Concluí mi columna del viernes pasado afirmando que “2015 se ve como un año complicado”.
Y no solo yo, sino muchos así lo vemos.
Como lo escribí el viernes, los científicos que colaboran con la revista Bulletin of Atomic Scientists de la Universidad de Chicago opinan que el mundo hoy está más cerca a una catástrofe nuclear o ambiental de proporciones globales de lo que había estado desde 1984, cuando, de acuerdo a la revista, “las relaciones entre Estados Unidos y la Unión Soviética alcanzaron su punto más álgido en décadas y el diálogo entre las superpotencias prácticamente se detuvo”.
También anoté el viernes que 10 días antes el Foro Económico Mundial publicó su Global Risks Report 2015, en el cual enumeró los 10 riesgos globales en términos de la probabilidad de que ocurran: Conflictos entre Estados con consecuencias regionales; Fenómenos climáticos extremos; Ingobernabilidad de los países; Colapso o crisis de Estado; Desempleo y subempleo estructural; Catástrofes naturales; Falta de adaptación al cambio climático; Crisis del agua; Fraude o robo de datos, y; Ataques cibernéticos.
Por si todo lo anterior no fuera suficiente, ayer encontré unas declaraciones de Habeeb Al Sadr, el embajador de Irak ante la Santa Sede, que me causaron una gran preocupación.
Lo que dijo el diplomático pasó desapercibido para casi todo el mundo. Después de todo, ¿desde cuándo es importante lo que dice un embajador iraquí ante El Vaticano?
Durante una entrevista al diario florentino La Nazione, el musulmán chiíta Al Sadr aseguro que “la amenazas contra el Papa son creíbles. Las declaraciones públicas y los crímenes contra el cristianismo perpetrados por el Estado Islámico (ISIS) son un hecho… Quiero ser claro, no tengo conocimiento de hechos específicos o de proyectos operacionales. Pero lo que han dicho los terroristas del autoproclamado Estado Islámico es claro. Quieren matar al Papa. Esta banda de delincuentes no sólo amenaza: En Irak ya ha violado e incluso destruido algunos de los sitios más sagrados del Islam chiíta. Lo mismo ha hecho con lugares de culto de la religión yazidí y el cristianismo. Ha obligado a 150,000 cristianos a huir de Mosul y también lo hizo con los yazidíes. Si creemos que no son más que palabras, no entendemos la naturaleza de la amenaza. Ellos dicen:
‘quien no está con nosotros está en contra; o te conviertes o tengo el derecho de matarte’. Y lo hacen en realidad: es un genocidio… Tenemos que garantizar la seguridad del Papa en todas partes porque creo que ellos tratarán de atacarlo durante sus viajes o incluso en Roma. Porque los miembros del ISIS no solo son árabes, sino canadienses, estadounidenses, franceses, británicos e italianos. Tienen pasaportes occidentales. Por ello ISIS puede ordenar a estos combatientes cometer actos de terrorismo en los países europeos… Estas personas no tienen conciencia y su locura no tiene límites…”.
Para algunos analistas, el Papa podría ser víctima de un ataque terrorista durante uno de sus viajes, lo cual desencadenaría una guerra religiosa entre católicos y musulmanes, similar a las cruzadas medievales y la yihad original del profeta Mahoma.
Una gran guerra se desencadenaría en el Medio Oriente. Los campos petroleros dejarían de producir y el precio de un barril de petróleo se dispararía a los 300 dólares. Los precios más altos de los energéticos matarían a la economía, provocarían una recesión y harían que el mercado de valores se desplomara por un 50% o más.
Un ataque fatal del Estado Islámico o cualquier otra organización terrorista musulmana contra Francisco es una posibilidad que no es remota para los analistas de Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Alemania.
El futuro se ve más complicado de lo que muchos quisieran que fuera.
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