martes, 25 de agosto de 2015

Katia D'Artigues - No culpen a Virgilio

La pregunta, ahora, es qué vamos a hacer como sociedad. Sí, tras la exoneración que hizo el subordinado secretario Virgilio Andrade de sus jefes Enrique Peña Nieto y Luis Videgaray se pueden hacer muchas cosas.

Aprovechémoslo: el sainete de Andrade del viernes pasado es el la demostración perfecta… de lo que no podemos permitir que vuelva a pasar.

¡Hay que tomarlo como el anti-ejemplo! Ya sé, aún hay que hacer algo de catarsis. La hago en seis puntos: Uno. Es el colmo que un subordinado tenga que palomear lo que su jefe —al que le debe lealtad.

—¿Verdad, cuate Virgilio que no privilegié a mi cuate?

—Así es, señor Presidente.








Dos. Que el Presidente y el secretario de Hacienda no dan concesiones directamente. De acuerdo, no están entre sus “atribuciones”. ¿Pero, neta, cuándo ha sido eso un obstáculo? ¿No dice Manlio Fabio Beltrones que Enrique Peña Nieto ES el gobierno? ¿No es Videgaray una de sus manos derechas?

No las da, pero sí las quita (sin albur, querido lector por favor). ¿O no fue el propio Presidente el que dijo, valiéndole un soberano cacahuate el trabajo profesional de los funcionarios públicos, el que instruyó que siempre no le dieran la licitación del Tren México-Querétaro a su cuate y amigos chinos? Dicen en derecho: Quien puede lo más, puede lo menos.

Tres. ¿Qué no está comprobado el “conflicto de interés”? Ok, en México, porque tenemos una ley muy barco. En ese sentido tiene razón el secretario de la (dis) Función Pública: Su investigación está basada en el (débil) derecho. En cualquier otro país volvemos a ser el hazmerreír: Tras la fuga de “El Chapo”, la exoneración del cuate del Presidente de que no hizo nada de negocios turbios o sospechosos con su cuate.

Cuatitud + cuatitud = impresentable exoneración.

Cuatro. Al referirse a la tasa de interés de 9% del crédito que la señora Rivera recibió de Higa, Andrade acotó: “Igual al interés legal previsto en la ley civil federal”. ¿Y el 5% de Videgaray? No, pues ahí no hubo comentario. ¡Créditos Higa para todos!

Cinco. Que en un país donde la palabra de los políticos está más que desacreditada, que las entrevistas a los 111 funcionarios que sí dieron los 33 contratos a los amigos del Presidente se hayan basado en “la protesta de decir verdad”, es cercano al ridículo.

—¿Verdad, señor funcionario que, como dijo nuestro señor Presidente, usted no favoreció en nada, nadita a su cuate?

—¡Claro que no, señor secretario! ¿O debo decir que sí? Usted dígame, señor secretario.

Lo preguntaba una corresponsal extranjera en la larguísima rueda de prensa: ¿Les checaron por lo menos sus correos electrónicos? Claro que no, ni eso. Ahora bien (es un decir) si usted quisiera hacer un chanchullo, es poco probable que lo deje por escrito.

Seis. Que cuando compraron sus casas no eran “funcionarios públicos en activo”. Bueno, qué le digo. Videgaray era el coordinador de la campaña ganadora a la presidencia; Peña Nieto era un gobernador que desde entonces se veía y muchos veían presidenciable.

Qué insulto a la inteligencia. Y claro aviso a los corruptores: Si quieren “hacerle un favor” a alguien, con unos días antes de que entre al cargo basta.

De pena, por oportunidad malgastada, la disculpa a destiempo del Presidente y Videgaray. Suena a burla. Mucho más tan tarde, y el mismo día en que fueron “exonerados” y con su reiteración de que hicieron todo bien pero ofrecían disculpas si alguien se había ofendido. Si tan solo se hubiera dado en otra ocasión por otros temas, pero bueno, no entienden que no entienden.

No le echen la culpa a Andrade: Él hizo lo que tenía que hacer. Lo digno hubiera sido no aceptar el cargo. Será algo que lo perseguirá durante toda su vida política.

A todo esto, ¿y el panel de expertos que conocerían —se entendía que antes— toda la investigación? ¿Será que nadie quiso aceptar tal manzana envenenada? Lo cierto es que el intento de acercarse a la investigación —con sus 15 averiguaciones y 60 mil fojas— hace muy clara la estrategia: Si no puedes convencer, confunde.

Ya que vivimos en el país del CII (Conflicto de Interés Institucionalizado) pues hay que hacer algo para des-institucionalizarlo y el que lo logre será un gran desinstitucionalizador de conflictos de interés.

Hay una ventana de oportunidad si es que nuestros políticos quieren tomarla —y nosotros, los ciudadanos los obligamos a ello.

Están por discutirse en esta legislatura o en la que sigue a más tardar, las leyes secundarias del famoso Sistema Nacional Anticorrupción.

Es algo que, como generación, deberíamos decidirnos a cambiar. Y digo decidirnos incluyéndolo a usted que me lee. En este país quien no se queja… pues que no se queje después.

El PAN —veremos si es cierto— ya dijo que es una de sus prioridades. Veremos, insisto. Yo no vi a tantos políticos indignados por las compras de las casas (quizá porque ellos tienen las suyas también; como decía Luis Carlos Ugalde: No critico tu cola de dinosaurio porque mi cola crece).

En próximas columnas les pondré ejemplos internacionales.

Que mal los abogados de Elba Esther Gordillo, que no pudieron “acreditar” que su cliente no se iba a fugar. Hubieran presentado un certificado médico de que, de pronto, como cuento realista mágico, desarrolló raíces y se convirtió en árbol.

Obvio, sigue el amparo. También lo llevarán ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Lo que faltaba: Que ella acuse al Gobierno, también, de violar sus derechos humanos.

katia.katinka@gmail.com

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Leído en http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/no-culpen-a-virgilio-1440488086



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