Hay mentiritas, mentirotas y estadísticas. O como se decía cuando era estudiante de Economía: las estadísticas son como el bikini, muestran mucho pero ocultan lo esencial. Se habla de que el país podría crecer entre 2.5 y 3.5 por ciento en 2014, pero ¿en qué nos ayuda cuando nos enteramos de que siete de cada diez jóvenes están subempleados en México y que la miseria está aumentando? El año pasado la economía mexicana creció 1.06% pero eso está por debajo de la tasa de incremento demográfico; en otras palabras, eso significa que en 2013 los mexicanos nos hicimos más pobres
Imagínese usted un salón de clases en el que los alumnos obtienen un 8 en promedio de calificación porque todos lograron entre 7 y 9 en sus evaluaciones personales. Pero imagínese otro en el que se obtiene el mismo 8 en promedio porque algunos alcanzan un 10 impecable mientras otros reprueban con un contundente 5. La sociedad mexicana sería un salón del segundo tipo.
Cuando Hacienda afirma que el país crecerá a una tasa de 3% el próximo año, eso significa que algunos sectores punta, orientados a la exportación, se expandirán a tasas cercanas a 10 por ciento, mientras que otras de carácter tradicional seguirán retrocediendo (tasas negativas). Si lo encaramos por tamaño de empresas el resultado se lo podrá usted imaginar: las grandes corporaciones crecerán mucho más que ese 3%, las pequeñas y medianas muy por debajo y algunas incluso desaparecerán. La dimensión humana, que es lo único que importa, sale aún peor parada: los grupos de ingresos mayores concentrarán un mayor porcentaje de la riqueza; los pobres perderán poder adquisitivo. Para nadie es un secreto que el ingreso de las clases populares cada año retrocede al contrastarlo con el valor de la canasta básica. En plata pura eso sólo significa que sin importar si el país crece uno por ciento o tres veces eso, los pobres seguirán empobreciéndose. Y eso es así porque aquello que crece no es intensivo en mano de obra: no es lo que genera más empleo ni mayor derrama económica entre la población.
Thomas Piketty, un economista francés, acaba de sacudir a los círculos de poder en el mundo con su libro Capital, una investigación del 1 por ciento más rico de la población desde tiempos de la Revolución Francesa hasta nuestros días. Con datos incontrovertibles (fruto de una investigación de diez años sobre archivos fiscales y patrimoniales en Francia, Inglaterra, Estados Unidos, Alemania y Japón), revela que en la sociedad de mercado los ricos inexorablemente se hacen más ricos con relación a los pobres. Salvo en periodos "anómalos" de expansión de la clase media (década de los sesenta a los ochenta, por ejemplo) la desigualdad tiende a acentuarse. Los intereses del capital y de la bolsa siempre son más altos que el crecimiento de los salarios. Y las estrategias de los ricos para evitar las crisis (e incluso ganar con ellas) es superior a la de las clases populares. Eso por no hablar de los impuestos: todavía sacude la revelación de que la secretaria particular de Warren Buffett, el tercer hombre más acaudalado del mundo, paga una tasa de impuestos mayor que su jefe.
Si los pobres se llevan una porción cada vez más magra de la riqueza social, tendríamos que preguntarnos cómo hacen para sobrevivir. Sospecho que hay algo que no estamos viendo. En realidad lo que se achica es el peso de los pobres en las estadísticas de la economía formal. Videgaray podrá hacer las cuentas que quiera, pero lo más probable es que la gente se dé las mañas para hacer sus propias cuentas. Que Hacienda endurezca sus controles sólo significa que una parte mayor de la población habrá de vivir fuera de esos controles, en la economía informal. Y no sólo me refiero al empleo, sino también al consumo. Incluso un contribuyente cautivo, empleado en una empresa formal que cotiza en el IMSS y cuyos impuestos le son descontados, consume cada vez con mayor intensidad en los circuitos informales. La estadística de la economía subterránea es gelatinosa, obviamente, pero basta darse cuenta del incremento de los tendidos de puestos de comida y mercancía en las aceras de todas las ciudades mexicanas para advertir que una buena parte de la realidad discurre por vías distintas de aquellas en que se afanan nuestros funcionarios. Como muchas cosas en la vida, la negación de la realidad oficial es la única salida que tienen los desamparados siguiendo un inevitable adagio: si la estadística no te favorece, muévete a la zona en donde las cosas no se cuentan. Es lo que están haciendo muchos mexicanos.
@jorgezepedap
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Leído en http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/992518.lo-que-videgaray-no-ve.HTML
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