viernes, 10 de junio de 2016

UN POEMA DE:


Soy muuuy bueno en la cama

A la pereza

¡Qué dulce es una cama regalada!
¡Qué necio el que madruga con la aurora
aunque las musas digan que enamora
oír cantar a un ave en la alborada!

¡Oh, qué lindo en poltrona dilatada
reposar una hora y otra hora!
Comer, holgar..., ¡qué vida encantadora,
sin ser de nadie y sin pensar en nada!

¡Salve, oh, Pereza! En tu macizo templo
ya, tendido a la larga, me acomodo.
De tus graves alumnos el ejemplo

arrastro bostezando: y en tal modo
tu apacible modorra a entrar me empieza
que no acabo el soneto... de per...



Oda a la pereza

Por sobre la almohada y bajo el cobertor
entra una luz infantil que anuncia la mañana.
Sin enfermedad de por medio ni buenas razones
he tomado esta determinación.
Hoy, todo el día, no me levantaré.
Quiero estar como un oso en la caverna de su hibernación.
Quiero ser el vagabundo que sujete el tiempo a su cadena
como un posmoderno e inútil Prometeo.
Voy a patear el reloj
y las responsabilidades,
ser prehistórico,
estar como apartado, exilado,
en cuarentena,
ajeno a las noticias y a los guiños del sol.
Quiero ser para mí y estar en mí,
en mí mismo,
enroscado y como dueño, bien dueño, palpablemente dueño
como desde hace tanto no lo he sido.
Nada más.
Nada más.
No pido mucho.
Voy a disfrutarme sin ninguna ocupación
intelectual o física,
sentirme,
pulsarme
y oír
y dejar oír
y lavar el río, las ollas de la náusea, la fatiga
y las quejas acumuladas en todos estos años.
Este día, todo el día, me abrazaré a mí mismo
y me daré palabras de amor y de consuelo,
me diré sí, sí a todo, no me contradiré
en esta cuna que mecen las respiraciones,
me repetiré mira lo que tienes y lo que has hecho,
más de lo que mereces
y mejor de lo anotado en los horóscopos.
Nada ni nadie me hará cambiar de posición.
Sólo este cosquilleo agradable, tan agradable.
Por lo tanto, desde mi pacífico sitial
anuncio al universo
que he cancelado mentalmente todo compromiso
en la calle y la oficina.
Nadie me dirá hacia dónde caminar
ni qué responder
o cómo negociar.
Piensen que he desinventado los teléfonos
y las preocupaciones,
que tengo un aneurisma de filosofía,
un ataque masivo de pasividad
y que el auto se ha convertido en calabaza,
todo junto,
no insistan,
no recibiré llamada alguna
ni me harán peinarme ni vestirme ni abrocharme los zapatos,
así se incendie la colonia o lluevan dulces.
Si acaso, daré respuesta a los requerimientos
del cuerpo
siempre que sean atendibles
bajo mis condiciones.
Este día, todo el día, es sólo para mí,
y por ello no tengo pasado ni futuro
que me persigan delante de mis pasos.
No estaré para nadie,
no haré nada, absolutamente nada,
ninguna emergencia acabará mi postración.
Y si acaso el día de hoy se muere algún amigo
hasta mañana acudiré a su entierro,
y si lo entierran hoy mañana lloraré.
Si esa hermosa vecina
me pide su desfloración
ni siquiera le contestaré que mañana, hasta mañana,
amiga mía,
ya con todas las herramientas a tu disposición.
Si hoy nos invaden los chinos o los marcianos
tendrán qué esperar a que mañana (no sé la hora)
los reciba en el quicio de la puerta
o abra una ventana y les dispare,
no sé, no importa,
pero si hoy
me llama a juicio el memorioso Dios
simplemente no le responderé
aunque se desgañite y ponga ronco
y se le traben los dientes de coraje,
porque hoy, todo este día,
simplemente no haré nada, nada, nada
ni estaré para nadie,
seré un muerto más en el panteón de los dormidos
y el éter de quien vive la libertad sin aspavientos.
Estaré solo en mí.
Me sentiré sólo de mí.
Me daré a mí
con un amor y un ego incontinente, santo,
en esta inmensa pereza que me ha convencido
a plenitud
y que me hace vivir y sentir y ser feliz
como una silla en medio de la sala.
Hoy, este día,
este grato y complaciente jueves,
recuperé mi libertad en absoluto
y ya mañana escribiré
mi deseo,
firmaré la renuncia
y atenderé los funerales del amigo
o los reclamos de la bella
o la salud de la Patria
o la sentencia de Dios
o lo que sea,
porque hoy,
este jueves,
ni siquiera pienso en el vicio de pensar,
pues el pensamiento es la sutil esclavitud de los pedantes.
Mañana, mañana.
Hasta mañana seguiré la infame costumbre de morir.
Hoy
soy
yo
y
no
yo.
Hoy
soy
un
sí.








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