La fiesta del Maíz, Diego Rivera |
Donde caigas, maíz,
en la olla ilustre
de las perdices o entre los frijoles
campestres, iluminas
la comida y le acercas
el virginal sabor de tu substancia.
EL MAÍZ
I
El maíz del Anáhuac,
el maíz de olas fieles,
cuerpo de los mexitlis,
a mi cuerpo se viene.
En el viento me huye,
jugando a que lo encuentre,
y que me cubre y me baña
el Quetzalcóatl(1) verde
de las colas trabadas
que lamen y que hieren.
Braceo en la oleada
como el que nade siempre;
a puñados recojo
las pechugas huyentes,
riendo risa india
que mofa y que consiente,
y voy ciega en marea
verde resplandeciente,
braceándole la vida,
braceándole la muerte!
II
El Anáhuac lo ensanchan
maizales que crecen.
La tierra, por divina,
parece que la vuelen.
En la luz sólo existen
eternidades verdes,
remada de esplendores
que bajan y que ascienden.
Las Sierras Madres pasa
su pasión vehemente.
El indio que los cruza
“como que no parece”.
Maizal hasta donde
lo postrero emblanquece,
y México se acaba
donde el maíz se muere.
III
Por bocado de Xóchitl,
madre de las mujeres,
porque el umbral en hijos
y en danza reverbere,
se matan los mexitlis
como Tlálocs(2) que jueguen
y la piel del Anáhuac
de escamas resplandece.
Xóchitl va caminando
filos y filos verdes.
Su hombre halló tendido
en caña de la muerte.
La besa con el beso
que a la nada desciende
y le siembra la carne
en el Anáhuac leve,
en donde llama un cuerno
por el que todo vuelve...
IV
Mazorca del aire(3)
y mazorcal terrestre,
el tendal de los muertos
y el Quetzatcóatl verde,
se están como uno solo
mitad frío y ardiente,
y la mano en la mano,
se velan y se tienen.
Están en turno y pausa
que el Anáhuac comprende,
hasta que el silbo largo
por los maíces suene
de que las cañas rotas
dancen y desperecen:
¡eternidad que va
y eternidad que viene!
V
Las mesas del maíz
quieren que yo me acuerde.
El corro está mirándome
fugaz y eternamente.
Los sentados son órganos(4),
las sentadas magueyes.
Delante de mi pecho
la mazorcada tienden.
De la voz y los modos
gracia tolteca llueve.
La casta come lento,
como el venado bebe.
Dorados son el hombre,
el bocado, el aceite,
y en sesgo de ave pasan
las jícaras alegres.
Otra vez me tuvieron
éstos que aquí me tienen,
y el corro, de lo eterno,
parece que espejee...
VI
El santo maíz sube
en un ímpetu verde,
y dormido se llena
de tórtolas ardientes.
El secreto maíz
en vaina fresca hierve
y hierve de unos crótalos
y de unos hidromieles.
El dios que lo consuma,
es dios que lo enceguece:
le da forma de ofrenda
por dársela ferviente;
en voladores hálitos
su entrega se disuelve.
Y México se acaba
donde la milpa(5) muere.
VII
El pecho del maíz
su fervor lo retiene.
El ojo del maíz
tiene el abismo breve.
El habla del maíz
en valva y valva envuelve.
Ley vieja del maíz,
caída no perece,
y el hombre del maíz
se juega, no se pierde.
Ahora es en Anáhuac
y ya fue en el Oriente:
¡eternidades van
y eternidades vienen!
VII
Molinos rompe-cielos
mis ojos no los quieren.
El maizal no aman
y su harina no muelen:
no come grano santo
la hiperbórea gente.
Cuando mecen sus hijos
de otra mecida mecen,
en vez de los niveles
de balanceadas frentes.
A costas del maíz
mejor que no naveguen:
maíz de nuestra boca
lo coma quien lo rece.
El cuerno mexicano
de maizal se vierte
y así tiemblan los pulsos
en trance de cogerle
y así canta la sangre
con el arcángel verde,
porque el mágico Anáhuac
se ama perdidamente...
IX
Hace años que el maíz
no me canta en las sienes
ni corre por mis ojos
su crinada serpiente.
Me faltan los maíces
y me sobran las mieses.
Y al sueño, en vez de Anáhuac,
le dejo que me suelte
su mazorca infinita
que me aplaca y me duerme.
Y grano rojo y negro(6)
y dorado y en cierne,
el sueño sin Anáhuac
me cuenta hasta mi muerte.
Notas
(1) Quetzalcóatl, la serpiente emplumada dc los aztecas.
(2) Espíritus juguetones del agua.
(3) Alusión al fresco del maíz de Diego Rivera llamado "Fecundación".
(4) Cactus cirial simple.
(5) "Milpa", el maizal en lengua indígena.
(6) Especies coloreadas del maíz
La tortilla
Hágase el sabor de la tierra dulce
en el fermento de su vientre y de su grano.
Ahí, exquisita, sabrosa,
circular como la luna,
aleatoriamente amasada,
extendida,
dilatada,
arrebatada por la flama,
poderosa y dócil en las papilas gustativas,
extraída de las pencas para degustarse toda,
forjada en los molinos y en las manos,
hidratada y heñida para saborearla,
transformada en alimento
y en suculento bocado apetecible;
entonces es todo,
¡todo!, ¡todo!:
el sabor de un valle,
de una tierra,
el sazonado de sus plantas,
el opíparo y abundante aroma que se ofrenda,
la sensación del fino gusto,
la delicia ancestral por el terruño,
la embocadura de la gloria y el destino,
la abertura del pasado en el presente.
Por hablar de ti hablo sin límite y de todo:
estás en la sorpresa, en el alivio,
en el ajetreo de la jerga,
en la armonía de la mesa,
en la calle envuelta en seda,
en el columpio cuando juegan,
en el campo en que se enreda la plática y la greda,
en la jornada mítica y selvática,
en el oropel del canto y una boda.
Y no importa si en cuclillas,
sentado, parado,
simplemente en la horizontal
o vertical curvatura de la tierra
te degusto y hago taco.
Eres el conducto de la sal y mantequilla,
de esos quesos suaves que descreman,
la caverna de ese guiso
que desborda en sus laderas,
el sostén y el arco de un manjar que suena a gloria,
el silencio de los huéspedes
que devoran tus encantos.
Como un platillo verde o rojo o negro
se apetecen tus contornos:
sabes al manjar que se limpia con las manos,
hueles al barbecho que espera caliente el sustento,
al banquete diario y protegido,
a la idiosincrasia pueblerina y campesina
o al rodillo de la hembra que da vida.
No, no, no, no, no, no…
¡No me hablen cuando le hablo!
Como el Rey de alta escuela,
de alta alcurnia,
de ascendencia y fina raza,
el menique es el que paro
y al bocado engullo de un mordisco.
¡Grítame donde te encuentres!
¡Háblame recio y sin deparo,
sin pena ni vergüenza!
Yo sabré darme gusto
al tenerte en la mano
o simplemente en el primer bocado.
* "La Fiesta del Maíz". Forma parte de los numerosos murales que Rivera pintó en el edificio de la Secretaría de Educación Pública en la ciudad de México.
El fresco forma parte del edificio Los Tres Pisos del Ministerio de Educación y el conjunto se llama "visión Política del pueblo mexicano".
Este fresco, junto a otros, fueron pintados en 1923-24 usando líquidos de nopales y cactus, y consta de 235 paredes pintadas con frescos, o sea un total de 1585.4 metros cuadrados.
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