El presidente Enrique Peña Nieto le
tiene mucho cariño a Eduardo Medina Mora. Lo conoció, por iniciativa de
Medina Mora, cuando era jefe del Cisen, y él funcionario en el gobierno
del Estado de México. Desde entonces se fortaleció la relación y llegó a
ser personal. Cuando visitó Londres como presidente electo, Peña Nieto
le preguntó en una cena qué quería hacer en su gobierno. Medina Mora, en
ese momento embajador en el Reino Unido, respondió que estar cerca de
sus hijos, que estudiaban en Estados Unidos. Peña Nieto pensó en la
Embajada en Washington, aunque Medina Mora pensaba en la Secretaría de
Relaciones Exteriores. Oregon, el estado donde estudiaban sus hijos,
está a la misma distancia de Washington que de la ciudad de México, pero
el presidente electo no lo sabía.
Medina Mora fue nombrado embajador ante
la Casa Blanca, por la mala interpretación que hizo Peña Nieto de su
deseo. Por eso, cuando hace unas semanas le planteó el presidente que lo
quería en la Suprema Corte de Justicia, Medina Mora trató de
persuadirlo. Lo que él deseaba, confió la semana pasada a varios
senadores, era buscar la Corte dentro de tres años, no ahora. Pero al
presidente no se le dice que no y tuvo que adelantar sus planes. Este
lunes habló en comisiones y el martes pasará la terna de candidatos al
pleno del Senado para que voten al sustituto del recién fallecido Sergio
Valls. Sólo una eventualidad mayúscula desbarrancaría a Medina Mora,
que tenía este lunes los votos necesarios para su ratificación.
El embajador tuvo un recibimiento
público ríspido, al señalarlo como una pieza de Televisa en el gobierno
peñista. La prensa ha recuperado de los expedientes su añeja relación
con Bernardo Gómez, vicepresidente de la empresa y responsable de las
relaciones políticas –inusualmente cercano en los últimos meses a las
áreas de estrategia de comunicación de Los Pinos-, y su antigua sociedad
con Alejandro Quintero, en una empresa de medios. Quintero,
exvicepresidente de Comercialización de Televisa, es el arquitecto de
los convenios político-publicitarios de Televisa, en alianza con Gómez,
que tantos millones de pesos le dieron a Televisa- de Peña Nieto en el
Estado de México, por ejemplo, dos mil 700 millones de pesos.
Medina Mora no es analizado aún por sus
méritos, donde se podrían encontrar mejores elementos para valorar su
actuación profesional. Por ejemplo, como procurador general en el
gobierno de Felipe Calderón, se prestó a la embestida contra el PRD en
el famoso michoacanazo, un mes antes de la elección intermedia de 2009,
donde detuvieron a 38 funcionarios del gobierno de Leonel Godoy, varios
alcaldes y diputados locales, aunque por su confrontación con el
entonces secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, no
judicializó las pruebas de inteligencia que le aportó, por lo que
salieron libres 37 de esos 38 capturados. Cuando el presidente Calderón
le pidió un ataque similar contra priistas, renunció y lo enviaron como
embajador al Reino Unido.
Durante su gestión como procurador
comenzaron a participar agentes de la DEA y la CIA en los
interrogatorios sobre delincuencia organizada, a quienes de manera
subrepticia también se les permitía portar armas. Asimismo, mantuvo en
la oscuridad al presidente Calderón de la penetración del narcotráfico
en la Subprocuraduría Especializada de Investigaciones contra la
Delincuencia Organizada, que sólo hasta que llegó a tribunales y la
descubrió un reportero de El Universal, explotó. Enterado de lo que se
iba a publicar, Medina Mora le pidió la dirección del periódico posponer
la publicación del caso durante un mes, tiempo en el cual informó al
presidente lo que le había ocultado y preparó lo que en la víspera de su
difusión se bautizó –por sugerencia de un periodista-, como la
‘Operación Limpieza’.
La ‘Operación Limpieza’ descabezó a toda
la Siedo en 2008 y llevó a la cárcel a todos sus jefes. Varios de ellos
han presentado demandas contra Medina Mora y otros funcionarios. Entre
ellos se encuentra Rodolfo de la Guardia, que era director de Interpol
México, acusado por delincuencia organizada y operaciones con recursos
de procedencia ilícita, quien obtuvo su libertad absoluta tras mil días
de estar encarcelado. Asimismo lo demandaron Gerardo Garay, comisionado
interino de la Policía Federal, a quien encarceló durante cuatro años
acusado de haber brindado protección al cártel de los hermanos Beltrán
Leyva –a los que en realidad combatió-, y Javier Herrera Valles,
excoordinador regional de la Policía Federal, que se peleó con García
Luna, pero a quien Medina Mora encarceló por presuntos nexos con el
narcotráfico. Estos dos fueron igualmente exonerados.
Medina Mora y sus subalternos en la PGR
crearon a un testigo protegido estrella, ‘El Pitufo’, que utilizaron en
múltiples expedientes. Lo reclutó el entonces procurador a finales de
octubre de 2008, y sobre esa base detuvo a Gregorio Sánchez, exalcalde
de Cancún –el municipio es Benito Juárez- y su sucesora Marisela Morales
al general Tomás Ángeles Dahuare.
Los dos están libres hoy en día. Un
tercero acusado por él fue Herrera Valles, quien incorporó la falsedad
de sus acusaciones en su demanda. ‘El Pitufo’ era Salvador Puga
Quintanilla, a quien le pagó la PGR 10 millones de pesos y le financió
una cirugía plástica y una liposucción, hasta que en este gobierno pasó
de testigo protegido estrella a prófugo de la justicia.
En el análisis de Medina Mora en las
áreas de administración y procuración de justicia, hay más desaciertos
que éxitos. Pero eso no es relevante para el presidente Peña Nieto quien
lo defendió este lunes camino a Londres. Las inconformidades en el
Senado y en la Suprema Corte por su designación, tampoco importan. En
una terna donde sus acompañantes son de muy bajo perfil, Medina Mora es
el hombre del presidente, y lo que critican sus críticos, problema de
los críticos.
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