domingo, 11 de mayo de 2014

Jorge Volpi - Marx, superventas

“Un fantasma recorre el mundo. El fantasma de la desigualdad. Todas las fuerzas del Viejo Orden Global se han unido en santa cruzada para negar la existencia de ese fantasma: los economistas neoliberales (y muchos liberales), sus poderosos aliados políticos, Wall Street y la City, los republicanos y los conservadores”. La paráfrasis apenas resulta frívola: en unas cuantas semanas la edición inglesa de El capital en el siglo XXI, de Thomas Piketty (en francés, en 2013), se ha convertido en uno de los libros más vendidos del año y en el centro de un brioso debate en el que el economista francés ha sido acusado de ser un “nuevo Marx”. Que en una entrevista reciente éste haya confesado no haber leído El capital, no ha desanimado a sus adversarios.

¿Por qué un libro especializado, de 577 páginas, se ha convertido en un best seller y ha desatado reacciones tan viscerales? Más que proponer una tesis radicalmente novedosa, Piketty ha confirmado, con un alud de datos que hasta sus más fieros detractores se han detenido a encomiar, algo que los más diversos críticos de las políticas económicas de los últimos 30 años habían denunciado a partir de la pura intuición: que el mundo se está transformando en un lugar cada vez más desigual. De allí la peligrosidad de su tesis y el pánico que ha desatado entre los conservadores, como ha apuntado Paul Krugman. Que el propio economista francés se atreva a decir en el prólogo que abandonó la academia norteamericana por la desconexión de sus economistas con la realidad no ha ayudado a mejorar su imagen entre ellos.







Prosiguiendo el enfoque estadístico del Premio Nobel de origen ruso Simon Kuznets, quien logró reunir toda la información disponible en Estados Unidos sobre distribución del ingreso ente 1913 y 1948, Piketty y sus colegas analizaron archivos disponibles en varios países para trazar una rigurosa historia del crecimiento económico en el siglo XX. Su conclusión parece clara: mientras que, en efecto, la desigualdad se redujo en el periodo que va de 1913 a 1948, como consecuencia de las dos guerras mundiales, y en las Trente Glorieuses (entre 1945 y 1975) esta tendencia comenzó a desbaratarse, a principios del siglo XXI la concentración del ingreso ha alcanzado -si no es que ha superado- los niveles de la segunda década del siglo anterior.

Según Piketty, la razón del aumento de la desigualdad radica en el aumento de la tasa de rentabilidad de capital frente a la tasa de crecimiento económico. Hasta ahora, en el modelo liberal clásico -vuelto un dogma por los neoliberales-, el mero crecimiento económico bastaría para que sus beneficios alcanzasen a toda la población, incluidos los sectores más depauperados. El argumento central de El capital en el siglo XXI es que esto no ha sido así: si se mantiene esta divergencia, son sólo los sectores más prósperos -el 1% de la población- quienes lucran sin medida.

“La historia de la distribución de la riqueza siempre ha sido profundamente política”, escribe Piketty. Y añade: “El resurgimiento de la desigualdad después de 1980 se debe en buena medida a los cambios políticos de las décadas pasadas, especialmente en lo que respecta a los impuestos y las finanzas”. En otras palabras: fueron las medidas impuestas por los artífices de la revolución neoconservadora (o neoliberal), acaudillados por Reagan y Thatcher, los responsables del fenómeno. Y no sólo eso: mientras que las fuerzas sociales que promueven la “convergencia”, es decir, la reducción de la desigualdad, son débiles, aquellos a favor de la “divergencia” mantienen posiciones de privilegio.

La segunda y tercera partes de libro de Piketty han sido las más polémicas. En ellas no se limita a analizar la distribución de la riqueza, sino a predecir cuál será en las siguientes décadas y a ofrecer políticas públicas capaces de reducir la desigualdad. Para sus detractores, Piketty ofrece soluciones ideológicas, pues según ellos resulta imposible saber si la tendencia a un aumento de la desigualdad se mantendrá. Pero, si somos claros, nada indica que no vaya a ocurrir así: tras la Gran Recesión iniciada en 2007-2008, nada se ha hecho para evitarlo. La idea principal de Piketty, que tanto escandaliza a sus enemigos, es la instauración de un impuesto progresivo sobre el capital a nivel global. Un reto gigantesco pero, a sus ojos, indispensable -y posible. La única arma con la cual hacer frente a ese ominoso fantasma que hoy, fuera de duda, recorre el mundo.


@jvolpi

Leído en http://www.am.com.mx/opinion/leon/marx-superventas-8982.HTML

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