De nuevo tenemos que padecer el
suplicio de escuchar y ver la propaganda de los partidos políticos que
mañana, tarde y noche se difunde en todas las estaciones de radio y
televisión del país. Otra vez, como sucede cada tres años, debemos ser
los involuntarios receptores de las mil y un estupideces que contienen
los anuncios del PAN, PRD, PRD y los microminipartidos MC, PANAL, PT y
PVEM. Este año, como si ser víctimas de estos siete partidos no fuera
suficiente, también debemos serlo de MORENA, PES y PH, los nuevos
institutos políticos que al igual que los otros prometerán redimir a la
patria y sus habitantes.
Personalmente trato de evitar escuchar y ver esta propaganda chatarra, pero estoy profesionalmente obligado a hacerlo para saber cuáles son las ocurrencias de los comunicadores de cada uno de los 10 partidos políticos que buscarán nuestros votos el próximo 7 de junio.
En términos generales, cada uno de ellos nos promete el sol, al luna y las estrellas prometiendo hacer lo que les es imposible cumplir.
Los partidos nos dicen en sus mensajes, palabras más, palabras menos, las mismas cosas: si votas por mi se acabará la corrupción, la impunidad, la pobreza, el desempleo, la ineficiencia, imperará el imperio de la ley, se combatirá mejor a los delincuentes, México tomará el justo lugar que le toca en el mundo, etc., etc., y etc.
Las ofertas y promesas que se nos hacen no las cree ya ni un descerebrado. Al hacerlas, los dirigentes y candidatos de cada partido hacen caso omiso de varias encuestas que indican que solo el 7% de los mexicanos le creen a los partidos políticos (entre ellas la Encuesta México: Política, Sociedad y Cambio: Escenarios de Gobernabilidad, realizada por GEA durante el último trimestre del año pasado y difundida el 14 de diciembre de 2014), y que apenas el 31% de los ciudadanos piensa votar en las próximas elecciones.
La desconfianza y desilusión que la mayoría de los mexicanos tenemos en los partidos políticos no es gratuita. Todos nos han fallado de una manera u otra, sus candidatos que han logrado ganar un cargo de elección olvidaron sus promesas de campaña y, peor aún, demostraron que el puesto no era más que un escalón hacia otro más importante.
Ahí están los casos de la educación, la seguridad pública, la impartición de la justicia y la salud. Pese a todo lo que se ha invertido en estos rubros nuestros niños y jóvenes no reciben los conocimientos necesarios para enfrentar los retos del mundo contemporáneo, los policías de todos los niveles siguen siendo mal pagados, los niveles de impunidad rompen récords cada año y la probabilidad de morir en un hospital público es mayor hoy que ayer.
Durante esta temporada electoral todos lo candidatos de todos los partidos prometerán mejorar la seguridad pública. Sería bueno recordarles que, según la misma encuesta de GEA, “dos terceras partes de los policías locales tienen ingresos de apenas 4 mil pesos y tres cuartas partes además de tener sólo educación básica, no han recibido prácticamente ninguna capacitación” y que “muy pocos municipios y entidades alcanzan el parámetro recomendado por la ONU de tres policías por cada mil habitantes. En los municipios hay en promedio 1.6 policías y en los estados 1.3.”
Después de recordarles estos datos, sería bueno que cada candidato nos explique cómo piensa hacerle para que cada policía gane un sueldo decoroso (mínimo 14,000 pesos al mes), tenga como mínimo la secundaria terminada, reciba capacitación constante y adecuada y como piensa trabajar para que su municipio o estado llegue a tener un promedio de tres buenos, bien pagados y capacitados policías por cada mi habitantes. Después de que nos explique lo anterior, que nos diga de dónde obtendrá los recursos para lograrlo y cuánto tiempo deberemos esperar los mexicanos para ver cumplida su promesa.
Si algún candidato puede hacer lo anterior de manera convicente, merece nuestro voto. Dudo que haya uno capaz de hacerlo.
La magnitud de los problemas que enfrenta el país es enorme y no van a solucionarse con promesas y soluciones sin fundamento como las que tendremos que escuchar en la propaganda de los partidos políticos que, además de estúpida, ya resulta ofensiva.
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