La caída estrepitosa de la imagen de Miguel Mancera, Jefe de Gobierno de la capital, es a tal grado preocupante que por vez primera en quince años la izquierda está en peligro de perder el control del Distrito Federal. Pese a que el abogado llegó al poder tras capturar más de un 60 por ciento de los votos hoy poco menos que el 40 por ciento de los capitalinos aprueba su gestión y, todo indica, es una proporción que desciende día a día.
Se me dirá que la popularidad de Peña Nieto no es mucho mejor y pese a ello nada amenaza al PRI, lo cual es cierto. Pero es que el PRI no tiene en este momento contrincante a la vista capaz de capitalizar políticamente el descontento. Sus principales rivales, PRD y PAN, están hoy tan inmersos en sus propias luchas internas que no constituyen una amenaza real. Para desgracia de Mancera ese no es su caso, justamente porque tiene enfrente al PRI para ocupar cada uno de los espacios que la izquierda ceda en la capital. Por lo pronto, el PRD observa la elección de jefes de delegación del próximo año como una inexorable y dolorosa cuenta regresiva: la división de votos de la izquierda entre Morena y el PRD permitirá al tricolor alzarse con varias de las delegaciones de las que fue expulsado hace más de dos décadas. Peor aún, lo que suceda en estas elecciones intermedias de 2015 podrían ser un ensayo de laboratorio de lo que sucedería en 2018 cuando la alcaldía esté en disputa.
Las razones del desmoronamiento de la imagen de Mancera son complejas, y no todas achacables a su persona. Pero ciertamente si se le compara con los tres peces gordos que le precedieron su figura queda empequeñecida. Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard poseían oficio, capital político y una larga experiencia en materia de navegación sobre aguas turbulentas. Cada uno a su manera, los tres ejercieron un relativo liderazgo sobre las diversas tribus que controlan las redes de apoyo y las organizaciones sociales de la capital.
Pero ese no es el caso de Miguel Mancera. Ganó porque no había una figura más atractiva dentro del PRD para asegurar el voto de los capitalinos. El problema es que se trataba del típico caso de un rostro empático, pero con escaso empaque político. A mi juicio la culpa del encumbramiento de Mancera la tiene Marcelo Ebrard y en alguna medida López Obrador. El primero se obsesionó por la candidatura de Mario Delgado, una figura muy poco carismática dentro y fuera del partido; y por su parte, AMLO decidió no meter las manos en el DF (apoyando a Alejandra Barrales, por ejemplo ) a cambio del pacto mediante el cual Ebrard no le disputó la candidatura a la presidencia.
El resultado es un Jefe de Gobierno con muy escasos márgenes de control sobre los grupos que ejercen el poder en la capital. Carece de padrinos y no posee una personalidad o una experiencia capaz de sobreponerse a su orfandad. Formado en el carril jurídico de la Procuraduría Mancera saltó al primer plano sin acumular experiencias en otros terrenos. Más preocupante aún, se trataba en realidad de un cuadro técnico sin militancias políticas y todavía peor, sin proyecto político. Frente a la profusión de ideas y emprendimientos que caracterizaron a López Obrador y a Ebrard, el abogado ha batallado para encontrar algún terreno sobre el cual construir su impronta. A diferencia de los anteriores, llegó al poder sin saber realmente qué quería hacer con él.
Resultado de lo anterior es que Mancera ha sido chamaqueado por otros actores políticos. El Hoy no Circula, que le recrimina la población ni siquiera fue una decisión suya o de su Gobierno. Y la idea de aumentar el salario mínimo, que sí la es, ha sido tan pésimamente defendida que le ha costado animadversión de empresarios y rivales.
No me parece deseable que la capital sea recuperada por el PRI. Frente al resto de las entidades federativas, el gobierno de la izquierda en la Ciudad de México puede ostentar un balance más que favorable. En su independencia frente a Los Pinos, el DF se convirtió en punta de lanza en materia legislativa y en proyectos urbanos originales para el resto del País. Un impulso que seguramente perdería si queda subordinado a los designios y necesidades políticas del Presidente, cualquiera que este sea. El desplome de Mancera no se traduce automáticamente en un triunfo parcial del PRI en 2015 y total en 2018, pero lo favorece mucho. ¿Tendrá algún margen el Jefe de Gobierno para revertir tan ominoso destino?
Situación. La caída estrepitosa de la imagen de Miguel Mancera, jefe de gobierno de la capital, es preocupante
@jorgezepedap
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