jueves, 3 de abril de 2014

José Woldenberg - Intelectuales y poder

Fui invitado al merecido homenaje a Octavio Paz. La mesa fue sobre las relaciones entre los intelectuales y el poder. Las siguientes son las notas finales de mi intervención. Señalé que durante una larga etapa el eje ordenador de la discusión fue democracia vs autoritarismo, pero que hoy las líneas ya no son tan claras ni rotundas.

A) Subsiste y mucho en el mundo intelectual una especie de alineamiento en torno al gobierno y las oposiciones. Es natural: se trata de las grandes coordenadas que ordenan la vida política. Con o contra el gobierno o con o contra las oposiciones. Es quizá la brújula más común y sencilla en el espacio de la política. La más tradicional y la que heredamos de nuestras largas décadas de régimen autoritario.








Pero bien vistas las cosas, hoy el gobierno y las oposiciones coexisten en el mundo de la representación y ninguno tiene mayoría absoluta de votos en el Congreso, incluso son intercambiables gracias a los fenómenos de alternancia, y solo desde un maniqueísmo extremo se puede avalar o condenar todo lo que emerge del gobierno o repudiar o apoyar lo que surge de las oposiciones. Por ello, es necesario que desde el espacio intelectual se genere un auténtico contexto de exigencia hacia la actividad política, lo cual supone la inexistencia de cheques en blanco para alguna de las constelaciones políticas... La palabra clave es independencia, como lo quería Paz.

Pero lo más importante quizá: a diferencia de los códigos autoritarios en los cuales una clase, un grupo, un partido, un gobierno, son portadores de todos los valores y sus opositores no resultan más que las encarnaciones del Mal, en democracia hemos aprendido que la diversidad de opciones son parte de nuestra riqueza, y que preservarla, ofrecerle conductos para su expresión y recreación resulta pertinente, porque no existe un sujeto social que en sí mismo exprese La Verdad, La Justicia, La Democracia. Es quizá su coexistencia/competencia la que debemos saber apreciar.

B) Hace unos días terminé una relectura de Los errores de José Revueltas (1964). El vio con absoluta claridad el drama de los comunistas de la década de los treinta del siglo pasado. Fueron incapaces de hacer frente a la verdad del poder con el poder de la verdad. Y en esa confrontación, Revueltas encuentra el germen de la catástrofe de aquel proyecto de transformación...

Los gobiernos, los partidos y también las grandes corporaciones privadas tienen sus propias narrativas sobre las cosas. Es natural. Los gobiernos tienen que preservar y expandir su legitimidad. Los partidos deben presentarse a los ojos de los ciudadanos como portadores de proyectos deseables. Y las grandes corporaciones hacen intentos recurrentes por presentar a sus intereses como si fueran los del conjunto de la sociedad. Es parte de la labor intelectual entonces intentar que el poder de la verdad se abra paso entre esa maraña de intereses, proyectos, apuestas, chantajes, y por qué no decirlo, legítimas aspiraciones e intenciones.

Asumo incluso que es posible que no exista algo así como "la verdad", pero su búsqueda es y sigue siendo la gran brújula del trabajo intelectual en contraposición con el poder y los intereses de las instituciones estatales y privadas. Es en esa constelación de fuerzas cruzadas donde se requiere hacer inteligible lo que sucede. Y me gustaría pensar con Paz que "la palabra del escritor tiene fuerza porque brota (precisamente) de una situación de no fuerza".

C) En buena hora el pluralismo se abrió paso entre nosotros. Se acabó el mundo en blanco y negro y hoy habitamos un espacio de grises. La complejidad de la vida social, política y cultural es incremental. Y otra vez, desde los poderes públicos y privados aparecen discursos reduccionistas, simplificadores, tendientes a construir una dicotomía sencilla: con nosotros o contra nosotros.

El trabajo intelectual entonces debe intentar rescatar la complejidad de la vida en sociedad, sus tensiones, sus dilemas, sus valores encontrados. No aparecer como exorcistas que quisieran o tuvieran la posibilidad de ordenar el mundo a su imagen y semejanza. Hacer discernible que el laberinto llegó para quedarse y que se requieren brújulas y mapas mentales igualmente complejos para poder orientarse ante una convivencia que aparece como caótica, tensa, inentendible. Esas construcciones por supuesto deben tener un marco valorativo que las sustente, que las vuelva apreciables y que a fin de cuentas intente otorgar un sentido a eso que llamamos vida en común.

Leído en http://criteriohidalgo.com/notas.asp?id=229363

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