El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, dio a conocer hace algunos días la ruta completa de un propuesto canal transoceánico que su país construiría conjuntamente con China y, como el de Panamá, uniría a los océanos Atlántico y Pacífico.
El canal propuesto tendría una longitud de 278 kilómetros, considerablemente más que los 80 kilómetros de extensión que tiene el Canal de Panamá. De los 278, 105 kilómetros serían a lo largo del Lago Nicaragua. De acuerdo al ambicioso proyecto, el nuevo canal incluiría dos gigantesca esclusas, dos grandes puertos marítimos, un aeropuerto, una zona de libre comercio y un complejo turístico. Durante su construcción se contratarían poco más de 50 mil trabajadores y al entrar en operaciones contribuiría a crear 200 mil puestos de trabajo, alrededor de 10 por ciento de la fuerza de trabajo nicaragüense.
Los defensores del proyecto aseguran que en las próximas décadas el comercio mundial crecerá lo suficientemente rápido para saturar al Canal de Panamá y generar un buen negocio para el canal nicaragüense. También, el nuevo canal sería lo suficientemente ancho para que lo naveguen los nuevos buques portacontenedores súper-anchos, los cuales no pueden pasar por el de Panamá.
Ortega otorgó una concesión de 50 años, renovable por otros 50 años, a una empresa china para construir y operar el canal, pero los analistas se preguntan de dónde obtendrá ésta los recursos necesarios para la construcción que durará 10 años. Lo más probable es que sean los bancos y empresas estatales de China los que proporcionen dicho financiamiento.
Además del origen de los recursos para la construcción del canal, el gobierno de Ortega también deberá superar otros grandes problemas. Entre ellos:
1. Garantizarle a Estados Unidos que el canal de Nicaragua será siempre neutral y accesible a los barcos de todos los países.
2. Convencer a Estados Unidos que un canal chino en Centroamérica no presenta una amenaza para ese país.
3. Garantizar un proceso abierto y transparente en la licitación de las obras y equipos y servicios de construcción para que no queden anuladas las probabilidades de participación de empresas de todo el mundo, especialmente las estadounidenses, mexicanas y brasileñas.
4. Garantizar a los demás países de Centroamérica que una Nicaragua económicamente fuerte, gobernada por un partido hegemónico no se convertirá en la potencia dominante de la región.
5. Convencer a la opinión pública mundial que la construcción del canal no afectará de manera importante al lago Nicaragua, el más grande de América Central, ni a la biodiversidad de los bosques nicaragüenses.
6. Explicar de qué manera se generará la energía necesaria para realizar la obra.
Hasta el momento, el canal de Nicaragua es solamente un proyecto de Daniel Ortega y del empresario chino de 41 años de edad que es el dueño de la empresa que recibió la concesión para su construcción y operación. Nada garantiza que se llevará a cabo. Los gobiernos nicaragüense y chino deberán hacer mucho para convencer al estadunidense que el canal beneficiaría a todo el mundo sin poner en riesgo la de por sí decreciente hegemonía de Estados Unidos sobre América Latina.
De realizarse el canal nicaragüense, más tarde que temprano competirá contra el Corredor Transísmico que actualmente está construyéndose y que unirá a los puertos de Coatzacoalcos, Veracruz, y Salina Cruz, Oaxaca.
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