viernes, 15 de enero de 2016

Raymundo Riva Palacio - La subordinación de Penn… y Scherer

Hace unos días, un corresponsal extranjero preguntó a varios periodistas sobre la entrevista del actor Sean Penn a Joaquín “El Chapo” Guzmán en la revista Rolling Stone. Este material detonó una discusión mundial sobre ética y periodismo. En el mundo, la crítica y descalificación fue generalizada; en México, en el debate bipolar Penn tuvo mayor respaldo y llegó a ser considerado casi un héroe del periodismo. Siempre hemos sido exagerados, sin duda. Las preguntas eran directas: ¿Qué opinión te merece la entrevista? ¿Se le está haciendo promoción al narco? ¿Consideras que rompe con un código de ética periodística?

La respuesta revisada de quien esto escribe fue la siguiente: “La entrevista hace una apología del narcotráfico, en particular de Guzmán. Es una entrevista acrítica y forma parte de un entorno amable y cómodo. Uno sabe que cuando las condiciones de una entrevista son de esa naturaleza, sin importar si la persona enfrente es un criminal o no, hay un problema de origen con la entrevista, que requiere de tensión. La entrevista se dio en el contexto de los preparativos de una película en los términos como los deseaba Guzmán, negociados previamente con los abogados.









“No hay duda que rompe los códigos de ética, y la revista lo acepta al señalar que fue pactada bajo las condiciones planteadas de un criminal que además exigió ver el texto antes de ser publicado para aprobarlo. Esto es el equivalente a lo que sucede en algunos países donde hay censores que revisan todo lo que se va a publicar y que censuran o modifican aquello que les incomoda o sienten que no debe difundirse. Para algunos mexicanos que no entienden muy bien esto, la pregunta es si aceptarían que el Presidente los invitara a hacerle una entrevista y les dijera que antes de difundirla tendría que revisarla y aprobarla. ¿Cuál sería la reacción? No es difícil imaginarse que se denunciaría el intento de censura. Entonces, ¿las consideraciones y censuras de un criminal se aceptan y las del Presidente no? Censuras es igual para todos. No se acepta ninguna. Pero aceptarlas de un criminal es una aberración que sólo se entiende por la confusión de valores en México.

“Esto nos lleva a la siguiente pregunta. El mismo hecho que Guzmán no censuró la entrevista, es que cumplió el propósito de transmitir su mensaje. Es muy importante establecer quién hace la gestión en su origen. No fue ella quien lo buscó para hacer una película; fue él quien pensó en ella. La entrevista es resultado de la relación afectiva entre Guzmán y Del Castillo, y la certidumbre de que ella era una persona confiable. Para efectos prácticos, la señora Del Castillo es cómplice de un criminal. Penn aprovechó esa relación y Guzmán, me parece, se aprovechó de la candidez de los dos.

“¿Por qué él, tan obsesivo con sus comunicaciones, cometió tantos descuidos al tener una relación directa telefónica? El comportamiento de Guzmán en este episodio rompe por completo con su perfil metódico, disciplinado y para nada egocéntrico. No es un Guzmán que refleje su historia, salvo que en el fondo quisiera enviar un mensaje para entregarse. Él debió haber sabido que esas comunicaciones abiertas podrían ser interceptadas. Esto no lo podemos saber ahora, pero el resultado es que fue recapturado vivo con lo cual podrá mantener abierta la puerta para lo que son su debilidad, sus hijas mellizas.

“No se puede saber cuál pueda ser el papel de un periodista en una entrevista que no sea controlada y que ejerza su libertad plena de periodista, porque no conozco ninguna entrevista que se haya dado sin condiciones o que no hayan usado a los periodistas como megáfonos. Recuerdo la forma como Servando Martínez “La Tuta”, jefe de la Familia Michoacana, hablaba a Milenio Televisión para dar su opinión sobre temas que le afectaban, y le abrían el micrófono en forma acrítica. “La Tuta” llegó a considerar a la gente de Milenio sus “amigos”.

“La otra entrevista paradigmática es la de Julio Scherer a Ismael Zambada... Scherer, contra lo que decían sus cercanos, no obtuvo información relevante ni fue crítico con Zambada. Lo más grave, desde mi punto de vista, es que también aceptó condiciones y censura. Se puede plantear al observar la portada de la entrevista y analizar el reloj de Zambada. Está blanco, editado. No se puede ver la carátula. ¿Por qué? Hipótesis: el reloj debió ser o muy valioso o de colección, cuyo comprador pudiera ser rastreado. De haberse publicado, la fotografía podría haber dado pistas para llegar a él o a su entorno. Había que eliminar la carátula de la fotografía.

“No fue en ese momento porque no se podría haber hecho la edición y la censura, a menos de que hubiera ido con Scherer un diseñador o Zambada tuviera uno a la mano para editarla. Pudo ser una vez que regresó y que en la redacción fue editada. Nunca nos dijo Proceso el porqué no apareció la carátula del reloj en blanco, pero siempre me ha quedado la inquietud de saber por qué lo censuraron, por qué lo hicieron y cómo fue que aceptaron la imposición de un criminal. Si estoy equivocado, me gustaría escuchar la explicación del reloj con carátula blanca de Zambada en la portada de Proceso”.

En México la discusión es en blanco y negro. Pero a diferencia de cuando la entrevista de Scherer, hoy hay claroscuros. Información contra propaganda; periodismo contra entretenimiento. Es la díada que aún no resolvemos.

rrivapalacio@ejecentral.com.mx / @rivapa



Leído en http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/la-subordinacion-de-penn-y-scherer-1452848809



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