Cápsula de tiempo de la situación caótica sufrida de 1976 al 2000, difundida HOY, HOY en:
http://www.milenio.com/firmas/armando_fuentes_aguirre_caton/POLITICA-COSAS-PEORES_18_414138590.html
"Es cierto. Las manifestaciones que
estamos viendo son distintas a todas las que hemos visto. En las del 68, por
ejemplo, participaron principalmente los estudiantes y los intelectuales de
izquierda; en las de hoy está participando todo el pueblo, igual los pobres que
la clase media, y aun muchachos de las universidades de paga y los institutos
ricos. La bandera, desde luego, son los 43 de Ayotzinapa, pero en el fondo esas
manifestaciones son expresión del hartazgo de la gente por la rampante
corrupción de la clase política; por la pobreza creciente y la creciente
concentración de la riqueza en unas cuantas manos; por la inseguridad debida al
crimen organizado en connivencia con gobernantes, funcionarios y jueces
inmorales. Antes de “mover a México” Enrique Peña Nieto debió limpiar la casa.
Lo que hizo con sus reformas fue tender una alfombra de lujo sobre un suelo cubierto de
inmundicias. Fue efímero el “momento mexicano”; lo anularon años y años de
podredumbre oficial, de torpezas y frivolidades en el ejercicio del poder, de
ilegalidades y menosprecio de la ley. Contra todo eso se levanta ahora el
pueblo. Quienes desfilaron el 20 de noviembre no son “turba” ni amorfa
muchedumbre. Son gente común que nada tiene que ver con los vándalos a sueldo,
ésos “anarcos” a quienes alguien envió a bloquear el aeropuerto capitalino con
el deliberado y evidente propósito de dañar la imagen de México en el exterior;
los mismos encapuchados que prendieron fuego a la puerta del Palacio Nacional
para que la fotografía de las llamas circulara en todo el mundo. Los
manifestantes son hombres y mujeres que se han visto dañados por una reforma
fiscal puramente recaudatoria; que ven cómo los impuestos que pagan van a parar
a partidos mentirosos y a los bolsillos de políticos ávidos de moches;
mexicanos que son extorsionados por la delincuencia sin que ninguna autoridad
salga a su defensa; que han sufrido la pérdida de un ser querido por causa de
la ola de secuestros y asesinatos que cada día se ven; aquéllos cuyos hijos
miran ante sí un futuro incierto. Si no la voluntad de bien, por lo menos el
instinto de conservación debería hacer que la casta política advirtiera la
irritación popular que ahora existe, y que podría ser anuncio de un cataclismo
social. Urge que los políticos hagan un severo examen de su conducta y den
muestras claras de corregir el rumbo. Si no lo hacen la indignación del pueblo
crecerá, y los efectos de esa cólera son siempre impredecibles. Quizá los
dueños del poder estén todavía en tiempo de evitar ese estallido, no con la
policía, sino con la política, esa política bien orientada que mira al bien
común, y no al interés partidista o meramente personal. Una última petición.
Estamos al borde de un precipicio. Por favor, los malos políticos den un paso
al frente. FIN."
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