolsa de la que se pague a todos los choferes. Casi nadie hace caso.
La solución a la pesadilla de los accidentes del transporte público no es tan difícil. No se trata de bajar más los ingresos de los conductores sino de darles certeza en su remuneración. Tener sueldos fijos puede ser la solución si va acompañada con reglas que limiten las velocidades de los vehículos y fijen tiempos mínimos para cada parada, como ocurre en otros países. Es muy importante, sin embargo, que no sólo se emitan reglas sensatas sino que se apliquen. De poco sirve que el Sistecozome haya establecido un nuevo esquema para el pago a los choferes si casi nadie le ha hecho caso.
La peor de las medidas es reducir el ya precario ingreso de los conductores. El que ésta sea la solución del gobernador nos señala que lo que menos le interesa es resolver el problema.
LÍNEA DORADA
Apenas en octubre de 2012 se inauguró la Línea 12 del Metro, la Línea Dorada de la ciudad de México. Un año y cuatro meses después ha sido ya necesario suspender la operación para darle mantenimiento mayor. La línea, cuyo presupuesto de construcción era de 17,583 millones de pesos, terminó costando más de 26 mil millones.
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