Desapariciones
Las palabras parecen insuficientes para
captar plenamente una tragedia donde se mezclan brutalidad, corrupción,
ineptitud, cinismo, avidez e irresponsabilidad históricas. En Iguala no
sólo se asesinó a 6 personas y desaparecieron 43 estudiantes, también se
perdió la esencia del Estado.
Soberanías
En México hoy conviven y chocan dos
poderes que se comportan como si ambos fuesen soberanos, es decir, que
sólo rinden cuentas a sí mismos. Uno es el Estado formal, corrupto,
ineficiente y débil, y el otro es el conjunto de pequeños cuasi estados o
feudos criminales que a sangre y soborno han conquistado porciones de
nuestra geografía y que, además, están en guerra permanente entre ellos.
Hoy, el Estado formal es apenas una
estructura patrimonial, extractiva en beneficio de muy pocos, endeble,
que opera más con reglas no escritas que constitucionales y sin más
proyecto que su propia reproducción. Al mismo tiempo, el conjunto de
cuasi estados, soberanos en el territorio que controlan, tienen sus
propios ejércitos y administradores, son de naturaleza totalmente
criminal, con reglas brutalmente violentas y con un proyecto claro:
doblegar al Estado formal para construir, mantener y ensanchar, una
economía ilegal y depredadora. Estos poderíos delictivos, por sus formas
de operar, son hoy el obstáculo más visible, que no único, para la
convivencia social segura, digna y productiva.
Los feudos criminales ejercen un dominio
directo sólo en regiones pero sus efectos nocivos se dejan sentir en
todo el país. El Estado formal y los cuasi estados ilegales conviven en
medio de tensiones y choques pero también de acuerdos ilícitos pero
efectivos, auténticos “pactos contra México”.
El Liderazgo
Hoy, el Estado formal y debilitado, está
encabezado por el PRI de siempre y con los apoyos de siempre –el de las
élites económicas, la burocracia, la televisión, los grandes
sindicatos, etcétera. Por su parte, los cuasi estados criminales tienen
un liderazgo forjado en un feroz proceso de selección darwiniano, donde
el fracaso y los errores se pagan con la vida. Esos liderazgos son
producto de la ambición y la audacia, de la descomposición social y de
una asociación con la clase empresarial “legal” para convertir la
riqueza ilícita en lícita.
El examinar de cerca a los dirigentes de
los cuasi estados es meterse de lleno en un mundo de horror y, sobre
todo, de los procesos de captura de trozos del Estado formal
–gubernaturas, alcaldías, policías, militares- por el criminal. Tomemos
como ejemplo el caso abordado por Juan Carlos Reyna y Farrah Fresnedo en
“El Extraditado”, (Grijalbo, 2014), producto de entrevistas en la
cárcel a uno de los grandes capos del narcotráfico: Benjamín Arellano
Félix (BAF), cabeza del cártel de Tijuana.
Lo Malo fue el Entorno
Según un estudio psicológico hecho a BAF
tras su ingresó a prisión en 2002, en él no había nada singular
–católico, con educación preparatoria, hijo de una familia de ingresos
modestos y numerosa pero integrada, que le inculcó el hábito del
trabajo- el problema fue el entorno. A los 16 años empezó a “trabajar”
como contrabandista de whisky y electrodomésticos en Culiacán, es decir,
en la zona de impunidad de personajes como Miguel Ángel Félix Gallardo o
Rafael Caro Quintero. El joven contrabandista entendió que
narcotraficantes y autoridades formaban ya una sola estructura y él, un
emprendedor ambicioso, decidió que el futuro estaba no en el contrabando
menor sino en las drogas prohibidas.
La Ética del Trabajo
Según el mismo, BAF fue narcotraficante
mas no adicto. Su obsesión es un “negocio” rentable como pocos: 100 mil
dólares por kilo es la ganancia de llevar la cocaína desde la selva
colombiana hasta las calles de Nueva York. El valor del mercado mundial
de cocaína se calcula, según Reyna, en 38 mil millones de dólares
anuales, de los cuales poco un 20% ingresan a México.
El Poder Ilegal
BAF, como el resto de los capos, logró
hacerse de esas partes del Estado que necesitaba: desde gobernadores
hasta personajes del círculo íntimo de un presidente ¿Cómo? usando la
violencia y pagando. Según su dicho, en los 1990 pagó millón y medio de
dólares mensuales al personaje cercano al gobierno federal, medio millón
al hombre de la PGR en el estado y 250 mil dólares a los jefes locales
de la Policía Judicial Federal del Ejército. El capo creó su propio
ejército con reclutas tanto de México como de Estados Unidos e
instructores extranjeros, lo uniformó y disciplinó con la asistencia de
un excomandante de la judicial federal. Este brazo armado dio a BAF
poder de vida o muerte en su zona y lo ejerció impunemente por años en
más de un millar de casos.
Los jefes de los cuasi estados pueden
caer, como le sucedió a BAF, pero su estructura perdura. Y sus
inversiones están aseguradas, al punto que la multa que le impuso la
justicia norteamericana –cien millones de dólares- simplemente no pudo
hacerse efectiva porque Washington no pudo o no quiso encontrarlos.
El Desafío
Hoy es general la conciencia que la
impunidad y la corrupción endémicas son las bases de la compleja y muy
dañina convivencia actual entre un Estado formal pero corrupto,
contradictorio e impotente y los brutales cuasi estados criminales. El
reto es imaginar cómo transformar la movilización que ha provocado el
horror de Iguala en el punto de quiebre para regenerar al Estado,
neutralizar a los feudos criminales y superar esta etapa de miedo,
rabia, humillación y desilusión.
RESUMEN
“Las organizaciones criminales se han
convertido en cuasi estados que luchan entre sí, retan al Estado formal
–deslavado y sin proyecto- y estremecen a una sociedad sin defensa”.
Leído en http://periodicocorreo.com.mx/agenda-ciudadana-13-noviembre-2014/
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