jueves, 8 de enero de 2015

Pampa y la vía - ¿Cómo convivir con el Islam?

¿Es posible convivir democráticamente con quien no comparte los fundamentos de la democracia?

¿Cómo se juega un juego donde los participantes usan diferentes reglas, simultáneamente?

¿Hay valores esencialmente democráticos que excluyen de la democracia a las personas que no comulgan con ellos? ¿Se debe renunciar a la propia identidad para alcanzar un parámetro de vida en común y consensuado? ¿O se debe afirmar la identidad de cada uno como a cada uno le plazca y exigirle a los demás que la respeten y toleren?
















En concreto, en un país democrático, abierto, igualitario: ¿cómo se gestionan las identidades individuales y colectivas? ¿Debe el islámico debilitar su identidad para adaptarla a la forma de vida de un país europeo? ¿Debe el cristiano negar algunos de sus dogmas para evitar el choque con algunas formas de vida contemporáneas? ¿Debe el judío entender que algunas de sus costumbres son, a la vista de los ojos del hombre postmoderno, anticuadas e, incluso, "mutilantes"? ¿Debe el occidental laico, escéptico, crítico, o lo que fuere, dejar de ser irónico respecto a las creencias de los demás y limitar su libertad de expresión? ¿O debemos, todos, aceptar que cada uno tiene su forma de vida específica y respetarla? ¿Eso incluye respetar lo que consideramos insostenible, como la desigualdad entre hombres y mujeres, en nombre de una forma de vida diferente a la propia? Y si eso es inaceptable, ¿cómo convivimos con quien piensa diferente? Y ahí está el quid de la cuestión. ¿Imponemos nuestros valores? ¿Toleramos la intolerancia? ¿Cuál es el límite? ¿Imponer nuestros valores no implica dejar de ser lo que somos? Y, sobre todo, ¿cuáles son nuestros valores? Ni siquiera pudimos ponernos de acuerdo respecto a eso. La libertad como bien absoluto termina por imponerle a todas las identidades un debilitamiento de lo propio en función de un consenso común. La libertad como bien absoluto es, además, una identidad determinada que se camufló de exigencia universal para la convivencia, pero no deja de ser eso: una identidad más, entre otras. No es una conditio sine qua non para la vida en común. Es una postura ideológica fundada filosóficamente en el relativismo. Llamemos a las cosas por su nombre, sino, no nos vamos a entender nunca.

Mientras tanto, un par de asesinos mataron a doce personas, quizás trece, de una revista francesa que era punzantemente irónica y políticamente provocativa. Los mataron por las cosas que publicaron. Los mataron por pensar como fueron educados para pensar y expresarlo con libertad. Los mataron por jugar dentro de los marcos y límites de la democracia. Quizás los mataron por ser occidentales, si es que estas cosas definen lo que somos. "Vengaron al profeta", si es que el profeta, acaso, hubiese querido ser vengado, pero esa es otra cuestión. Chocaron dos paradigmas, dos cosmovisiones, dos formas diametralmente diferentes de entender, sentir y vivir en el mundo. ¿Pueden, acaso, convivir? ¿Cómo?

En el contexto de estos acontecimientos, la respuesta a todos estos interrogantes es urgente. Y necesaria.

En mi opinión, el problema no son las ideas, sino las personas. Existen católicos, judíos, islámicos, escépticos occidentales, hinchas de Boca, homosexuales, zurdos y fachos tolerantes, inclusivos y abiertos; y también existen personas con esas mismas creencias y formas de vida que son intolerantes y violentos. La solución a los problemas de convivencia no pasa por negar las identidades particulares, sino por educar afectivamente a las personas.

Construyendo sobre esa roca, quizás se haga realidad la afirmación según la cual el amor es más fuerte que el odio.




Leído en http://pampaylavia.blogspot.com.ar/2015/01/como-convivir-con-el-islam.html

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