jueves, 8 de mayo de 2014

Lydia Cacho - Desde la cima del poder

Un banquero elige contratar a un hombre de menor inteligencia porque la doctora en economía es “demasiado guapa” y él está convencido de que las mujeres inteligentes no pueden ser hermosas, porque eso las hace muy peligrosas para los hombres que trabajan a su lado. Un director del periódico regaña a la editora por ser más sensible a ciertos temas sociales. Un periodista famoso le insiste a su pareja que deje de escribir sobre violencia de género porque esos son temas de menor importancia. Una mujer consigue ser diputada luego de acostarse con el gobernador, esposo de su mejor amiga. Un técnico de fútbol acosa sexualmente a una médica, pero los críticos deciden que el tema importante a ser discutido es si es, o no, buen momento deportivo para sacar a la luz un abuso de poder penado por la ley.
 
Todos los días frente a nosotros, ya sea con sutileza o franca ostentación, vemos y escuchamos la forma en que millones de personas validan las estrategias del poder masculino tradicional: del poder de la testosterona. Los hombres arriba, con pelotas e implacables, las mujeres abajo, sumisas y sensibles, incapaces de ejercer el poder al estilo masculino…a menos que desarrollen pelotas imaginarias y lo demuestren con un comportamiento violento, despectivo y sexista.
 
 
 
 
 
 
¿Quién tiene la razón? ¿cómo obtienen y ejercen el poder los hombres y las mujeres? ¿hay diferencias? Es acaso posible que el poder horizontal, más complejo y problemático, pero más democrático, tenga cabida en sociedades tan maniatadas por las ideas del determinismo biológico. ¿Ustedes creen que a ellos los mueve la testosterona y a ellas el estrógeno, que ellos saben ejercer el poder gracias a su hombría y ellas lo intentan manipular gracias a su feminidad sensiblera?
 
¿Será cierto lo que dicen las revistas rosas como Vogue respecto a cómo las hormonas inducen y conducen a los hombres por la vida? Responde Antonio: “Pues la teoría ha llegado a Vogue porque es irrefutable. Los machos estamos determinados hormonalmente para coger durante un año con la misma hembra; a lo sumo 3; cuidar 1 año al crío que resulte; a lo sumo 3; y luego irnos a coger con otra hembra. Todo exceso de éstas cifras es una castración autoinfligida.”
 
Antonio es el personaje masculino de la obra de teatro Testosterona, escrita y dirigida por la novelista, periodista y dramaturga mexicana Sabina Berman.
 
En la cúspide del edificio de un diario nacional, Antonio, el director del periódico (personificado por el gran actor César Évora) se enfrenta con la subdirectora Miky (interpretada con gran fuerza por Verónica Merchant) a las cuestiones de cómo y quién gana y ejerce el poder.
 
Sabina regresa con algunas de las preguntas esenciales que a lo largo de su carrera le han llevado a buscar respuestas en la literatura, el periodismo, la ciencia, el cine y el teatro: Qué tan determinados estamos los seres humanos por nuestra biología, qué tanto construimos culturalmente sobre los preceptos de una ciencia que ha sido eminentemente patriarcal y androcéntrica. Por qué las mujeres y los hombres más notables ejercen el poder de formas tan disímiles. Acaso las mujeres que llegan a la cúspide sólo suben el último escaño gracias a que han aprendido a reproducir los modelos de poder masculinos tradicionales (esos que niegan la diversidad y la horizontalidad), o por el contrario, las que quieren llegar lo hacen por una vía distinta pero pueden ser tan crueles, inmorales y violentas como ellos.
 
La obra de Berman, que estará en cartelera hasta junio, le hará sorprenderse, porque detrás de ella hay un tremendo trabajo de investigación, un bordado fino de la psicología del género sexual, una tarea de disquisiciones sobre cómo funcionan las reglas del poder, de las relaciones entre ciertos hombres y ciertas mujeres. Nadie sale intocado del teatro, ni hombres ni mujeres. En esta obra teatral, como en sus dos últimas novelas (los thrillers donde la protagonista Karen Nieto nos lleva de la mano en busca de una nueva o mejor interpretación de la vida, y el comportamiento humano y animal), Sabina ha logrado crear una tensión con giros dramáticos inesperados, nos coloca en un nuevo sitio donde las preguntas tradicionales dejan de serlo y nos llevan, si aceptamos respondernos, a respuestas poco convencionales.
 
Sin duda, con esta nueva obra de teatro Sabina muestra que se parece en algo a Karen Nieto, esa joven que se rehúsa a simplemente asimilar y reproducir la realidad como la ciencia se la ha explicado. Se lanza al mar, y nos lleva con ella a un chapuzón para mirar como construimos y validamos la esencia del poder tradicional y qué costo tiene para cada quién jugar el juego. No se la pierda.
 
 
 

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