De todas las elecciones de gobernador, la de Puebla no ha sido asumida con interés por los medios nacionales quizá porque esté cantada la victoria del panista Antonio Gali Fayad, pero detrás del proceso se localizan las lecciones de política que está dando al PRI el gobernador panista Rafael Moreno Valle.
La plaza no era fácil, a pesar de que la nominación de Gali se trabajó con ventaja en tiempo. Pero detrás de la candidata priísta Blanca Alcalá se encuentra la mano de Manlio Fabio Beltrones, del exgobernador Mario Marín Torres y del senador Emilio Gamboa, todo un dream team.
El trasfondo de Puebla es más que una minigubernatura de dos años: el compromiso de Beltrones de recuperar la plaza que perdieron en el 2010 y la pre-precandidatura del propio Beltrones a la presidencia de la república. Del lado local, el gobernador panista Rafael Moreno Valle se juega en la sucesión local su boleto para el 2018 frente a un menguado Ricardo Anaya y a una vacilante Margarita Zavala.
Los priístas locales se están arrepintiendo de haber seleccionado a la senadora Blanca Alcalá y no al diputado Enrique Doger. A la priísta Alcalá le ocurrió lo que a la candidata presidencial panista Josefina Vázquez Mota: una incapacidad para enarbolar el género, un equipo de campaña chocando unos con otros y la falta de un discurso político coherente.
Si alguna de las campañas a gobernador merece observarse por el ejercicio de la política como método es Puebla, lo que ha sido un aviso para el 2018. De todos los gobernadores salientes sólo Moreno Valle tiene expectativas escalafonarias y trabaja en ello. El PRI experimentó todo: guerra sucia, ruptura de la alianza PAN-PRD, uso de instituciones federales e insinuaciones para inquietar a Ricardo Anaya.
Lo significativo de Puebla radicó en la batallas del gobernador Moreno Valle contra tres grupos de poder priísta, de los cuales dos --Beltrones y Gamboa-- estarán presentes en el 2018, el primero con posibilidades menguadas pero latentes como precandidato y el segundo como grupo de poder desde el Senado. Por tanto, lo interesante de Puebla estaría en la lectura política para el 2018.
Y los que saben de historias del poder han encontrado un dato revelador: como en política no hay cosas nuevas, el método de operar el poder del gobernador Moreno Valle es el del PRI de antes que sabía ejercer el poder: construcción de cuadros, discurso social, alianzas con factores políticos, manejo de los tiempos, consolidación de liderazgos; mientras, el PRI se quedó ahogado en el mecanismo ineficaz del dedazo y del reparto de áreas de poder, pero sin cicatrizar heridas; y sobre todo, la vigencia de los cacicazgos políticos deteriorados y sin escalafones funcionales.
Frente a la unidad del poder en el grupo de Moreno Valle, el PRI padeció en Puebla el principal problemas en todas las plazas: la dispersión de mando y la configuración del equipo de campaña priísta con los derrotados. Sin discurso, con el peso mal administrado de los problemas del exgobernador Marín Torres y una candidata sin autoridad de mando y superficial en sus discursos y posicionamientos, el PRI está abajo con más de dos dígitos.
En lo local, el grupo político de Moreno Valle estará proyectando sus posibilidades en el PAN para el 2018 ante una caballada famélica. Pero el mensaje más importante será que Moreno Valle habrá dado cuenta de Beltrones, Gamboa y Marín.
Política para dummies: La capacidad política es también el enorme desprecio al sentido común.
Sólo para sus ojos:
En los pasillos del poder han revivido aquella caracterización que hizo López Obrador de Vicente Fox: La Chachalaca por su continencia verbal. Lo que Fox no entiende es que tiene una propensión al ridículo. Pero parece que a nadie le importa lo que haga.
Las celebración de 27 años de vida del PRD dicen que fue el canto del cisne: las elecciones de junio próximo van a mandar al partido del sol azteca al cuarto lugar… y puede que al quinto porque el Verde está en los planes de consolidación en la estrategia del PRI.
De nueva cuenta la Sedeso (sin L) en problemas de uso de recursos públicos a favor de candidatos priístas en Veracruz. Pero nadie tiene la fuerza para meter en orden al gobernador Javier Duarte.
La gran decepción serán las leyes anticorrupción porque la corrupción es el aceite que mantiene funcionando la maquinaria del poder. El mal está en otra parte.
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