Hace unos días visité la Universidad del Sur de California en Los Ángeles. Justo en la Calle Figueroa del centro de aquella californiana ciudad. Llegué invitada por Hoy Los Ángeles, el apartado de habla hispana del afamado Los Ángeles Times. Resulta que el periódico y desde hace diez años, realiza El Festival de Libros del LA Times, una feria del libro tan vasta como interesante que tiene como sedes el Museo de Historia Natural, la Universidad e instalaciones propias del Diario entre otras.
Los últimos cuatro años, han agregado un área de libros en español a lo que titulan como LA Times Festival Book; y fuimos convocados para hablar de lo que sucede en México, en el tema de la inseguridad, el narcotráfico y la violencia, el periodista Alfredo Corchado, el productor de cine Pedro Cruz y la que esto escribe.
El panel lo condujo la periodista peruana radicada en Los Ángeles, Patricia Arbulú, y los presentes, como se debe imaginar eran latinos residentes de aquella ciudad que concentra a más de seis millones de mexicanos. La entrevista de Patricia se centró en conocer, de viva voz de periodistas radicados en México, sobre las condiciones reales de inseguridad y violencia de este lado de la frontera.
Realmente nuestros connacionales en el extranjero ven este país como un infierno en llamas. Una pregunta recurrente de la periodista y del público fue precisamente, si en las condiciones actuales podía visitarse el país sin correr el riesgo de ser ejecutado en el intento. Paisanos de estados del centro de México preocupados por lo que sucede en sus comunidades, ávidos de información sobre lo que ocurre y las condiciones de seguridad para ellos como visitantes y para sus familias como residentes.
Otra marcada preocupación, a propósito del arraigo del ex Secretario de Gobierno de Michoacán, Jesús Reyna y de la detención de Feliciano Álvarez, alcalde de Cuetzala, Guerrero, fue si México no era ella gobernado por un narcoestado. No es para tanto, o no hemos llegado a esos extremos… aún, fue la respuesta rápida de Corchado y su servidora. Pero la migración de la corrupción producto del crimen organizado y el narcotráfico, de las corporaciones policíacas a las instituciones público-administrativas, no es un buen aliciente para lo que viene en el futuro.
Ciertamente no creo que México sea un narcoestado, sí se presentan sin embargo, casos como los mencionados, de funcionarios públicos y gobernantes electos, inmiscuidos en actos deshonestos con el narcotráfico. Tampoco es una novedad, ahí está por ejemplo el caso de Tomás Yarrington, quien fue gobernador de Tamaulipas de 1999 a 2004, y hace unos días en Estados Unidos dieron cabida a un testigo que acusa al ex mandatario de haber recibido sobornos de cárteles del narcotráfico como Los Zetas y el Cártel del Golfo, mientras las investigaciones en México le han deslindado de algunos delitos. O también el ejemplo de Mario Villanueva quien gobernó Quintana Roo de 1993 a 1999 y fue detenido en México, investigado y extraditado a los Estados Unidos en 2010 por cargos en aquel país de lavado de dinero.
A pesar de los muchos ejemplos que hay de políticos, gobernantes y funcionarios investigados, detenidos, procesados, prófugos o ejecutados por nexos con el narcotráfico, esta desleal práctica no es una norma en México. Como tampoco es particular de un partido político la tendencia de corromperse ante el crimen organizado, el ex alcalde de Cuetzala es del PRD, Reyna es del PRI, y en Baja California ha habido narcotraficantes que acusan a ex alcaldes de Rosarito emanados del PAN, de haberles abonado dinero ilícito para la campaña política que ganaron y luego cobrar favores cuando toman posesión del cargo –por cierto ninguno de ellos en prisión-. No se puede hablar pues, aun, de un narcoestado.
Sí hay harta inseguridad, mucha violencia y niveles altísimos de corrupción producto del narcotráfico y el crimen organizado, debido a que ningún presidente de los últimos, incluidos Felipe Calderón y Enrique Peña, que haya combatido la profunda corrupción en el sistema de gobierno mexicano.
El narcotráfico ha tomado calles, pero aún no se hace del todo de las instituciones. Sus ánimos corruptores lo han intentado pero no lo ha logrado. No en lo general. El problema para los mexicanos, es que tenemos instituciones débiles encabezadas por políticos sin preparación ni capacidad, ni herramientas científicas, que los alejen de la corrupción y los acerquen a la impartición de justicia. Son muchos los elementos que confluyen para que en México haya impunidad, y un campo fértil para el crecimiento de las organizaciones criminales.
Ante la sospecha en el extranjero mayormente, de un narco estado en nuestro país, podemos hablar sí de corrupción, de impreparación, y de un sistema por lo tanto vulnerado y vulnerable.
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