N o podemos salir con que fuimos
engañados. Los que nos gobiernan, la mayoría, llegó a su puesto por
votación de una mayoría. Y en muchos casos, antes de ganar, sus
electores se pudieron (nos pudimos) dar cuenta de sus cualidades pero
también de sus defectos: Que si les gusta el dinero y los lujos, o que
son megalómanos y le ponen a cualquier esquina su nombre o el de la
esposa, que les gusta moverse rodeados de lujos o se dedican a la fiesta
y el despilfarro. Peor, hay los que ganan o encabezan encuestas luego
de que se hace público que en puestos anteriores manejaron indebidamente
recursos públicos o aprovecharon descaradamente para enriquecerse.
Entonces ¿de quién es la culpa?
Por eso, después de los excesos y el mal
gusto que desplegó el alcalde de San Blas este fin de semana durante
los festejo de su cumpleaños, más que preguntarle a él por el origen de
los recursos con los que pagó su fastuosa fiesta o de cuestionarlo por
la forma tan grosera en que humilló a una joven, dan ganas de
entrevistar a los 7 mil 500 ciudadanos de San Blas que le dieron el
triunfo en las últimas elecciones.
Porque Hilario Ramírez, a quien se le
conoce como Layín, o el amigo Layín como él prefiere que le llamen, no
engañó a nadie. Dice que es hombre del pueblo y campesino al 100% pero
se organizó una fiesta de cumpleaños a la que asistieron entre 15 y 20
mil personas que llegaron en coches y camiones de San Blas y de varios
municipios aledaños. La última vez que ganó apareció ya de noche en un
balcón con sombrero y el torso desnudo para informar a sus seguidores de
su triunfo y les dijo: “Los pobres tenemos poder y lo estamos
demostrando”. Es un pobre que según medios locales, compró 50 mil
cervezas, mandó matar 50 reses para birria y para amenizar el baile
contrató a la famosísima Banda del Recodo. Algunos medios calculan en 15
millones el costo de la fiesta. Es “un sencillo exportador de mangos”
que cuando tomó posesión de su cargo la primera vez en el 2008, llegó a
la ceremonia montado en un bellísimo caballo negro que el mismo dijo era
de la mejor raza del mundo y que costaba 250 mil dólares.
Si se le pregunta por el caballo, el
origen del dinero de su campaña o cómo pagó una fiesta de esas
dimensiones, la respuesta es siempre la misma: son sus amigos los que le
prestan caballos, le regalan cervezas y le ayudan para pagar a la Banda
del Recodo.
Siempre es espléndido. En el 2008 luego
de tomar posesión, cumplió su primera promesa: les aventó monedas a los
que se juntaron en la plaza para festejarlo. No fue la única vez, le
gusta regalar dinero.
Se volvió famoso mundialmente porque en
plena campaña, en un mitin, soltó: “me han criticado mucho que porque a
mí me gusta el dinero… ¿a quién no le gusta? pero me gusta mucho
trabajar. ¿Que le robe a la presidencia? Sí le robe., sí le robé,
poquito porque está bien pobre, poquito, le di una rasuradita, nada más
una rasuradita. Y lo que con esta mano robaba con esta se la daba a los
pobres, compañeros”. La gente le respondió con vítores.
Dicen que es muy querido: Recibe a todos en su oficina, es generoso y campechano. El sábado, en la fiesta, subió al escenario a varias mujeres para que bailaran con él, a una joven le levantó en dos ocasiones el vestido dejándola en ropa interior frente a sus muchos invitados que festejaron eufóricos el gesto.
Dicen que es muy querido: Recibe a todos en su oficina, es generoso y campechano. El sábado, en la fiesta, subió al escenario a varias mujeres para que bailaran con él, a una joven le levantó en dos ocasiones el vestido dejándola en ropa interior frente a sus muchos invitados que festejaron eufóricos el gesto.
Lo preocupante no es Hilario Ramírez, son los miles que por unas u otras razones, están dispuestos a votar por él.
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