Mandatarios participantes en la cumbre de Veracruz / JuanJo Martín (EFE) |
La XXIV Cumbre Iberoamericana se cerró con un ejercicio de aritmética básica. Ante la inminencia de una fractura en su seno, los mandatarios reunidos en Veracruz se pusieron manos a la obra para hallar el mínimo común divisor que les permitiese salvar la reunión. A un lado dejaron los pulsos propios de la alta política y de las negociaciones económicas; evitaron cortésmente el choque ideológico, eludieron los avisperos de la violencia o los aranceles y, a cambio, pusieron sobre la mesa una agenda blanda, centrada en la educación, la cultura y la innovación. Y se dieron un plazo cómodo, de dos años, hasta la próxima cita en Colombia, en 2016.
Lejos quedan los tiempos en que estallaban en la cumbre las tensiones bilaterales, como el famoso “por qué no te callas” del rey Juan Carlos a Hugo Chávez. El campo de juego, repleto de pujantes entidades regionales, como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) o la Alianza del Pacífico, se ha reducido año tras año. Y lo que es peor, muchos jugadores ya ni siquiera acuden al campo. La fragmentación generada por el área bolivariana, encabezada por Venezuela y Bolivia, el desdén del bloque cubano-nicaragüense, la insularidad ideológica de la Argentina de Cristina Fernández y la lejanía brasileña al foro, han llevado a la cumbre a perder peso representativo. Ninguna de estos seis países, que juntos suman más del 50% del PIB latinoamericano, han enviado a sus más altos dignatarios.
Aunque con una asistencia superior a las de las citas de Paraguay (2011) y Panamá (2013) –acudieron 17 jefes de Estado, sin contar al presidente de El Salvador, que se retiró a última hora por sentirse indispuesto—en las ausencias no ha faltado vitriolo. Como el lanzado por el boliviano, Evo Morales, quien tachó las cumbres iberoamericanas de un invento de “los monarcas de España para sus propios intereses”. O la presidenta argentina, Cristina Fernández, quien alegó problemas de salud, que no le impidieron viajar el viernes a la cumbre de Unasur en Ecuador.
La ausencia más destacada fue la de Raúl Castro, sobre cuya llegada se especuló hasta el último momento, a pesar de que Cuba no ha estado representada al máximo nivel en estas cumbres desde hace 14 años. Incluso se emitió un comunicado con un contundente rechazo a la Ley Helms-Burton y "al recrudecimiento de la dimensión extraterritorial del bloqueo, así como a la creciente persecución financiera internacional de Cuba”. Aún así, el presidente cubano no viajó a Veracruz. “No se puede esperar que estas cumbres sean como Pentecostés, que se aparezca el Espíritu Santo y desaparezcan las diferencias. Ni yo me voy a hacer bolivariano ni Maduro demócrata-cristiano”, ironizó el canciller español, José Manuel García-Margallo.
Frente a este desgaste, la devaluada Cumbre Iberoamericana ha respondido con su reinvención. Ha estrenado plazo bienal y una agenda mínima pero de puntos muy concretos y con un programa estrella, el llamado Erasmus iberoamericano, útil y del gusto de todos, y gestionado por una nueva secretaria general Iberoamericana, la costarricense Rebeca Grynspan, curtida a su paso por la ONU en estos temas.
Este giro pragmático es lo que Felipe VI, en su estreno en esta cumbre, resumió con una de las frases que más fortuna han tenido en Veracruz: “Lleguemos hasta donde sea posible”. El Rey de España, junto el presidente de México, Enrique Peña Nieto, como anfitrión, han sido los dos principales pilares de la cita. Juntos han formado un dúo inédito. Han coincidido en numerosos actos públicos y el presidente mexicano se ha prodigado en deferencias hacia su huésped, que llegó a Veracruz dos días antes del inicio de la cumbre. Esta apretada agenda ha dado al nuevo Rey, dispuesto a recoger la antorcha de su padre, la oportunidad de afirmar su propio perfil en su primera cumbre internacional y su primera visita a Iberoamérica como jefe de Estado. Ningún otro mandatario extranjero ha recibido un trato similar. Para Peña Nieto, que atraviesa su mayor crisis, el apoyo del Rey y de Rajoy le ha dado un balón de oxígeno.
Echadas las cartas, ahora queda por ver si la nueva agenda rescata a la comunidad iberoamericana de su letargo, algo especialmente difícil en un periodo de desaceleración económica fuerte. Peña Nieto pidió “resultados tangibles” a la cumbre y estos se han plasmado en la llamada alianza para la movilidad alumnos, profesores e investigadores. El objetivo de este plan es lograr en los próximos cinco años 200.000 movilidades académicas, es decir, 40.000 becas al año para estudiantes, profesores y académicos. En la actualidad solo se dan 10.000. Para lograrlo, el proyecto, a diferencia del modelo europeo, no pretende disponer de una caja única con fondos propios, sino utilizar los programas ya existentes en diversos países y darles uniformidad. La homologación, acreditación y control de calidad correría a cargo de la Secretaría General Iberoamericana. Este plan se combina con una iniciativa para combatir el analfabetismo y la creación de una agenda digital en el universo de la cultura. Una constelación de pequeños pasos, que han de llevar a estas cumbres, más allá de las grandes palabras, al territorio de lo posible.
La región más desigual del mundo
Latinoamérica atraviesa horas bajas. La brusca desaceleración económica no es coyuntural, sino que ha venido para quedarse. Es un cambio de ciclo. Así lo considera la OCDE, que ayer presentó en Veracruz (México) su informe sobre América Latina, a la que pronosticó un crecimiento del PIB del 1,4% para este año. “No es verdad que hayamos superado la crisis mejor que otros, sino que en su día vivimos del boom de las materias primas y no hicimos los deberes”, señaló el secretario general de la OCDE, José Ángel Gurría.Esta anemia de la zona tiene especial gravedad porque puede aumentar sus desequilibrios. El primero de ellos es la desigualdad. “Es la región más desigual del mundo, lo que explica las tensiones sociales y las movilizaciones y la perdida de confianza en las instituciones. Menos del 40% de su población está satisfecha con su democracia”, indicó Gurría.
Fruto de este desequilibrio en la distribución de las rentas, es tiene un modelo educativo débil (los alumnos de 15 a 16 años acumulan un retraso de dos años frente a la media de la OCDE) y que perpetúa las diferencias sociales de generación en generación. Resultado: mientras que sólo el 9% de los universitarios procede del 20% de la población más pobre, el 56% viene del 20% más pudiente.
Leído en http://internacional.elpais.com/internacional/2014/12/09/actualidad/1418157823_337055.html
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