viernes, 8 de agosto de 2014

Eduardo Ruiz Healy - Salario mínimo, ¿incrementarlo o no?

Es obvio que uno o varios salarios mínimos no garantizan el cumplimento de la fracción VI del artículo 123 de la Constitución, que ordena que “los salarios mínimos generales deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural y para promover a la educación obligatoria de los hijos”.

Ahora bien, si uno o varios mínimos no garantizan lo arriba anotado es lógico suponer que el mínimo debe ser incrementado al nivel que sí permita satisfacer lo que se señala en el referido artículo constitucional. Sin embargo, es más fácil decirlo que hacerlo en vista de que históricamente los aumentos salariales en México han precedido aumentos generales de precios que han nulificado el incremento salarial y, con el paso del tiempo, le han restado poder adquisitivo al salario mínimo.








En su libro Principios de Economía (México: Cengage Learning, 2012), N. Gregory Mankiw escribe: “El salario mínimo es frecuentemente tema de debate político. Sus defensores consideran que permite elevar la renta de los trabajadores pobres. Señalan con razón que los trabajadores que ganan el salario mínimo sólo pueden disfrutar de un precario nivel de vida. Por ejemplo, en 2005, año en que el salario mínimo era de 5.15 dólares por hora en Estados Unidos, dos adultos que trabajaran 40 horas semanales durante todo el año en un empleo de salario mínimo tenían una renta anual total de 211,424 dólares solamente, cifra que es menos de la mitad de la renta de la familia mediana. Muchos defensores del salario mínimo admiten que producen algunos efectos negativos, entre los que se encuentra el desempleo, pero creen que todos estos efectos son pequeño y que si se tienen en cuenta todos los aspectos relevantes, una subida del salario mínimo eleva el bienestar de los pobres”.


Mankiw añade: “Los detractores del salario mínimo sostienen que no es la mejor manera de luchar contra la pobreza. Señalan que un elevado salario mínimo genera desempleo, anima a los adolescentes a abandonar los estudios e impide a algunos trabajadores no cualificados adquirir la formación en el trabajo que necesitan. También señalan que el salario mínimo es una política que no va dirigida a los grupos más necesitados. No todos los trabajadores que perciben el salario mínimo son cabezas de familias que tratan de ayudar a su familia a escapar de la pobreza. En realidad, menos de una tercera parte de las personas que perciben el salario mínimo vive en familias cuya renta es inferior al umbral de pobreza. Muchos son adolescentes de hogares de clase media que trabajan a tiempo parcial para conseguir un dinero extra para sus gastos”.

Michael Parkin en su libro Microeconomía: versión para Latinoamérica (México: Pearson Educación de México: Prentice-Hall, 2006), escribe: “David Card, economista canadiense que colabora con la Universidad de California en Berkeley, y Alan Krueger de la Universidad de Princeton, afirman que los aumentos en el salario mínimo no han disminuido el empleo ni creado desempleo. Al estudiar los salarios mínimos de California, New Jersey y Texas, estos autores dicen que la tasa de trabajadores de bajos ingresos aumentó después de un incremento en el salario mínimo. Ellos sugieren tres razones por los que los salarios más altos pudieran aumentar empleo.

Primero, los trabajadores se hacen más conscientes y productivos. Segundo, es menor probable que los trabajadores renuncien, por lo que se reduce la rotación de personal, que es costosa. Tercero, los gerentes hacen más eficientes las operaciones de la empresa”.

En seguida Parkin anota que “la mayoría de los economistas ven con escepticismo las sugerencias de Card y Krueger y se hacen dos preguntas. Primero, si los salarios más altos hacen que los trabajadores sean más productivos y se reduce la rotación de personal, ¿por qué las empresas no pagan libremente tasas salariales por encima del salario de equilibrio para estimular hábitos de trabajo más productivos? Segundo, ¿existen otras explicaciones para las respuestas en el empleo encontradas por Card y Krueger?”.

¿Cuál de las escuelas de pensamiento económico prevalecerá en México? ¿La que está a favor de aumentar el salario mínimo o la que está en contra? Pronto lo sabremos. Personalmente me identifico con la segunda.
 



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